Groupon (casi) acabó con mi tienda de magdalenas

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Rachel Brown hace cupcakes, que es lo como ahora se llama lo que toda la vida se han llamado magdalenas. Un día decidió que quizá sería una buena idea dar un poco más de visibilidad a su negocio ofreciendo unos cupones de descuento de Groupon. Pues bien, no fue una buena idea.

La fiebre por los cupones, no los de la ONCE sino los de descuento,  disfruta de su mejor momento en toda la historia. Algo que hace tres décadas se hacía con aquellas libretas en las que venían suculentos vales de diez pesetas a descontar en caja cuando comprabas suavizante Mimosín, ahora se han transmutado en cupones virtuales para todo tipo de productos y servicios.

Yo mismo, no hay día que no lave el coche un par de veces por dentro y por fuera, que me haga community manager, que me aplique un alisado japonés en el cabello, o que haga un circuito de talasoterapia con masaje tailandés incluido. Pero no todo podía ser tan atractivo.

Como contábamos, Rachel Brown, gerente de Need a Cake, una panadería de Reino Unido, pensó que sería una buena idea que los nohabituales conociesen su negocio y probasen los cupcakes que con tanto cariño preparaba cada día. Lo único que tendría que hacer es aumentar un poco las cien docenas que hacía cada mes.

Los cupones ofrecían una docena de cupcakes, con un precio habitual de 24 libras, por sólo 6. Alrededor de un 70% de descuento para quien quisiera pasar a hacer una visita a Rachel. Todo parecía un plan perfecto hasta que llegó el final del día y, con él, el resultado de las ventas. 8.500 docenas de magdalenas vendidas. 102.000 magdalenas.

Brown tuvo que externalizar la producción para poder cumplir con los pedidos y gastó para ello unas 12.500 libras. El resultado fue, según la propia Brown, «su peor decisión en los negocios» y dilapidó los beneficios de todo el año. Queda por comprobar si lo que, en principio, parece una decisión catastrófica se convierte en una buena inversión publicitaria.

David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más). Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno. También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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