[pullquote author=»Oscar Wilde»]He pasado la mañana colocando una coma y toda la tarde quitándola[/pullquote]
Así bautizaron a esta maquinilla sus creadores, Adam Leeb y Patrick Paul, en su exitosa campaña de Kickstarter de 2014. «Todo el mundo, y sobre todo los millenials, saben que tienen que defenderse con uñas y dientes de las distracciones del mundo exterior», explica Leeb. «Así que en vez de crear un ordenador multifunción, preferimos centrarnos en diseñar la mejor experiencia para el escritor».
Al parecer no les convencía que su invento llevara el nombre de un escritor broncas, mujeriego y borracho que, además, se suicidó de un escopetazo. Así que ahora la Hemingwrite se llama Freewrite, un nombre políticamente correcto y para todos los gustos.
La propuesta es genial de todos modos: un programa básico de escritura, teclado, pantalla y una batería interminable. «La Freewrite no es para cualquiera», advierte Leeb. «Pero cuando el profesional se acostumbra a esta herramienta específicamente diseñada para él, su utilidad se vuelve evidente».
A Steve Jobs la tosquedad estalinista de su carcasa negra y sus palancas le habría producido espasmos de horror estético. Pero la Freewrite es la mar de efectiva. No permite acceder a la redes ni surfear la red. Sólo conectividad wifi para subir textos a la nube: Dropbox, Evernote y Google Drive. Y pronto también a iCloud.
Ya se sabe que los escritores sienten esa necesidad ridícula de trabajar sin interrupciones y por eso se esconden dentro de los roperos o escapan a una cabaña en medio del bosque, como Thoreau. Eso es lo que Leeb y Paul comprendieron: «Nuestra meta es eliminar todo lo innecesario para que el escritor pueda concentrarse».
Pero la Freewrite no es la única máquina que tiene menos prestaciones que un chupachups. Esta tendencia, o esta industria, comenzó en los 80 con la aparición de las primeras máquinas eléctricas con pantallitas digitales: las Olivetti y las Panasonic. Y para 2012 ya había surgido la Alpha Smart.
Como la Freewrite, la Alpha Smart transfería los textos a un ordenador a través de puertos ADB, PS/2 o USB; recién entonces podían formatearse o imprimirse. Aunque parecía un cruce de Blackberry con un bicho de Space Invaders, la Alpha Smart era económica y su pantalla, algo más grande que la de la Freewrite.
Por supuesto, los manitas de la electrónica también hacen de las suyas. Con la aparición de la Raspberry Pie, algunos se construyeron sus propios procesadores de texto. (La Raspberry Pie es una placa madre tamaño caja de Avecrem, de bajo coste pero dotada de todas las funcionalidades de una CPU). Las versiones más recientes vienen con wifi, pero sin sabor a pollo.
Lo cierto es que sería más sencillo desconectar el navegador y Skpye, y plantearse una dieta estricta de internet. Pero sería como esperar mesura de la monita aquella que tenía un orgasmo cada vez que le daba a un botón. Nosotros somos iguales: nada nos gusta más que darle a los botoncitos del aparato que sea.
Otro proyecto desarrollado por crowdfunding es Qwerkywriter. Un teclado nostálgico que nos devuelve a la época en que escribir sólo implicaba escribir. Los fans de Chandler y los dandis que sueñan con escribir de traje y sombrero, como Wolfe, estarán encantados. Qwerkywriter se conecta por Bluetooth y hasta emite sonido de teclas.
Esa misma apreciación por lo antiguo llevó a Jack Zylkin a desempolvar su vieja máquina de escribir. Sabía que no conectarse a la red era impensable, así que inventó un sensor que convertía su vieja Royal en teclado. «Ahora vendo un kit de conversión que cualquiera pude instalar».
El sensor funciona con tarjeta de memoria SD, cable USB o Bluetooth, y es adaptable a casi cualquier máquina. «He salvado del olvido más de 1.000 de ellas». Los que quieran desarrollar los músculos del antebrazo ya saben a quién acudir.
¿Y qué tiene que ver la Freewrite con todo esto? Pues que hasta ahora ha sido el más exitoso de todos los intentos para eludir la distracción. Y no sólo eso, al teclear sin poder volver atrás se evitan las interminables reescrituras y la hipercorrección que señalaba Wilde.
Sin embargo, a muchos les hubiera gustado que no le cambiasen el nombre, que la Freewrite llevara orgullosamente el nombre del escritor impresentable. Y a él también le hubiera gustado, porque la escritura es para los decididos. «Escribe la mejor historia que puedas», solía decir Hemingway. «Y hazlo de la manera más directa que puedas».
3 respuestas a «Hemingwrite: el ordenador antidistracción»
Creo que es Rapsberry Pi, como el número, no como pastel en inglés.
Jajaja mencantó !
Quedé maravillado de la Freewrite. Es de verdad una máquina de escribir para escribir pero metida en estos ordenadores y chips. Sobretodo me gusta que uno, como escritor, no lo va a distraer…¡Dónde la venden? Le Escribo desde Bogotá, Colombia.