Creatividad

Hilma af Klint, el redescubrimiento de una artista adelantada a su tiempo

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Al hablar de los primeros pintores que se atrevieron con la abstracción en época contemporánea, a cualquier persona con unas nociones básicas en arte contemporáneo le vendrán a la cabeza nombres como Vasili Kandinski, Piet Mondrian o Kazimir Malévich. 

Sin embargo, rara vez se menciona a Hilma af Klint, apartada durante décadas de los libros de texto y enciclopedias, condenada al olvido o, como gran cosa, a una breve nota a pie de página mencionando los gustos esótericos de una artista sueca de principios del siglo XX que experimentó con la abstracción.

Más de un siglo después, los historiadores del arte han descubierto, por fin, que la obra de Klint es tan extensa, variada y sugerente como la de otros grandes maestros de su época y que forma parte del olimpo de los pioneros del arte abstracto moderno. Pero si la obra de Hilma af Klint es tan determinante para comprender los movimientos vanguardistas del inicio del siglo pasado, la pregunta surge inmediatamente: ¿Por qué ha permanecido en el olvido un siglo entero? ¿Hablamos de otro flagrante caso de menosprecio hacia la artista solo por el hecho de ser mujer?

Algo de eso hay, pero no es la razón principal. ¿Acaso, al trabajar siempre en su Estocolmo natal, Klint se hallaba lejos de los grandes centros donde se reunían los pintores abstractos más ilustres? No lo parece, ya que estuvo en contacto con varios creadores y teóricos de la época. ¿Quizá carecía de recursos para difundir su obra? Nada más lejos de la realidad, ya que nació en una familia aristocrática y no encontró obstáculos para desarrollar su pasión.

Fotografía de la artista sueca Hilma af Klint (1862–1944) en su estudio de Hamngatan en Estocolmo. Cortesía The Hilma af Klint Foundation. ©The Hilma af Klint Foundation, Bilbao 2024

La respuesta, en realidad, hay que buscarla en la propia Hilma af Klint, en la forma que tenía de ver sus obras más vanguardistas. Las consideraba demasiado adelantadas a su época, pensaba que el público de principios del XX no estaba preparado para ver una producción tan innovadora. Por ello, tan solo enseñaba sus obras abstractas a personas muy concretas que compartían sus ideas y su forma de ver el arte. Para el resto del mundo, Hilma af Klint era una pintora de cuadros figurativos, de estilo mucho
más clásico, que de eso también produjo mucho y bien, con diversas exposiciones y aprobación de la crítica.

‘Paisaje estival’ (Sommarlandskap), 1888. Óleo sobre lienzo 88 x 148 cm. Dorsia Hotel, Gotemburgo, Suecia. Foto: Cortesía The Hilma af Klint Foundation ©The Hilma af Klint Foundation, Bilbao 2024

Poco antes de morir, la artista pidió a sus herederos que difundieran su obra, pero no al momento, sino exactamente 20 años después de la fecha del fallecimiento, que ocurrió en 1944. Es decir, el mundo no vio la obra más vanguardista de Hilma af Klint hasta 1964, cuando su familia cumplió con lo acordado y comenzó a difundirla a través de exposiciones y publicaciones. Había pasado más de medio siglo desde que se produjeron las piezas más destacadas, ¿estaba ya el mundo preparado?

Serie Eros, Serie WU/Rosa, Grupo II (Erosserien, Serie WU/Rosen, Grupp II), n.º 5, 1907
Óleo sobre lienzo 58 x 79 cm Cortesía The Hilma af Klint Foundation, Estocolmo, HaK 31
©The Hilma af Klint Foundation, Bilbao 2024

Pues, curiosamente, parece que no del todo. En plena época del pop-art y el
minimalismo, Hilma af Klint no atrajo el interés ni de historiadores ni de coleccionistas. Por suerte, la familia nunca ha dejado de difundir el arte de su predecesora, como lo demuestra el trabajo de la Fundación Hilma af Klint, dueña de la mayoría de los cuadros, que nunca duda en ayudar a quien se interesa por la artista y está siempre dispuesta a prestar su patrimonio a las galerías y museos que lo soliciten. Gracias a ese empeño, desde la década de 1980 Hilma af Klint está adquiriendo una fama más que merecida.

Sin título, Las Cinco (Titel saknas, De Fem), 1908 Pastel seco y grafito sobre papel 53,2 x 63,4 cm Cortesía The Hilma af Klint Foundation, Estocolmo, HaK 1252 ©The Hilma af Klint Foundation, Bilbao 2024.

Entre lo material y lo espiritual

Así es como ha llegado a Bilbao la exposición monográfica que se podrá visitar hasta el 2 de febrero de 2025 en el Museo Guggenheim. Un viaje por las sorprendentes creaciones de una artista intrigante, adelantada a su tiempo, cautivada por el espiritismo. Cuanto más descubren sobre ella, los historiadores del arte se topan con más misterios en los que indagar.

