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Fin de las mascarillas: ¿Serán iguales nuestras relaciones personales a cara descubierta?

Felices de que la ciencia haya ido resolviendo con rapidez el latigazo universal del último virus que la economía todavía no generalizó, en el primer mundo saltamos exultantes al encuentro de un verano en el que el propósito es ir, poco a poco, conquistando la llamada normalidad. Que si es normalidad es la vieja, la de siempre, la de los pecados capitales y los goles del Betis, la del rioja con aroma a madera de boj y la de las colas del hambre a las puertas de las monjas.

«NECESITO TOCARTE»

Llegamos este verano a la era pospandemia, pero, sobre todo, al ansiado momento posmascarilla, ese bozal inmundo que nos salvó la vida tapándonos la cara. Es un misterio lo que haremos con nuestras ansias desatadas, con nuestras ganas de tocarnos, con la necesidad de besarnos, de reconocernos, de volver a follar como antes y no solo con la mirada de deseo. De preguntarnos qué nos ha pasado, al tiempo que brindamos con el mismo cóctel que años atrás, en la misma terraza del mismo hotel.

«FUERA MÁSCARAS»

Todo indica que pasaremos el verano sin máscaras sanitarias, de tela o nuestra amiga FFP2. Ya  había una cierta costumbre de tratarlas como un complemento más. Incluso freaks de la  tecnología nos sirvieron lunáticas fórmulas de proteger nuestra laringe. Fuera máscaras, gritó Simón iluso y feliz. Fuera máscaras físicas. Quedémonos con las de antes. Las del protocolo, la buena educación, la hipocresía o la formalidad. Regresemos al paraíso de las sonrisas falsas y los orgamos fingidos, la frialdad estudiada o la represión pasional.

«ESTO NO SE ACABA»

«Habrá quien salga como toro por chiquero, pero también quien conserve casi intacto su miedo o quien vaya con prudencia, poco a poco», nos dice Borja Rodríguez, psicólogo especializado en relaciones personales. «La mascarilla es como un recordatorio de que esto todavía no acabó, pero cuando ya no sea necesaria, nos faltará algo que actuaba como símbolo de una situación delicada».

«SALDREMOS MEJORES»

Empezamos a leer testimonios que apuntaban a que la pandemia nos haría mejores. «Fue una  oportunidad que tuvimos de parar y enfrentarnos cada persona a nuestras propias mierdas, un momento inédito que pudimos haber aprovechado para analizarnos y tomar algunas decisiones, pero para mucha gente fue como las dietas, que las empezamos con ahínco, pero las vamos dejando para entregarnos de nuevo a nuestras rutinas», apunta Borja Rodríguez.

«IGUALES ANTE EL VIRUS»

Alguna gente imaginó que limaría las asperezas de un mundo tan de ricos y pobres, puesto que el virus nos situaba a todos ante su mortífera amenaza. Pero los barrios del sur, por ejemplo en Madrid, aportaron más cadáveres que los del norte. Eso no lo cambiará ninguna euforia liberadora.

«REGRESAREMOS AL EQUILIBRIO»

Borja Rodríguez habla de que podría producirse un fenómeno de polarización. Como si las restricciones nos situasen en el extremo de una cuerda y, al liberarnos de ella, nos pasásemos rápidamente al otro lado, tardando cierto tiempo en regresar al centro, que era donde estábamos en marzo del 19, cuando empezó todo.

«Cada persona generará su propio equilibrio, pero, sin duda, habrá gente a la que se le vaya de las manos la situación y exagerarán la euforia; como, de hecho, ya se empieza a ver en las redes sociales, que nos muestran muchas personas ya con sus viajes y sus fiestas, como si todo hubiese acabado».

«ME ACOSTUMBRÉ AL NIDO»

La situación generó también el efecto contrario. El psicólogo cuenta que es más frecuente de lo que parece el prototipo de persona que se acostumbró a una rutina más intimista, más doméstica, con menos contacto social. «Gente que se sintió genial en el nido, sin tanta caña, sin tanta terraza, que incluso pueden llegar a concebir el medio exterior como hostil».

«¿LE FAVORECERÁ LA MÁSCARA?»

Durante este carnaval tristón y decadente dejamos de ligar por la calle, incluso reprimimos nuestros sanos pensamientos impuros porque no sabíamos si a la otra persona le favorece o no la máscara. El misterio nos separa bastante de nuestros hábitos de seducción.

Hay que ver si la  inflación de videollamadas de Tinder vuelve a desinflarse, si los Grindr, Scruff y semejantes recuperan sus niveles de uso, si las ETS reaparecen… Y si, como nota  Rodríguez, se confirma el dato de que la gente se empareja con más facilidad, quizá por la constatación de la soledad que muchas personas han experimentado.

HIPÉRBOLE DE LA LIBERTAD

¿Y qué piensa Borja Rodríguez del relato de la libertad en la pasada campaña madrileña?

«Sin necesidad de entrar en valoraciones políticas, creo que es un argumento que toca sentimientos muy profundos, que se aprovecha de la fatiga pandémica, del cansancio de la gente, de las ganas de ser libres. Pero no es lo mismo volver a la normalidad que recuperar la libertad, porque la libertad solo estaba condicionada por una alteración sanitaria», apostilla.

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