Como especie, la evolución ha sido la siguiente: animales, herramientas, evolución a individuos cazadores, tribus nómadas, agricultura y asentamientos. Luego, como organizaciones: convivencia, ciudades, culturas compartidas, identidades, territorios comunes, rivalidades y guerras. Eso pasó en muchos miles de años, pero ahora va todo más rápido.
Después de la Edad Media, ya no era una cuestión de supervivencia física, sino intelectual e ideológica. Ya no estábamos en la caza o las tierras, sino en las ideas y las religiones. La religión lo guiaba todo, el primitivismo tribal africano, las culturas precolombinas en Sudamérica, los cultos asiáticos… En general, siglos en base a ideaciones que explicaban la vida, de forma simplista y con muchas imágenes, como un libro con muchas fotos, porque la gente no sabía leer. Y eso fue cimentando estructuras culturales. A ritmos muy distintos.
Eso dio forma a sistemas de creencias muy distintos porque no existía quien los alineara en el mundo. Los chinos llevaban miles de años escribiendo, de esa forma tan rara pero sabia, sin que nadie más lo supiera. En Egipto se pusieron faraónicos, y en Europa los imperios iban cambiando de dueño, mientras en África seguían cazando… Todo eso básicamente demuestra que, cuando una cultura es autosuficiente, crea sus propios mecanismos y su propia evolución. Nunca coinciden porque no comparten nada. Y eso provoca que no lleven el mismo ritmo. Esa es una de las claves para explicar lo que pasa en el mundo: las distintas velocidades.
En Europa hubo un Renacimiento precioso, un desbarre Barroco y luego una secuencia de ismos hasta hoy, donde ya vale todo. Básicamente, se iban alineando y desalineando formas de entender la vida. Un continente educándose lentamente.
En los territorios no había de todo para todos. Así que había que ir a cogerlo a casa de otro. Algunos se sintieron exploradores del mundo e inventaron la palabra conquistar
Y en la parte física y no religiosa, con los siglos, en el mundo, además de la religión, empezaron a prevalecer criterios como la prosperidad y el bienestar. Y básicamente en los territorios no había de todo para todos. Así que había que ir a cogerlo a casa de otro. Algunos se sintieron exploradores del mundo e inventaron la palabra conquistar.
Así las cosas, llegó una etapa de colonialismos, guerras santas, revoluciones industriales, guerras mundiales y, por fin, democracias. Con matices y con distintas velocidades en el mundo. Esa falta de sincronización hace que hoy tengamos civilizaciones en estado 3 compitiendo con civilizaciones en estado 1.
Haciendo zoom en los últimos dos siglos, puede verse que es donde se han producido las principales divergencias entre países y territorios. O, mejor dicho, cuando se han evidenciado. Siempre por temas ideológicos, religiosos o identitarios, al menos de boquilla, pero en realidad con una agenda oculta clara de intereses económicos.
En Sudamérica, la eterna resentida, aún reinan estados personalistas populistas que son la antesala de una democracia. La religión aún es un tótem, o una excusa, que amansa al individuo. Ante esa mansedumbre, cualquier político populista listo que busque un enemigo común en el mundo o en el pasado aglutinará bajo su capricho a las masas. Es un patrón más o menos extendido.
Rusia es el sueño incumplido. La nostalgia que se revuelve. Una triste promesa de felicidad y abundancia sin esfuerzo que nunca funcionó
En algunos sistemas asiáticos, la religión establece unos estratos sociales infranqueables: si naces campesino, mueres campesino. Un entramado cultural que impide una administración justa y fomenta la explotación. En la zona del Golfo, el petróleo creó una civilización rica y poderosa, pero anacrónica y anclada en la Edad Media en muchos aspectos. Cualquiera les dice nada.
Rusia es el sueño incumplido. La nostalgia que se revuelve. Una triste promesa de felicidad y abundancia sin esfuerzo que nunca funcionó. Porque si nadie tiene nada, nadie comparte nada.
