Estas líneas que aparecen en tu pantalla, los vídeos que ves en Youtube, las búsquedas vergonzantes que no quieres que se sepan… todas viajan por la red de redes y, si los servidores están alojados en otro continente, llegarán hasta tu portátil o smartphone por unos larguísimos cables submarinos que dan la vuelta al mundo. Frágil fibra óptica que va de Europa a América, de ahí a Asia, pasando por África y Oceanía y vuelta a empezar hasta alcanzar casi un millón de kilómetros de cableado circunvalando la Tierra.
La historia de esta obra de ingeniería comienza en 1850, cuando Francia e Inglaterra plantan el primer telégrafo por el Canal de la Mancha. A las pocas horas, ocurre también su primera avería al estar tendido sobre unas rocas. Hoy, que hay tantos y tantos kilómetros, se producen de media entre 100-150 cortes al año, según datos del Comité Internacional para la Protección de los Cables. En algunos están involucrados los tiburones, que atacan estas mangueras de fibra óptica a dentelladas.
«Los tiburones tienen en el hocico unos puntos negros que se llaman ampollas de Lorenzini, que son como unos granitos que van desde todo el morro y parte de la boca, que identifican campos electromagnéticos», explica el buceador Karlos Simón, experto en estos animales; «no solo detectan a sus presas por el olfato y la vista, sino que también por estos puntos negros». «Algunas especies, como las rayas, se entierran bajo la arena» para ocultarse de sus depredadores. Pero emiten un campo electromagnético y los tiburones, «la máquina de sentir más perfecta de la naturaleza», las detecta por su electricidad.
Por eso, cuando un tiburón detecta un cable que emite una onda electromagnética, «lo confunde con una presa y lo muerde». Para Simón, una de las pocas personas en el mundo capaz de dormir tiburones con sus manos desnudas, la prueba de que esta hipótesis es la más plausible la tiene por su larga experiencia con estos peces.
«Cuando buceamos, a veces hacemos filmación submarina en la que llevamos carcasas que dentro tienen elementos electromagnéticos como cámaras, flashes o focos», explica, «y de vez en cuando le pegan un bocadito». La otra teoría es que pueden ser simplemente curiosos y la forma que tienen de acabar con esa sensación es «pegar un bocadito». La mordedura de un tiburón puede alcanzar los 2.000 kilos por centímetro cuadrado, capaz de romper el caparazón de una tortuga.
Google ha decidido tratar de evitarse las averías causados por los tiburones. Primero hay que aclarar que la compañía se ha embarcado en un nuevo proyecto, FASTER, con el pretende tender un nuevo cableado por el pacífico de EE UU a Japón con una velocidad de 60 Terabytes por segundo. Según anunció Urs Hölzle, el pope de infraestructuras en la empresa, «es 10 millones de veces más rápido que un módem de cable».
Al parecer, en esta nueva obra de ingeniería Google recubriría su cableado de un material que lo hiciera más resistente e impidiera que se repitieran eventos como la ruptura de cables submarinos de 2008, cuando tres incidentes separados dejaron sin conexión de internet a regiones del mundo durante días, poniendo en duda la seguridad de estos complejos.
La compañía ha anunciado que recubrirá con kevlar, la fibra sintética que compone los chalecos antibalas, su futuro cable subterráneo. Otros fantasean si usará un material del que actualmente tiene la patente, llamado hilo de protección de polietileno. La cuestión es que Google ha decidido protegerse a sí misma y su negocio de la mordida de los tiburones.
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