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Fotografía vernácula: lo extraordinario de las fotos cotidianas 

A nuestros nietos probablemente les quedarán menos fotos nuestras que las que nosotros tenemos de nuestros abuelos. Resulta llamativo pensar que, aunque nunca hemos tomado ni visto más imágenes que en la actualidad, es posible que la mayoría se acaben perdiendo por cómo las estamos almacenando. 

En el pasado, las familias iban creando y alimentando durante años sus álbumes de fotos. Pequeños tesoros que, para sus miembros, eran algo casi sagrado, pues se mostraban a muy poca gente fuera del núcleo familiar y se sacaban en contadas ocasiones. Tanto es así, que si había un incendio, eran lo primero que trataban de rescatar.

Ahora, la mayoría de las fotos que nos hacemos son para subirlas a las redes sociales. Aparte de eso, casi no les vemos utilidad. Una vez cumplida esta función pública, de que los demás vean qué es lo que les queremos mostrar, las borramos o las guardamos de cualquier manera, quizá simplemente en la memoria de un móvil que posteriormente perderemos, o las dejamos acumularse en la nube, donde se mezclan de forma desordenada junto a memes, pantallazos y nudes.

Curiosamente, los pocos álbumes de fotos familiares que han acabado en la basura o en los mercadillos son, en gran parte, la razón de ser de este artículo. Se trata del tipo de imágenes que últimamente se han empezado a agrupar bajo el término fotografía vernácula.

Según el MoMA, fotografía vernácula es un término paraguas que agrupa a cualquier tipo de fotografía que no se considera artística. Dentro de ella estarían la fotografía comercial, científica, forense o documental, pero también otro tipo de retrato que se está adueñando poco a poco de esta categoría. Se trata de esa ingente cantidad de imágenes tomadas por personajes anónimos, sin formación fotográfica, y que muestran retazos de su propia vida. Un tipo de foto, familiar, amateur y casera, que surge con fuerza a partir de la popularización de la fotografía a mediados del siglo XX.

Dentro de esta clasificación, destacan especialmente las fotos tomadas durante las vacaciones. Un momento en el que, a la mayoría de nuestros padres, les entraba la necesidad de fotografiarnos frente a pintorescos paisajes, en situaciones divertidas, fiestas, o en momentos humillantes, aunque graciosos. 

Con la llegada del siglo XXI, quizá como una derivación de la epidemia de nostalgia que recorre el mundo, o tal vez por su valor documental, filosófico o por simple diversión, la fotografía vernácula está teniendo un pequeño auge de popularidad del que nunca antes había disfrutado. Importantes fotógrafos como Martin Parr la reconocen abiertamente como una de las influencias más importantes en su obra. Algo que, en el caso del inglés, es innegable. 

Debido a su carácter eminentemente visual, uno de los lugares en los que la fotografía vernácula se está reivindicando es en Instagram, donde las cuentas dedicadas a recopilar este tipo de imágenes ganan seguidores cada día. Una de las más interesantes es @thierrystruvaycollection, en la que el coleccionista Thierry Struvay lleva un tiempo colgando algunas de sus mejores imágenes (ya van más de 6.500).

Struvay lleva más de 35 años pululando por los mercadillos de París, Bélgica y Estados Unidos rescatando algunas de estas imágenes del olvido y la destrucción. «Si te gusta la fotografía, es sorprendente la energía que proyectan muchas de esas imágenes que, paradójicamente, no tienen absolutamente ningún valor comercial», declaró a Another Magazine. «Cuando empecé a coleccionarlas, hace treinta años, los vendedores me decían “llévese las que quiera porque las vamos a tirar”. Es curioso, porque todos esos trocitos de papel fueron muy queridos para algunas personas en el pasado. Imagínatelos tirados por el suelo bajo la lluvia o la nieve. Pero entonces nadie tenía ningún interés por los archivos fotográficos. Aunque hoy parece increíble, muchas revistas y museos destruyeron los suyos». 

Con un punto de vista mucho más artístico, el diseñador y comisario holandés Erik Kessels es uno de los principales responsables del revival de la fotografía vernácula y ha dedicado muchos años de su carrera a la recopilación y reflexión en torno a este tipo de imágenes: fotografía encontrada, el álbum de fotos o el valor de los errores en esta disciplina. Kessels reflexiona en sus exposiciones y sus libros sobre nuestro uso de la imagen, la recontextualización de la misma o la fascinación por las historias humanas que hay detrás de una foto aparentemente ridícula o divertida, ya que el humor también es una constante en su trabajo.

Entre sus obras más destacables está la colección In almost every picture, una serie de libros in progress que ya va por su decimoctava entrega. Cada uno de sus volúmenes es una recopilación de fotografías encontradas, tomadas habitualmente por un fotógrafo no profesional, y que tienen un concepto o narrativa concreta que las une. 

Una de las más divertidas recoge los infructuosos intentos que una familia realizó para fotografiar a su perro negro. La cara del animal no consigue apreciarse en ninguna imagen.

«Hice mi primera exposición de fotografía vernácula en 2007», explicó Kessels a la revista Art Berlin, «y me sorprendió el éxito que tuvo. Todo comenzó cuando encontré en un mercadillo de Barcelona unas 400 imágenes de una mujer tomadas por su marido a lo largo de un periodo de 12 años. Guardé esas fotos durante un tiempo y de vez en cuando se las enseñaba a las personas que pasaban por mi estudio. A todo el mundo le encantaban y pensé que sería un buena idea publicarlas para que las disfrutara más gente. También para sacarlas de su contexto original y darles uno diferente, que les aportara una nueva perspectiva». Aquella serie se transformó en In almost every picture 1.

Entre las entregas más recordadas está In almost every picture 11, donde se recogen las fotos que un hombre le hizo a su esposa durante décadas mientras esta posaba completamente vestida sumergida en el agua. O In almost every picture 17, que recoge las fotos vacacionales de Carlo y Luciana, un matrimonio de Vignola, un pequeño pueblo italiano cerca de Módena.

Respecto al éxito de la fotografía vernácula, Kessels declaró a la revista Editorial: «Creo que las personas se reconocen a sí mismas en estas imágenes. Son una alternativa agradable a la fotografía profesional que vemos en los medios de comunicación y la publicidad. Por eso ya se ha convertido en una categoría con entidad propia».

Por Juanjo Villalba

Juanjo Villalba es escritor y traductor. Puedes seguirle en @juanjovillalba

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