«Es arte fresco, una suerte para quienes estudiamos la historia del arte», afirma Lucía Agirre, una de las dos comisarias de la muestra. La otra comisaria es Tracey R. Bashkoff, que ya dirigió la exposición que en 2018 se pudo ver en el Guggenheim de Nueva York. La de Bilbao, aunque basada en la de hace seis años, es más extensa, incluye más cuadros y profundiza más en el contexto histórico y teórico de la obra. De hecho, son cientos de piezas, que ocupan toda la segunda planta del Guggenheim de Bilbao.

Se trata de una selección de obras que permite al público conocer la inmensa
producción de Hilma af Klint, que tuvo una larga vida dedicada al arte en la que pintó miles de cuadros. Nacida en 1862, la posición acomodada de su familia le permitió estudiar en la Real Academia Sueca de Bellas Artes. Además, como sus antepasados habían sido militares, tuvo acceso a documentos cartográficos y científicos que influenciaron sus obras posteriores.

El punto de vista de Buda en la existencia mundana, Serie II (Budhas ståndpunkt i jordelifvet, Serie II), n.º 3a, 1920. Óleo y grafito sobre lienzo 37 x 28 cm Cortesía The Hilma af Klint Foundation, Estocolmo, HaK 471 ©The Hilma af Klint Foundation, Bilbao 2024

En Bilbao se pueden observar algunas de las pinturas más clásicas, aún figurativas, que dieron paso a una época más vanguardista, donde la abstracción se hace más patente cada vez. Aun así, Hilma af Klint siguió pintando motivos figurativos en algunas de sus series durante toda su vida.

Sin duda, su época más prolífica fue la que va de 1906 a 1915, cuando sus convicciones más íntimas y sus proyectos vitales coincidieron plenamente con un período de creación exhuberante, con cientos y cientos de lienzos y dibujos organizados en series, que mostraban una evolución artística increíblemente veloz, profundizando cada vez más en un estilo único. Es la época de las Pinturas para el templo, quizá el período más icónico de Klint.

Para entender la motivación tras la obra en las primeras dos décadas del siglo XX, es imprescindible conocer las profundas creencias que guiaban a Hilma af Klint y su círculo más próximo de artistas. El espiritismo, muy de moda en aquella época, cautivó a la artista, que pronto comenzó a introducirse en el movimiento de la teosofía, un movimiento que buscaba una realidad espiritual profunda a través de la intuición, la meditación y la transcendencia.

Las Pinturas para el templo son, de hecho, las obras que debían decorar un verdadero templo que Klint había planeado construir basándose en las ideas de la teosofía, un edificio helicoidal con una gran torre del que la artista dejó varios bocetos. El templo no llegó a construirse, pero la gran colección de obras que debían adornarlo ha llegado casi intacta a nuestros días. El espiritismo era, además, una vía de creación para Hilma af Klint.

El árbol del conocimiento, Serie W (Kunskapens träd, Serie W), n.º 1, 1913. Acuarela, gouache, grafito y tinta sobre papel 45,7 x 29,5 cm. Cortesía The Hilma af Klint Foundation, Estocolmo, HaK 133 ©The Hilma af Klint Foundation, Bilbao 2024

Especialmente durante la prolífica época de las Pinturas para el templo, formaba parte de sesiones de espiritismo en grupo, en la que entraba en contacto con unos maestros o guías que le indicaban qué y cómo pintar, en una especie de creación dirigida. Así surgieron formas, figuras y colores que unían el mundo espiritual con el material, que transmitían ideas que iban más allá de la percepción cotidiana.

De esta forma nacieron algunas de las primeras obras abstractas de la historia del arte moderno, en sesiones de espiritismo que Hilma af Klint realizaba junto a sus compañeras más íntimas, un grupo de artistas, todas mujeres, llamado Las Cinco. Se trata, según Lucía Agirre, de «un conjunto magnífico de obras, algunas de ellas grandiosas, porque eran para un templo».

Desde la perspectiva actual, Hilma af Klint, Las Cinco y los seguidores de la teosofía pueden parecer un grupo de locos, aislados de la sociedad, con unas ideas muy extrañas. No obstante, según explica Agirre, aquel pensamiento seguía las corrientes de la época. De hecho, creadores de todo tipo se apoyaron en el espiritismo para profundizar en sus ideas sobre la sociedad y el arte.

El salto entre los siglos XIX y XX fue un momento de destacados avances científicos, donde grandes descubrimientos consiguieron explicar los fenómenos naturales sin recurrir a creencias religiosas. El espiritismo y sus derivados eran, por tanto, una vía que permitía conciliar la ciencia y la espiritualidad. Es más, lejos de encerrarse en pensamientos etéreos, Hilma af Klint siempre fue una mujer implicada en las preocupaciones de su tiempo y su entorno.