Estados Unidos se convirtió en un supermercado consumista con una cultura de plástico y sexy para el resto del mundo. Aunque, como cualquier moda, ahora decae.
Y Europa se ha convertido en un precioso museo. Es el viejo profesor del mundo cuyas enseñanzas éticas y estéticas ya no interesan.
Hoy estamos en un nuevo momentazo de la historia. La globalización ha hecho que las civilizaciones vivan razonablemente bien. Seamos sinceros, en el mundo ya no hay que cazar para vivir. Existe la obesidad como enfermedad global por primera vez en la historia de la humanidad. Ya no se puede atacar a otros, aunque haya quien lo sigue intentando. Todos venden a todos, hay tantos intereses cruzados que lo que pasa es más complejo. Pero se puede decir que el mundo está gobernado. Con sus muchos problemas y sus miserias, pero gobernado.
El mundo se ha globalizado por la tecnología y todo se sabe, se ve y se comparte, y aquellas divergencias profundas, religiosas, estéticas, culturales y de ritmo de evolución se han tamizado en su apariencia, pero no en el fondo.
Hay sociedades teocráticas con formatos contemporáneos, porque tienen YouTube y TikTok, pero rezan de rodillas cada día o se mutilan al nacer. Y países con hambruna, pero con 5G. No tienen comida, pero sí datos. Las religiones ya no son la explicación de la existencia, sino imaginarios estéticos, excusas para hacer turismo y ver culturas fotogénicas.
La sociedad se ha acomodado y se ha aburrido. Así que ahora estamos en el detalle, porque lo gordo ya está muy resuelto
La sociedad se ha acomodado y se ha aburrido. Así que ahora estamos en el detalle, porque lo gordo ya está muy resuelto. Nos miramos el ombligo, a nuestro interior, porque ahí fuera está todo bien. Ni religión ni economía, ahora hay que entretener a la gente con ética, filosofía en formato moderno. Los populismos de izquierdas que decían verdades mágicas y universales; el individuo, el feminismo, la autorrealización, los derechos sin obligaciones, la libertad de pensamiento… Pero hasta de eso nos hemos cansado.
Estamos hasta el WOKE de todo eso. Como individuo, si lo pienso un poco, no hay tantas cosas que no pueda hacer. En realidad, no me siento tan oprimido por el sistema como decían. Y siento que me estaban creando un discurso, discursa, discurse que no era el mío.
Porque la realidad es que en civilizaciones modernas quemamos ciclos cada cinco años. Así que ahora volvemos a temas identitarios y de territorio, pero con un discurso mejor diseñado. Porque es un viaje de vuelta, no de ida. Esa es la gran novedad. Habíamos llegado hasta extremos absurdos y artificiales de evolución.
Necesito volver a recordar quién soy, como territorio, y defenderme de otros. No quiero que el mundo sea todo igual, recuerdo que mi país o mi continente solía ser una cosa distinta a otros. Estábamos mejor solos. El vecino es un aprovechado…
Después de haber conseguido que el mundo sea uno, que se beba Coca-Cola en cualquier rincón del mundo, quiero volver a sentir una identidad propia. Vuelvo a ser gregario y a buscar alianzas porque, como individuo, en realidad no sé ni lo que quiero. Me viene grande ser yo mismo
Después de haber conseguido que el mundo sea uno, que se beba Coca-Cola en cualquier rincón del mundo, quiero volver a sentir una identidad propia. Vuelvo a ser gregario y a buscar alianzas porque, como individuo, en realidad no sé ni lo que quiero. Me viene grande ser yo mismo.
Los líderes que han sabido construir ese discurso son los que más congregan ahora. Y por eso Putin, por eso Trump, por eso Milei o por eso Meloni… Con miedo o con buenas palabras, según en qué fase de civilización estén, pero la esencia es que triunfa la idea de volver a ser quienes eran (America great again). Porque ser todos amigos es un coñazo y no compensa económicamente. Y, de paso, porque como los recursos se están acabando, necesito protegerme. Tener poder para preservar lo mío.
