¿Te acuerdas cuando todas las empresas presumían de ser más verdes que un campo de lechugas ? Eso que se conoce como greenwashing. Pues prepárate para una sorpresa: ahora la tendencia es guardar silencio. Sí, has leído bien. Las empresas están empezando a callar como tumbas sobre sus logros ecológicos. Bienvenido al fascinante mundo del greenhushing o, su alternativa en castellano, el ecosilencio.
Pero vamos a empezar por el principio: ¿qué es exactamente el greenhushing? Este término se utiliza cuando las empresas deciden deliberadamente no comunicar sus esfuerzos de sostenibilidad.
De gritar en verde a susurrar en eco
Hace no mucho, las empresas competían por ver quién tenía el logo más verde o quién plantaba más árboles. Era como si el mundo corporativo se hubiera convertido en un concurso de Miss Ecología. Pero ahora, de repente, parece que hablar de sostenibilidad se ha vuelto tan cool como llevar calcetines con sandalias.
¿Qué ha pasado? Pues resulta que las empresas se han dado cuenta de que presumir de eco puede ser un arma de doble filo. Algo que recuerda lo que siempre decía mi abuela: «La virtud es mejor mantenerla en silencio», o lo que es lo mismo, se atrapan más moscas con miel que con vinagre. Y quizá las empresas también se hayan dado cuenta de eso ahora también. Es mejor hacer cosas buenas en silencio que anunciarlas a los cuatro vientos.
El arte de callar (ecológicamente)
El greenhushing es básicamente el arte de hacer cosas buenas por el planeta sin ir pregonándolo a los cuatro vientos. Es como si las empresas hubieran adoptado el lema de «Haz el bien y calla». O como diría tu abuela: «La virtud, cuanto más escondida, más lucida».
Pero ¿por qué este cambio? Pues resulta que los consumidores nos hemos vuelto unos descreídos. Ya no nos tragamos cualquier cosa que nos vendan con una hojita verde en el logo. Somos como esos niños que ya no creen en Santa Claus, pero siguen pidiendo regalos, por si acaso.
Las razones detrás del silencio verde
- Miedo al greenwashing: Las empresas temen que, si presumen demasiado de sus logros ecológicos, alguien les acuse de estar haciendo greenwashing (que es básicamente maquillaje verde para tapar la porquería). Es como cuando intentas impresionar a alguien en la primera cita y terminas metiendo la pata hasta el fondo.
- Evitar el escrutinio público: Cuanto más hables de tus iniciativas verdes, más probable es que alguien se ponga a investigar y descubra que tu empresa contamina más que una fábrica de cohetes en China.
- No crear expectativas irreales: Si prometes ser más verde que el increíble Hulk, la gente esperará que cumplas. Y ya sabemos lo que pasa cuando las expectativas son muy altas: la caída es más dura que intentar hacer parkour en chancletas.
- Mantener una ventaja competitiva: Si descubres cómo hacer tu producto de forma más sostenible y, encima, es más barato, ¿para qué contárselo a la competencia? Es como guardar la receta secreta de la abuela.
- Evitar la presión: Una vez que empiezas a presumir de eco, la gente espera que sigas mejorando. Es como ir al gimnasio: en cuanto empiezas a presumir de músculos, todo el mundo espera que te conviertas en Arnold Schwarzenegger.
El dilema del ecosilencio
Pero claro, esto del greenhushing también tiene sus pegas. Si nadie habla de sus iniciativas ecológicas, ¿cómo vamos a saber quién está haciendo las cosas bien? Es como si todos los superhéroes decidieran actuar de incógnito. Sería genial para su vida privada, pero un rollo para los que queremos saber a quién agradecer por salvar la ciudad.
Además, ¿no deberían las empresas que están haciendo las cosas bien servir de ejemplo para las demás? Es como si el empollón de la clase decidiera no compartir sus apuntes. Egoísta, pero comprensible.
El futuro del ecosilencio
¿Y ahora qué? ¿Vamos hacia un futuro donde las empresas serán tan misteriosas sobre sus prácticas ecológicas como los espías de la Guerra Fría? ¿O es solo una fase, como cuando intentaste ser gótico en el instituto?
Lo cierto es que el greenhushing plantea preguntas interesantes. ¿Deberían las empresas ser más transparentes sobre sus prácticas sostenibles? ¿O es mejor dejar que las acciones hablen por sí solas? Es como el dilema del árbol que cae en el bosque: si una empresa hace algo bueno por el medio ambiente y nadie se entera, ¿realmente importa?
Quizás la clave esté en encontrar un equilibrio. Ser honesto sobre lo que se está haciendo, sin caer en el autobombo excesivo. Algo así como cuando presumes de tu nueva dieta, pero no le enseñas a todo el mundo las fotos de tu antes y después en bañador.
En cualquier caso, una cosa está clara: el mundo empresarial está cambiando su forma de abordar la sostenibilidad. Ya no es suficiente con pintar tu logo de verde y llamarte ecológico. Ahora se trata de hacer, más que de decir.