Alejandra Morales convive con la obsesión de su futuro esposo. A él le gustan las letras. Pero no las letras de filosofía y letras, «las letras que se encuentra por la calle». «Cuando paseo por la ciudad con Richard y pasamos por delante de los edificios es extraño», cuenta Morales. «Todo el mundo se fijaría en las ventanas, en las puertas, en las cornisas, pero él no, él lo único que dice es: mira qué linda esa tipografía».
Hace cuatro años que el inglés Richard Heap se paseó por Guatemala de mochilero y un flechazo al corazón, Alejandra mediante, le obligó a quedarse. No le importó abandonar su Manchester natal para mudarse a este país de Centroamérica. De lo que no podría huir nunca el diseñador gráfico es de su obsesión por las tipografías, y al parecer la Zona 1, un distrito histórico de la Ciudad de Guatemala, ha resultado ser un nuevo motivo de adicción para su vicio, esta vez convertido en proyecto.
«Se llama Guatemala City type project», explica Heap en videoconferencia. «Lo que hago es documentar letras urbanas, y de ellas saco tipografías para realizar un archivo que se pueda utilizar digitalmente». Su proyecto ya ha sido reconocido por Creative Review.
El británico, que cuando no anda por ahí sacando fotografías a los carteles de las avenidas trabaja en el estudio de arquitectura Domos, da como razón a su iniciativa personal que ya estaba «aburrido» de que siempre utilizásemos «los mismos tipos de letras».
«Amo la tipografía», se expresa, «pero no entiendo por qué buscamos solo las que nos ofrecen las webs cuando en sitios como la Zona 1 de Guatemala tenemos algunas preciosas en la misma calle. Además, el uso de una u otra tipografía se ha convertido en un asunto de tendencia, y cuando una se pone de moda todo el mundo la usa. Eso ya me parece una locura. Lo bonito de cada tipografía es su técnica, su habilidad, sus factores…»
De momento lleva nueve alfabetos distintos inspirados en edificios de ese barrio histórico como el Engel o la Perla, y están por venir al menos «otros ocho». Ya está barruntando lo bonitas que son las letras del Estadio Olímpico.
Su método empieza por salir a pasear «en coche porque en la ciudad no es tan seguro pasearse con una cámara grande». Después se sitúa cerca del edificio en cuestión y fotografía su cartel desde todos los lados posibles. «Lo malo es que casi nunca se puede fotografiar totalmente de frente el anuncio, y eso hace más difícil el trabajo posterior».
«Cuando tengo 20 o 30 fotos las pongo en Photoshop, elijo las cinco o seis mejores y, a partir de las letras que tengo, me pongo a hacer cálculos matemáticos». Cuenta que tiene que valorar «la forma y los ángulos» de cada una de las letras que posee para averiguar cómo deberían ser, «en función a esos parámetros», todas las demás de ese alfabeto. «Es como leer un libro», dice Heap. «Buscas pistas, un sistema… es casi como ser un detective».
Confiesa que le gusta imaginar cómo sería la Zona 1 hace 60 años, en su apogeo. Alejandra aporta que cuando su madre «estaba chiquita» este barrio era el sitio «trendy». «Después nacieron otras zonas, como la Zona 10, que también se conoce como Zona Rosa, y esta quedó más abandonada. Empezó a estar más sucia, algunos edificios dejaron de mantenerse y empezó a tener demasiada delincuencia».
«Pero es que es un barrio realmente bonito», interrumpe el diseñador; «parece que a nadie le importan las letras de la calle, pero las de los edificios de aquí son una joya. Son carteles que se instalaron entre 1920 y 1960, y por aquel entonces cada letrero, cada estilo de tipografía, estaba muy de acuerdo con la arquitectura. No les hacía falta ser tan sofisticados. Son clásicos, elegantes. Hacían que los edificios tuvieran una personalidad que los de ahora no tienen. Yo creo que esta tipografía hoy en día es muy atractiva, igual que lo son los packaging y los productos que nos recuerdan a otras épocas».
Le queda a Heap la tristeza de que en la entrevista que le hizo Creative Review, algunos se quejaron de que dijera que la Zona 1 está mal cuidada y peligrosa, «pero es que lo está», reivindica. «Lo que pasa es que mi intención no es denunciar eso, sino hablar de la belleza que tienen esas calles y que podría ser recuperada».
Alejandra, como esposa y guatemalteca, da fe de las buenas intenciones del extranjero. «Lo que hace Richard con su trabajo pienso que nos hace apreciar más lo que hay en Guatemala. Nos pone en el radar, pero por lo bueno, no por lo malo. Yo creo que hace apreciar más la belleza de esta ciudad».
A ella sí le gustan las manías de su chico.
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