Por ejemplo, en pleno movimiento sufragista, ella fue una de las firmantes de una petición para que las mujeres pudieran votar en Suecia. Ahora bien, su obra más vanguardista siempre quedó reservada para quienes tenían
una sensibilidad similar a la suya. Tracey R. Bashkoff recuerda que «en el mundo de principios del siglo XX, la pintura abstracta tenía muchos detractores; artistas prestigiosos como Kandinski y Mondrian recibieron críticas horribles, por lo que una mujer habría sufrido aún mayor rechazo».

Cuando consideró que el mundo todavía no estaba preparado para entender sus obras, Hilma af Klint no andaba mal encaminada. Después de concluir la fase de las Pinturas para el templo, siguió experimentando prácticamente hasta que falleció. La serie dedicada al átomo, que también se puede
ver en Bilbao, es una muestra clara de su fascinación por la unión de lo natural y lo espiritual.

Poco a poco, se fue alejando de la creación guiada por los maestros a través del espiritismo. Se acercó a las formas geométricas primero y a series basadas en elementos biológicos después, como las formas botánicas de la serie Sobre la contemplación de flores y árboles. «En los años 1920, 30 y 40 vemos una Hilma más liberada; aunque seguía practicando el espiritismo, ya no lo utilizaba para crear», afirma Lucía Agirre.

Influenciada por Rudolph Steiner, creador de la antroposofía, de la que Klint era seguidora, la artista sueca comenzó a buscar en el mundo natural una nueva forma de experimentar lo espiritual.

Un legado por descifrar

El previsible espanto que habrían causado sus cuadros no empujó a la artista sueca a rechazar su propia obra, ni mucho menos. Cuidó con mimo sus cuadros para que no se destruyeran con el tiempo y documentó exhaustivamente toda su obra, de principio a fin, en unos detalladísimos cuadernos que dejó a sus herederos. Así, cuando 20 años después de morir toda su obra se presentara al mundo, habría una guía precisa
para interpretar sus creaciones.

Era tan metódica a la hora de clasificar su obra que sus miles de lienzos y dibujos están organizados por series, y cada serie en grupos. Cada pieza de un grupo está numerada para identificarla individualmente, ya que los cuadros de Klint suelen carecer de título. «Preparó y editó toda su obra para que se entendiera en el futuro», añade Lucía Agirre.

Retablo, Retablos, Grupo X (Altarbild, Altarbilder, Grupp X), n.º 1, 1915. Óleo y lámina de metal sobre lienzo 237,5 x 179,5 cm. Cortesía The Hilma af Klint Foundation, Estocolmo, HaK 187
©The Hilma af Klint Foundation, Bilbao 2024

Incluso hizo una serie de diccionarios para explicar el significado de las letras que escribía en sus pinturas, ya que utilizaba una serie de códigos. «Es como un mapa que aún estamos descifrando». Entre la copiosa documentación que dejó, se encuentran los llamados cuadernos azules. En ellos, Hilma af Klint describió una a una sus obras más vanguardistas, con
dibujos a escala de todas ellas e incluso detalles ampliados a modo de zoom. También incluyó fotografías de los cuadros, lo cual no era nada barato a principios del siglo XX.

«Estos cuadernos azules son los que llevaba de un lado a otro para enseñárselos a la gente que ella consideraba que tenía la mentalidad adecuada para comprender su arte», cuenta Agirre. «Para los historiadores del arte, Hilma af Klint es un chollo, hay mucho que descubrir».
Es tan extenso su legado, que los expertos siguen aprendiendo cada día de los cuadernos, aunque ya han pasado cuatro décadas desde las primeras exposiciones grandes dedicadas a la artista sueca.

No solo los cuadernos, las propias obras también revelan nuevos tesoros escondidos cada vez que se observan. «Es que son cuadros llenos de detalles, a veces diminutos», desvela Lucía Agirre con pasión. Son símbolos unidos a la teosofía y a la antroposofía, a las religiones del mundo, a la unión entre lo material y lo espiritual, sin olvidar el cuidadísimo uso de los colores.

«Es posible que lo que estamos explicando ahora se haya quedado obsoleto dentro de unos años», explica la comisaria, anticipando las sorpresas que aún podría esconder Hilma af Klint. De momento, en Bilbao podemos disfrutar de «una Hilma al completo», la evolución de una artista única, pionera del arte abstracto, adelantada a su tiempo y que conscientemente prefirió ocultar su obra hasta que llegaran generaciones más preparadas para entenderla. Una creadora que, según Tracey R. Bashkoff, «tuvo el
deseo de alejarse de las normas restrictivas».

Este post fue modificado por última vez el 9 de diciembre de 2024 10:13

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