Las flores no se marchitan al cortarlas, se convierten en cuadros

A la pareja formada por Rachel y Keith les une el amor. El que les ha llevado a compartir sus vidas y su trabajo, pero también el que sienten por la naturaleza, por la vida tranquila y por las flores

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A la pareja formada por Rachel y Keith les une el amor. El que les ha llevado a compartir sus vidas y su trabajo, pero también el que sienten por la naturaleza, por la vida tranquila y por las flores. Sobre todo, por las flores. El jardín de su casa de Denver, Colorado (EEUU), donde se mudaron a vivir en 2019, está lleno de ellas. Unas las cultivan ellos mismos y otras crecen silvestres. Da igual, todas tienen cabida en su pequeño terreno.

Normal que cuando Keith tuvo que pensar en el regalo de cumpleaños de su novia recurriera a las flores. Pero no iba a ofrecerle un ramo normal, él pensó en algo que pudiera conservarse durante mucho mucho tiempo. Cortó algunas del jardín y las prensó metiéndolas en un libro. Una vez prensadas, las enmarcó y se las dio. Flores convertidas en un cuadro. Entonces surgió la idea: ¿Y si aprovechaban aquella serendipia y creaban un negocio?

Así nació Flower Press Studio y ahí empezó un juego de ensayo y error en el que probaron diferentes técnicas de prensado hasta encontrar las adecuadas. «Todavía estamos aprendiendo los entresijos de las flores y probando muchas maneras diferentes de prensarlas para encontrar otras formas que pueden adoptar si se prensan de otro modo», explican.

«Resulta que se nos daba bien prensar y diseñar, pero los dos somos personas muy detallistas y trabajamos mucho cuando algo nos apasiona. Tener un jardín bonito era algo que nos encantaba y que más tarde nos convirtió en artistas que trabajaban con flores prensadas. Fue un poco al azar, pero probamos algo nuevo y nos gustó lo suficiente como para seguir trabajando en ello».

Empezaron prensando ramos de novia para conservarlos como recuerdo del enlace. Recogían los ramos que se tiraban, hacían sus creaciones y luego se las mostraban a los floristas de la zona para que estos las ofrecieran como un servicio más a las futuras novias. Y así empezó una colaboración con pequeñas empresas locales que no han abandonado desde entonces ni quieren dejar.

Para esta pareja de artistas florares hay muchas razones para ello. La primera, la relación directa con los invernaderos que cultivan las flores que no crecen en su jardín y con las que trabajan. Además, al recurrir a productores de su zona, apoyan y sostienen la economía local. A ello se suma que las prácticas de cultivo de estos pequeños productores suelen ser más sostenible que las de grandes explotaciones internacionales. Las flores son más frescas y duraderas porque se cosechan más cerca de la fecha de compra y cultivan variedades de flores únicas y autóctonas que no suelen encontrarse en grandes explotaciones.

Con mimo y tiempo, Keith y Rachel van componiendo sus collages florales. No hay patrón sobre el que ir pegando las flores, se dejan llevar por la forma de los pétalos, la curvatura de los tallos…

«Si intentáramos hacer un patrón para este estilo, cambiaría muy pronto al empezar a pegarlas. Las flores se desplazarían, se moverían milímetros, y esto haría que cambiara el diseño, así que diseñamos a medida que pegamos, y pegamos a medida que diseñamos», describen su proceso creativo. «Colocamos las flores sobre la marcha y las movemos constantemente antes de pegarlas. Las cosas se modifican y se mueven continuamente. A veces diseñamos una sección de flores que nos parece adecuada, pegamos algunas, pero luego quitamos un ramo para sustituirlo por otras flores de diferente color o forma».

Y todo sin prisa, dejando que el collage se vaya formando. Verlos trabajar transmite calma, tranquilidad. «Nuestra filosofía de vida es vivir de forma sencilla y mínima. No nos gusta el desorden, el derroche ni los objetos inútiles». Por eso reutilizan todo el material que pueden con el fin de generar los menos residuos posibles.

«Nuestro jardín es sencillo y bastante minimalista, pero nos aporta muchas cosas. Las flores nos dan la oportunidad de estar al aire libre todos los días, un buen ejercicio, vitamina D, activan nuestros sentidos (gusto, olfato, visual, etc.), y aportan una sensación de calma». Y no solo eso, también les regala un propósito, un objetivo.

«Cuando Keith diseña y pega algunas de las piezas más profundas, dice que eso le permite concentrarse plenamente y estar en paz con su trabajo y su proceso. Si conocieras a Keith, sabrías que su mente corre a mil por hora, así que para él estar en paz con su trabajo es asombroso», recalca Rachel.

«Nos inspiramos en las flores, en sus formas y en su diversidad. Algunas tienen pequeñas semillas que queremos mostrar, o tallos curvos, o venitas en los pétalos, o capas de profundidad, o pequeñas formas únicas, etc. Las flores sirven de inspiración», afirman. Pero eso no impide que no estén atentos a lo que hay a su alrededor porque, como ocurre con otros artistas, la inspiración puede venir de cualquier lado.

Las estaciones marcan la variedad de los diseños, aunque este año, cuentan, están haciendo algo diferente. «Estamos recogiendo flores cada temporada de cinco pequeños e increíbles invernaderos. Las prensaremos durante todas las estaciones y, cuando hayamos recogido y prensado las últimas flores (a finales de otoño), crearemos piezas que representen a cada uno de ellos. Ese lanzamiento tendrá lugar en la primavera de 2024. Así que esperaremos y esperaremos hasta que las estaciones hayan dado a esas granjas la calidad y diversidad que necesitan y, por tanto, lo que nosotros necesitamos para hacer una pieza única».

Pero no son sus únicos planes. «En 2023 ya tenemos entre 35 y 40 pedidos para conservar ramos de novia, lo que nos dará tiempo para empezar a transformar el negocio en un modelo más sostenible y creativo. Este año vamos a publicar dos ediciones limitadas de nuestras flores impresas, estamos grabando y editando cursos sobre cómo prensar flores (muchos tipos diferentes de flores), cómo pegarlas y qué pegamentos funcionan mejor y cuáles no, y un curso de enmarcado y montaje. Y esperamos poder presentar también un curso de diseño».

Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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