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Conversaciones ortográficas: El sindiós de los gentilicios en español

 —Está la ciudad que dan ganas de inventarse otra.

—Pues no es mala idea. Si lo haces, llévame contigo.

—Tengo hasta el nombre pensado: Torreznia

—Déjame adivinar cuál será el plato nacional…

—Exacto… barritas energéticas de las de comer con pan y vino.

—¿Y cómo se llamarán sus habitantes: torreznos, torreznenses, torreznacos…?

—No sabría decirte, pero torreznacos tiene su punto…

—¿Y si preguntas a la RAE?

Con los gentilicios hemos topado. Se trata de adjetivos que designan el lugar de origen de alguien o algo, vivan o no allí. Así que el que nace en Soria, soriano se queda, por mucho que resida en Cádiz o Berlín. Si entrañan cierta dificultad es porque no hay reglas fijas para crearlos. Lo que sí existe es una serie de sufijos que contribuyen a su formación.

Los más habituales son –aco/-aca (austríaco o austriaco); -ano/-ana (italiano); -eco/-eca (guatemalteco); -ense (bonaerense); -eño/-eña (gibraltareño); -és/-esa (cordobés); -ino/-ina (granadino); y -o/-a (ruso). Pero también existen -iense (parisiensie); (iraní); o -iano (bostoniano). Vamos, que hay de todo, como en botica.

Algunos tienen su origen en el nombre latino o griego de la ciudad, como en bilbilitano (de Calatayud, la antigua Bílbilis), abulense (de Ávila, antigua Abila) o gaditano (de Cádiz, la antigua Gádir). En otros casos, se admite un doble gentilicio: malagueño y malacitano (de Málaga), brasilero y brasileño (de Brasil) o el prolífico jaenés, jaenero, jienés, jienense, jiennense y giennense (de Jaén).

Por si no nos hemos vuelto demasiado locos aún, cuando dos ciudades comparten el mismo nombre pero están en provincias o países diferentes, sus gentilicios también tienden a ser distintos. Por eso tenemos conquenses (de Cuenca, España) y cuencanos (de Cuenca, Ecuador) o alcalaínos (Alcalá de Henares) y alcalaeños (de Alcalá del Júcar).

Tal es el sindiós que reina en los gentilicios, que la Fundéu, a través de la Wikilengua, ha tratado de establecer unas bases que nos orienten en esto de poner nombre a nuestro origen. Eso sí, para no meterse en jardines patrios, que ya vemos cómo está el patio en este santo país, se centra solo en gentilicios extranjeros.

Así pues, ¿cómo deberían llamarse los nacidos en Torreznia (qué hermosa eres)? Ya os adelanto lo que dirían los sabios: formen ustedes el gentilicio como les salga de la creatividad.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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