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Fuera de Cuadro: el Pakistán de Roberto Esteve


Para alguien que consume información en la comodidad de su hogar, la realidad viene determinada por la manera en que se propone desde su origen. Para un español con pocas ganas de escarbar, Pakistán es lo que se dice de Pakistán en las noticias. De acuerdo. Es cierto muchas veces -no siempre-, pero hay más -siempre-. Roberto Esteve se fue al país asiático sin billete de vuelta. Desde allí, mira a su alrededor, pone su cámara a grabar y descubre que no solo merece la pena lo que se envía como noticia a la redacción.

A Roberto Esteve, periodista, le ocurrió lo que le está pasando a muchos compañeros de un tiempo a esta parte. En 2010 se quedó en la calle y cuando se terminaron los ahorros tuvo que emprender camino de vuelta al cobijo familiar. En casa se le dan muchas vueltas a las cosas. «Comencé a desarrollar la idea del blog en principio para poder hacer algún corto, aunque no tenía cámara, y meterle caña al periodismo musical que es lo que siempre me ha gustado», explica el periodista.
Le surgió de pronto la posibilidad de hacerse cargo de la corresponsalía en Pakistán de Hispan TV. «Así, con una cámara de vídeo prestada, con el dinero justo para aguantar hasta el primer mes de facturación y sin ni siquiera una cámara de fotos en condiciones me planté en Pakistán el pasado mes de agosto».
Allí hace de todo. «Soy operador, redactor, productor, montador», explica. Ese trastorno de personalidad periodística, consecuencia de las actuales condiciones en las que se ejerce, hacen que se pierda muchas cosas si no están ocurriendo justo en el foco de la noticia. «Te pones a grabar y mientras te tienes que buscar la vida para conseguir la información o contactar con alguien en, por ejemplo, una manifestación, para que te dé unos totales. Pierdes capacidad de concentración y eso tiene una consecuencia: la falta de la calidad del producto final», confiesa.


Fuera de Cuadro nace cuando Esteve se sienta a ver el material grabado y se da cuenta de que delante de sus ojos hay un universo que le había pasado desapercibido cuando se encontraba físicamente inmerso en él. «Comencé a ver gente de la que no era consciente hasta ese momento que había estado a mi alrededor», señala. Esas personas, que no son fantasmas, actúan, miran, se expresan de una manera que Esteve no había percibido cuando le daba al botón rojo de su cámara.
Se dedicó entonces a recortar esos frames y a agruparlos en colecciones de fotos.»Como dice mi compañero de piso, fotógrafo, yo lo que estaba haciendo era ‘terrorismo’, no fotografía»; sin embargo, el impulso periodístico causado por la frustración hace que Esteve cuente historias de esta manera. «Fuera de Cuadro es fruto de la impotencia de no tener los medios para retratar un país como Pakistán con una buena cámara de fotos. No hay que olvidar que ni soy operador de cámara ni soy fotógrafo. Soy periodista», señala.
En esa aventura continúa, con ganas de contar historias de su propia Pakistán, la que se encuentra fuera de la agenda informativa occidental. «Hay que tener en cuenta que en los países occidentales vivimos bajo el paraguas de unos grupos de comunicación muy concretos que sirven a unos intereses determinados. Por eso no se nos explican las cosas. Confundimos por ejemplo Al Qaeda con talibanes cuando no tienen nada que ver», declara. «Al Qaeda fue un grupo terrorista creado por EE UU para combatir al ejército ruso durante su ocupación en Afganistán. Son pueblos guerreros por naturaleza, y no solo combaten a fuerzas extranjeras, también combaten entre ellos por el territorio, como han hecho siempre. Pero la información, como las modas, es tan veloz hoy en día que los informativos no son más que boletines indigestos carentes de profundidad a nivel informativo». El periodista confiesa que acaba de llegar y que se encuentra en pleno proceso de adaptación al medio. «Se requiere mucho tacto a la hora de tratar determinados temas».


Más allá de la violencia, las injerencias extranjeras, los extremismos y cualquier cosa que se cuente por estos lares, la Pakistán cotidiana transcurre como cualquier otro territorio humano. «Es raro ver que aquí la basura campa a sus anchas. Raro ver monos y halcones a tu alrededor en determinadas zonas de la ciudad. Pero Islamabad no es Pakistán», declara. «Aquí no se notan los problemas de suministro eléctricos que sufre el país. En el resto, hay cortes de luz que pueden ser de hasta cinco horas, varias veces al día».
Esteve cuenta que Islamabad es un oasis en el que viven los extranjeros, diplomáticos o trabajadores de ONG. «La calidad de vida es incomparable a la de cualquier otra ciudad pakistaní. Si tienes dólares, claro». El resto de la nación no corre con tanta suerte. «Se respira polución y se masca polvo. El tráfico es caótico, personas y vehículos van unos detrás de otros en las calles estrechas. Cuando pasas por un puesto de carne de cabra piensas que quizás sea el momento de hacerte vegetariano», resalta. ¿Y las mujeres? «Las mujeres suelen estar en casa… y punto».
Su día a día transcurre entre guardias de seguridad armados, puestos de policía, agentes antiterroristas y agentes de tráfico. «Al final me paso el día con el pasaporte en la boca», cuenta. La zona que alberga embajadas e instituciones está acordonada y controlada por las fuerzas de seguridad.
Más allá de su trabajo no encuentra muchas cosas que hacer. Así que, de momento, seguirá mirando los falsos directos que graba para encontrar todo lo que queda fuera de la escaleta de los informativos.


Curiosidades
Te puedes comprar un Volkswagen Beetle (aquí les llaman Foxi) por unos 1.500 euros.
Los coches llevan todos dos depósitos, uno de gasolina y otro de gas natural comprimido.
En Islamabad no está permitida la circulación de Rickshaws por cuestiones de seguridad.
No se puede beber ni vender alcohol. Muy pocos tienen licencia. Si eres cristiano y pakistaní, pagas una tasa para poder comprarlo.
Hay una destilería, Muree, que data de la época colonial británica y que produce todo el alcohol del país. Desde cerveza hasta ginebra. No te la recomiendo.
Pakistán, en un solo valle, Potohar, tiene un millón de hectáreas más de olivos que España. Sin embargo, casi todo el aceite de oliva lo importa. Un litro vale como unos 6 o 7 euros al cambio –con ese dinero come una familia de cinco miembros varios días a la semana en Pakistán-.
Un paquete de tabaco cuesta menos de un euro.
Comer comida pakistaní –arroz con pollo- en un fast food sale por entre 1,5 y 2 euros. Si hay suerte no tendrás diarrea. No hay comida pakistaní que no pique.

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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