Cada tipo de letra cuenta una historia. La historia de las letras que titulan esta noticia, por ejemplo, se llama Gotham typeface. «Fue diseñada por Tobias Frere-Jones y es una elección clásica en el campo de la cultura y el diseño desde el inicio de los años 2000», aprecia Françoise Chastanet. «Frere-Jones se inspiró en el lettering de la antigua Nueva York, quería preservarlo antes de que desapareciera. Se basó especialmente en la cartelería del Port Authority Bus Terminal, en la Quinta Avenida», explica.
François Chastanet es tipógrafo, arquitecto y diseñador. Da la impresión de que podría escribir libros enteros sobre las fuentes y tipografía, pero no es eso lo que ha hecho. En realidad sus libros, tres hasta la fecha, hablan de caligrafías vivas, letras hechas a mano y plasmadas no sobre una pantalla sino sobre la pared; hablan de grafitis desde una perspectiva académica.
«El lettering es una arquitectura bidimensional», asegura este diseñador. Por eso entiende que las letras deberían hablar con los ladrillos donde habitan. En los últimos años ha estudiado ese diálogo, recorriendo las calles de ciudades remotas, y lo ha potenciado desde su estudio, TypoMorpho.
Para entender el trabajo que realiza Chastanet como tipógrafo hay que asimilar el que ha realizado como investigador del grafiti. Este ha sido plasmado en tres libros con estilos muy diferentes pero con una finalidad común.
Pixação narra la evolución de la grafía latina en las calles de Sao Paulo. La megápolis brasileña ha visto cómo, desde los años 80, emergía un fenómeno que ha excedido ampliamente, en términos de cantidad, todos los movimientos grafiteros preexistentes. Tiene influencias en su estética del gótico europeo. Sus letras son angulosas y se repliegan sobre sí mismas como patitas de mosca. «Es un verdadero shock caligráfico», sentencia Chastanet.
Cholo Writing, analiza la forma de grafiti más antigua del siglo XX, la que se da en las calles de Los Ángeles. La escritura Cholo es un fenómeno mexicano-americano basado en la tipografía blackletter. Se creó para definir el territorio de las pandillas latinas en los 30 y tuvo su máximo apogeo en los 70. Cholo Writing es el primer libro en analizar la importancia de esta escritura. En él, Chastanet defiende «su influencia en las expresiones visuales de la cultura popular californiana, incluidos los movimientos lowrider, surf, skate y hip-hop». Sus letras son eléctricas y esquizofrénicas. Combinan las formas redondeadas con ángulos violentos.
Por último, en Dishu, Chastanet analiza otra práctica de escritura muy diferente a las dos anteriores; la que realizan diariamente miles de calígrafos callejeros chinos. La escritura callejera siempre ha tenido un carácter efímero, pero en el dishu esta característica se ha llevado al extremo. Aquí no se pinta en la pared sino en el suelo y no se usa spray sino agua. Poemas, haikus y aforismos pavimentan las calles durante minutos, hasta que las palabras se evaporan sin dejar rastro. El fenómeno tomó forma a principios de la década de los 90 en un parque de Beijing y pronto se extendió a las principales ciudades chinas. Sus letras son sinuosas y transmiten una serenidad acuosa. Son como pequeños arroyos de historias.
Puede que todas estas formas de expresión suenen extrañas y lejanas, pero la base de todo el trabajo de Chastanet la podemos encontrar muy cerca. En su charla en el MUGAK, la Bienal Internacional de Arquitectura de San Sebastián, el diseñador arrancaba a hablar con una diapositiva del metro de Bilbao como telón de fondo. No se trataba de ningún tipo de peloteo local, no pretendía hablar de las bondades de El País Vasco porque sí. Lo que quería era explicar cómo en esta obra hay un diálogo entre la arquitectura de Norman Foster y la tipografía de Otl Aicher. Un diálogo como los que él lleva años estudiando.
Tipografía, ‘lettering’ y diálogo urbano
La tipografía es la ciencia de escribir sobre letras prefabricadas. Se sirve de moldes, ya sean analógicos o digitales, para preservar la uniformidad de la grafía. Es la que lees en esta revista, la de la publicidad y la que se encarama a los carteles del metro de Bilbao. En nuestro mundo, capitalista e hiper tecnológico, la tipografía está en todas partes. En pantallas, edificios, posters y marquesinas. Es tan ubicua y está tan segura de su importancia que se ha olvidado de conversar con su entorno.
