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‘Eso no estaba en mi libro de Historia natural’: un bestiario explicado con cultura pop

Desde la planta tercera de un bloque de pisos junto a alguna carretera de circunvalación, es fácil pensar que el mundo animal está formado por el perro del vecino, los gatetes de internet, las cucarachas que se matan con espray y las jirafas de los documentales. Fail. «La mayor parte de la vida animal y vegetal de la Tierra ni siquiera ha sido descubierta», indica Sergio Parra.

«La Tierra alberga tantos secretos y sorpresas como una región extraterrestre o un capítulo de una novela de ficción», escribe el divulgador de ciencia en Eso no estaba en mi libro de Historia natural. Hace tiempo que Parra vive con una obsesión: «mostrar que el mundo real es más apasionante que la fantasía». Esa idea es la que anda detrás de todos sus libros. Por supuesto, también de este.

De los animales se puede aprender mucho para entender a los humanos. «Encontrar nuevos animales no debe asociarse a un aburrido ejercicio de clasificación taxonómica», explica. Al descubrir una nueva especie, aparecen cientos de ideas que los humanos convierten en objetos, diseños, medicinas.

Lampazo

La naturaleza es un disparadero de propuestas para innovar. George de Mestral inventó el velcro después de ver un lampazo (una planta de hojas rugosas), y unos ingenieros japoneses tomaron el pico del martín pescador como modelo para diseñar sus trenes de alta velocidad. «El reino animal a menudo se anticipa a muchos de nuestros desarrollos», apunta Parra.

El reino animal ofrece también interesantes lecciones de moral y sociología humana. «Es muy curioso el argumento de “esto no es natural” cuando hablamos de sexo», plantea Parra, en una conversación telefónica. «Hay muchos ejemplos de animales con comportamientos que creíamos exclusivos de los humanos». Algunas especies violan y celebran orgías; los perros, las cabras, los elefantes y los delfines se masturban; el sexo anal se practica entre algunos animales de tierra y animales de mar. «La línea que separa lo natural de lo antinatural es solo un constructo social que cambia con el tiempo».

Rape

El rape: monogamia hasta la extenuación

«El problema del rape de la familia Lophiidae es que lleva un estilo de vida que apenas le deja oportunidad de ligar», escribe Parra. «Se pasa el tiempo a gran profundidad del océano, camuflado en el fondo, sin apenas moverse nunca, esperando cazar alguna presa para alimentarse. En un contexto donde el flirteo es escaso y el tiempo de ir saltando de flor en flor es inexistente, los machos deciden unirse a la hembra de por vida, en una suerte de matrimonio forzado, infelizmente eterno».

¿Te recuerda algo?

El rape macho se convierte en un parásito de la hembra hasta que se muere. Ella lo alimenta y, a cambio, «el macho solo tiene que hacer una cosa: convertirse en un saco de esperma fecundador cuando sea requerido para tal». Cuenta Parra que «los machos nacen tan predestinados a fundirse con una hembra y vivir gracias a ella que disponen de un desarrollado sistema para olfatearlas a distancia».

El sistema digestivo del rape macho bebé funciona a la perfección. Pero cuando crece un poco y encuentra a la rape de su vida, las tripas se le empiezan a atrofiar hasta que se vuelve incapaz de alimentarse por su cuenta. Aunque este pez no debe resultar tan raro ni tan distinto a muchos hombres ilustres. El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa presume de no saber ni freír un huevo.

Dodo

Los matan por confiados y por feos

«Las criaturas que no tuvieron miedo a nada ya no están entre nosotros», escribe Parra. El miedo, en su justa medida, es un salvavidas. Protege y cuida. Muchas especies desaparecieron porque no sentían temor ni veían amenazas en nada ni nadie.

La cuenta atrás de la vida de los dodos comenzó cuando, en el siglo XVI, se tropezaron con los humanos. No duraron ni dos siglos desde que los hombres los descubrieron en la isla Mauricio. Los perros que llevaron los humanos se comían los huevos de los dodos; las plantaciones de azúcar destruyeron su hábitat; y los marineros los mataban por diversión. «No había que hacer ningún esfuerzo, pam, muerto. Era como jugar a un videojuego consistente en masacrar un bicho en nivel fácil».

Bocetos de dodos vivos y recién asesinados fechados en 1601

Por la confianza que mostraban y la simpatía con la que se acercaban a su asesino, los llamaron dodos (una voz que significaba estúpido en el portugués que hablaban entonces). Linneo, en el XVIII, cuando les dio un nombre científico, no fue más amable. Los registró en sus estudios de taxonomía como didus ineptus.