Se podría considerar una regresión. Volver a los territorialismos es una vuelta atrás, es ese viaje de vuelta. Empieza con cuestionar los macroterritorialismos (el euroescepticismo, las grandes alianzas, la OTAN, la OMS, cosas así); luego los territorialismos culturales (identidades culturales, países nórdicos, Europa del Este, Emiratos…). Después los microterritorialismos nacionales (el bréxit, Irlanda del Norte…) y los nanoterritorialismos (independentismo catalán o belga); y de ahí al provincialismo, el tribalismo y la caza hay un paso.
Resumiendo, mi teoría es que de la caza a la obesidad todo ha ido bien, nos educábamos como especie, la religión (las religiones) ha sido el gran pegamento, la educación nos hizo mejores, pero no a todos igual, ni al mismo ritmo. Y empezaron las envidias y las migraciones. Cuando el mundo se interconectó y unos se vieron a otros, se sintieron o más fuertes, o más listos o fueron más espabilados. Pudimos ver que hay civilizaciones distintas en base a comportamientos muy dispares.
Grandes masas de personas con temor de Dios que se sienten bien siendo devotos (Latinoamérica o muchos países del lejano Oriente). Gente gobernada por principios morales y humanistas pero incapaz de defenderse (Europa o muchos países asiáticos). Gente entregada a causas nacionales supremacistas (Corea del Norte, Rusia, incluso EEUU ahora). Gente silenciosa y poderosa (Arabia, Israel). Gente hormiguita y productiva que se trabajan su futuro cada minuto (China o India).
El ser humano es así: a pesar de la evolución, solo hay cazadores y presas. Hay quien tiene miedo al enfrentamiento y quien no. Y uno se merienda al otro. Por autoridad, por fuerza o por superioridad moral.
El poder, la dominación, es algo antropológico y con ello la rivalidad. Las tribus luchaban, las ciudades se amurallaban, los países pusieron fronteras, los continentes tuvieron guerras mundiales. Construir un mundo común ha sido un trayecto precioso, pero llegamos al momento individuo y ser uno mismo y… Todo el trabajo conciliador de los siglos pasados ha sido imprescindible, pero está llegando a los decimales. Ahora nos vemos frente al espejo y no nos gustamos.
Lo ideal será establecer una velocidad de crucero razonable, vivible. Dejar que las respuestas lleguen después que las preguntas. Necesitar, antes que conseguir. Querer antes que tener
Unos están a la autorrealización, otros al cemento, otros a las finanzas, otros siguen con el ganado, otros rezando, otros de brazos cruzados, otros en la guerra, otros mutilando clítoris. No podemos ser iguales, ni ser los mejores amigos. Porque ahora, como persona, no puedo permitirme tolerar tu forma de pensar. Se nos fue la mano con lo del individualismo y ha habido un final. Mi país se entiende con el tuyo, pero mi yo no acepta tu tú.
Hay un punto en que la idea general supera al entendimiento personal y se inicia el viaje de regreso a la identidad compartida, y por eso al mundo se le empiezan a ver las costuras. El discurso ya no es al individuo, sino de nuevo a la tribu. Y con ello los discursos gregarios y regresistas. Mejor hazte con un arco y unas flechas.
No sé si será tan dramático, pero habrá un ajuste, como en todo en la vida. No tiene por qué ser algo malo. Una cosa es disfrutar avanzando y otra vivir siempre a velocidad máxima y saltar de una cosa a la otra sin saber por qué. Lo ideal será establecer una velocidad de crucero razonable, vivible. Dejar que las respuestas lleguen después que las preguntas. Necesitar, antes que conseguir. Querer antes que tener.
Que no te hagan el lío. Están pasando muchas cosas en el mundo, pero es parte de un ciclo natural. La humanidad se explica mirando las cosas básicas, los instintos. Toda esa narrativa política, conflictos artificiales, corrientes de pensamiento… responden a cosas tan sencillas como el poder, la envidia o el aburrimiento. Desde la caza hasta hoy.