Por contraposición, el lettering es el arte del dibujo de letras contextualizado en un espacio determinado. Puede tener unos valores y una estética común, pero lo determinante es que se hace a mano, rompiendo la uniformidad monolítica de la tipografía. Estas características hacen que sea «una práctica donde las cuestiones de identidad y origen son esenciales». El lettering llevaba años cediendo terreno a la tipografía, resistiendo casi exclusivamente en el margen de la legalidad: en los grafitis callejeros.
[pullquote author=»François Chastanet» tagline=»Diseñador y tipógrafo»]En Europa estamos redescubriendo el ‘lettering’ gracias a las peluquerías de ‘hipsters’, pero bueno, ¿por qué no? [/pullquote]
Sin embargo, advierte Chastanet, esta tendencia se está invirtiendo. Precisamente, la «saturación de tipografía muy mala para publicidad y señalización callejera» es uno de los motivos que ha llevado al retorno del lettering, impulsado también por otros factores como la moda de «la estética nostálgica, los valores artesanales, locales, ecológicos, etc». En algunos países como México o India nunca se perdieron las letras pintadas a mano en el espacio público, pero en Europa sí. «Ahora las estamos redescubriendo a través de las peluquerías de hipsters», reconoce Chastanet, «pero bueno, ¿por qué no?»
Chastanet pasó su adolescencia como grafitero, firmando en los trenes del Interrail, pateando y firmando las calles de París, Barcelona, Copenhague, Estocolmo o Berlín. Se empapó de los colores europeos, huyó del estilo neoyorquino y buscó referentes en la estética escandinava. Ávido de más conocimiento (o de un currículum algo más serio), el artista se formó como arquitecto.
[pullquote author=»François Chastanet» tagline=»Diseñador y tipógrafo»]Los ‘tags’ son el ejercicio de estilo más complicado del mundo del grafiti y no tienen buena fama. Es injusto[/pullquote]
Al terminar sus estudios, Chastanet decidió apostar por mezclar sus conocimientos en ambos campos. Lo hizo con el fervor de quien convierte su hobby de la adolescencia en una profesión respetable. Un sueño cumplido. Fue así como creó su estudio, TypoMorpho. En él también trabaja con tipografía, pero defiende la dignidad y el uso del lettering. Aún así, es consciente de que la forma más común de plasmarlo, el grafiti, no tiene muy buena fama.
Chastanet lucha contra los prejuicios que existen sobre las firmas (llamadas tags en el argot callejero) incluso en el propio mundo del grafiti. «Son el ejercicio de estilo más complicado en este campo», defiende, «es como en la música, imagina años de práctica para unos pocos segundos de ejecución, y no hay arrepentimiento, no hay corrección posible, tu línea es auténtica o no». Este diseñador lamenta que poca gente sea capaz de verlo, mucho menos de apreciarlo. «Es algo injusto desde mi punto de vista».
Por eso se lanzó a analizar, desde una perspectiva académica, la importancia de estos tags en distintos ámbitos culturales y sociales. La mayoría de lo escrito hasta entonces se centraba en la vertiente sociológica, «pero no era nada preciso desde el punto de vista del diseño de letterings», añade frustrado.
Chastanet es algo así como un académico del grafiti. Describe la relación de este con los edificios, como sucede con el picaçao en Sao Paulo. «Allí cada escritura está relacionada con el conjunto arquitectónico», explica el diseñador. «Esto es lo que hace que su relación con el espacio sea tan inteligente, a pesar de su ilegalidad, y hace que merezca un estudio en profundidad».
Precisamente la ilegalidad de la mayoría de sus objetos de estudio hace la materia un poco complicada a veces. Solo a veces. Chastanet no tuvo ese problema cuando fue a analizar la práctica del dishu. Este tipo de escritura es muy respetada en China, donde la practican tanto jóvenes como adultos. Chastanet tiene claro el motivo: «Al ser ejecutada con agua neutraliza todo ese debate estéril sobre si es legal o ilegal, si es arte o no… toda esa mierda».
El problema para estudiar el dishu fue comunicarse con sus escribas sin hablar Chastanet «ni una palabra de chino». El diseñador salvó este obstáculo hablando una lengua común: su pasión por la caligrafía. La experiencia fue enriquecedora. Tanto que a su vuelta a Europa, Chastanet no solo quiso escribir un libro, sino replicar este movimiento en talleres que lleva dando desde 2011. «Quería transmitir la capacidad que tienen los chinos de invadir el espacio público en una forma respetuosa y efímera que permite a todo el mundo acercarse al grafiti», asegura.
Al final es lo que lleva haciendo toda su carrera. Acercarnos al arte que esconden las letras. Establecer diálogos entre distintas disciplinas. Y entre distintas culturas.