Aye-aye

Más duros fueron (y siguen siendo) los humanos con el aye-aye. A este animal nocturno que se alimenta de larvas no lo matan por tonto; lo matan por feo. Incluso pesa una superstición sobre uno de sus dedos. El tercero mide bastante más que los demás con el objetivo de agujerear troncos podridos y extraer comida. Pero muchos nativos de Madagascar, el país donde viven, dicen que si un aye-aye señala a alguien con ese dedo, caerá muerto en pocas horas.

Hasta el guionista y humorista Douglas Adams se ríe sin piedad de este animal. Escribe Parra que «tan feo y contrahecho es el ayeaye que el escritor le dedicó estas simpáticas palabras en Mañana no estarán, un libro de viajes (publicado) junto al zoólogo Mark Carwardine»:

Se trata de una criatura de aspecto muy extraño que se diría compuesta de trozos sueltos de otros animales. Parece un poco un gato grande con orejas de murciélago, dientes de castor, una cola semejante a una gran pluma de avestruz, un dedo corazón similar a una larga rama seca y un par de ojos enormes que parecen mirar un mundo totalmente diferente que se extiende a nuestras espaldas.

«Pronto podría dejar de existir porque no es lo suficientemente agradable a la vista (o porque no protagoniza una película de la factoría Disney)», alerta Parra. «Lo que pone de manifiesto que los animales también son víctimas de nuestro buenismo de índole roussoniana mezclado con una suerte de selección darwiniana que habría excitado a Hobbes. O algo así».

Tardígrado

No hay quien los mate

La maldad humana lo tiene más complicado con el oso de agua o tardígrados. Feo es un rato, pero no es tan fácil matar a este vertebrado que vive en las películas de humedad que recubre musgos y helechos porque puede soportar un calor de hasta 149 grados y un pelete que desciende a los -272 grados centígrados, «casi la temperatura más fría posible», indica Parra.

«Son prácticamente indestructibles, no mueren incluso si los hervimos, los congelamos, los metemos bajo presión o los desecamos», explica el divulgador en Esto no estaba en mi libro de Historia Natural.

Incluso puede que llegaran a vivir en otros planetas. En 2007 metieron a un grupo de tardígrados en la nave rusa FOTON-M3 que lanzaron al espacio exterior y, a la vuelta, comprobaron que no solo regresaron sanos y salvos. Además, mantuvieron su capacidad reproductiva. «Pueden soportar 100 veces más radiación que los seres humanos y vivir hasta 120 años en un estado de hibernación sin agua, y reactivarse en cuanto se les suministre».

Dice Sergio Parra que «si estudias a fondo los animales comunes, puedes descubrir que son fascinantes». El divulgador menciona cientos de especies enormes, bichos diminutos. Habla de la ballena azul y cuenta, asombrado, que «es tan grande que un niño podría bucear por su vena aorta».

Al autor del libro no le basta con decir que es «el mayor animal de la Tierra»; eso ya lo indica la Wikipedia. A él le gusta expresar el tamaño mediante comparaciones para que al lector le resulte más fácil hacerse una idea visual: «Es como 3.000 personas juntas, como 40 elefantes pegados».

Ballena azul

Dice que así es más fácil «popularizar la ciencia». Y un segundo después de pronunciarlo, señala: «Uso la palabra popularizar en un sentido positivo. Creo que hay que explicar la ciencia relacionándola con series de TV, con libros, con cosas que le gusta a la gente, para despertar su interés. A veces, hay que arriesgar y aunque por el camino se podría perder algo de rigor, merece la pena, porque hay personas a las que se lo das así o nunca va a abrir un libro de ciencia».

Por Mar Abad

Periodista. ✎ Cofundadora de la revista Yorokobu y de la empresa de contenidos Brands and Roses (ahí hasta julio de 2020).

Libros.  Autora de Antiguas pero modernas (Libros del K.O., 2019). «No es una serie de biografías de mujeres; es una visión más vívida, más locuaz y más bastarda de la historia de España». Lo comentamos en El Milenarismo.

Autora de El folletín ilustrado junto a Buba Viedma. Lo presentan en Mundo Babel (Radio3) y en Las piernas no son del cuerpo, con Juan Luis Cano (Onda Melodía).

Autora de De estraperlo a #postureo (editorial Larousse, 2017). Un libro sobre palabras que definen a cada generación y una mirada a la historia reciente desde el lenguaje. Hablamos de él en Hoy empieza todo (Radio3), XTRA!, La aventura del Saber (La2).

Autora junto a Mario Tascón del libro Twittergrafíael arte de la nueva escritura (Catarata, 2011).

Laureles. ♧ Premio Don Quijote de Periodismo 2020. Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes 2019, Premio Internacional de Periodismo Colombine 2018, Premio de Periodismo Accenture 2017, en la categoría de innovación.

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