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¿Sabes qué esconde el diseño de las fundas de palillos japoneses?

En Japón, entregar un regalo sin envolver se considera una falta de respeto. En la Corte Imperial, en la época Heian, que se desarrolló entre los siglos VIII-XII, las damas envolvían los palillos en seda o telas finas. Hoy en día, los palillos se siguen entregando envueltos, aunque en papel en la mayoría de las ocasiones. 

Un material que comenzó a popularizarse a principios del siglo XX, cuando Japón se llenó de trenes, cajitas de comida para llevar (ekiben) y… ¡fundas de papel impresas que funcionaban como publicidad para restaurantes!

Algunas creaciones contaban con ingeniosas soluciones,  como por ejemplo, la posibilidad de doblar el papel para formar un reposapalillos con la forma del mismísimo Monte Fuji.

 

Un packaging de lo más original que enlaza, a su vez, con otra de las tradición de fuerte arraigo en Japón: el origami. De hecho, ¿sabías que el origami empezó como un ritual religioso en el siglo VII? Aunque no fue hasta el siglo XVII que se volvió un pasatiempo, cuando el papel dejó de ser un artículo de lujo. 

La historia del diseño de las fundas para palillos japoneses esconde, a su vez, otras muchas más historias. Por ejemplo, la del hombre que coleccionó más de 800 fundas de palillos. ¿Por qué? Porque tras sobrevivir a la guerra, a un campo de trabajo en Siberia y volver a Japón, encontró en estos diseños una forma de conservar recuerdos.

Ahora ya sabes que lo que parecía un simple objeto desechable puede contar la historia de la identidad japonesa, su gastronomía y su evolución cultural.

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