Érase una vez un joven de veinte años que comenzó a tapizar sillas en un garaje de Murcia. Solo tenía un cliente, que estaba en la otra punta de la península: en Galicia. Pero aquel señor gallego quedó muy contento con sus butacas de estilo María Antonieta, y Santiago, que así se llamaba el decidido joven, pronto tuvo que incrementar la plantilla. Empezó involucrando a su esposa y a su hermano José.
Santiago Castaño, en 1973
Santiago Castaño y su mujer Concha en la Feria de Yecla
En 1973, coincidiendo con la democratización del país y con sus primeros viajes a Italia, Santiago decide democratizar también los muebles: eliminar «el hilo de oro y el capitoné» y apostar por diseños funcionales y flexibles. En esta época tuvo éxito, por ejemplo, el modelo 33, un diseño de tapizado modular con el que realizar un número infinito de composiciones. Posteriormente, Santiago involucró a sus otros dos hermanos, Elena y Antonio.
Durante las primeras décadas, la obsesión de la empresa en sus diseños era la de «prescindir de todo lo superfluo». Esa idea respondía, quizá, a la personalidad racionalista de Santiago.
Pero Sancal evolucionó a medida que lo hacía su entorno y la propia familia. Cuando las hijas de Santiago, Esther y Elena, se incorporaron a la dirección artística, el diseño se volvió más extrovertido. «Las últimas incorporaciones somos muy recientes, con lo cual es casi imposible predecir a que querrán dedicarse los más pequeños», responde Esther Castaño, gerente de la marca, preguntada por los cambios que augura en el futuro.
Esther, Elena y Santiago Castaño
Las butaquitas Tonella, diseñadas por los suecos Note, son ejemplo de esa evolución familiar, pues se inspiran en aquella primera butaca clásica, de estilo francés, que fue el germen del negocio. Para Esther y Elena, «rediseñar» la María Antonieta era una simpática forma de rememorar los orígenes de Sancal.
Cuarenta años después, Sancal está presente en 90 países, da empleo a 70 personas y fabrica 25.000 plazas de asiento al año. Además, la marca dispone de dos showrooms, situados en Madrid y Bruselas, llamados El Garaje y La Nave y enfocados a profesionales.
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Su filosofía es la de «enriquecer nuestro hábitat con productos felices» que evolucionan con el paso de los años. «Un mueble feliz es un mueble que crece contigo, una pieza que, como el buen vino, gana con los años», explica Esther Castaño. La especialidad de Sancal son los muebles tapizados, pero no se limitan a ello. Se han encargado del interiorismo de elegantes restaurantes, pequeños salones o establecimientos de cualquier tipo.
Muebles de Sancal en el interior del Cheese Bar (Barcelona)
La gerente se hace una idea de por qué a la gente le gustan sus muebles: «Para Sancal, el valor de un producto no radica solo en su funcionalidad y su calidad, sino también su capacidad para emocionar. Jugamos con el color y los materiales para crear combinaciones a priori imposibles, irreverentes. La constancia es sin duda una gran virtud, pero la vida es más emocionante si consigues sorprenderte».
Sus alegres oficinas, recientemente renovadas y repletas de grandes murales ilustrados, son la cara visible de esta filosofía que intentan transmitir.
Made in Spain
Sancal nació en el Mediterráneo y no renegó de ello después en aras de una imagen más internacional. «Nuestra nacionalidad es algo más que un pasaporte, es nuestro ADN», aseguran.
«Es cierto que hay muchos tópicos regionales entorno al diseño: elegancia italiana, sofisticación francesa, simplicidad nórdica, robustez alemana… Si tuviéramos que definir el diseño español con una sola palabra me quedaría con el humor. Somos un país gamberro y muy alegre, y eso se comunica en nuestra marca. Con nuestras diferencias, creo que los españoles somos irreverentes y eso influye en nuestra creatividad».
La empresa tiene un papel activo en la promoción del mueble español en salones de decoración de ciudades como París, Nueva York o Milán y ha sido miembro de cuatro consorcios para la exportación. «No es una cuestión de marketing ni de nacionalismo, simplemente somos de esta parte del mundo y nos parece absurdo ocultarlo».
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Además, les importa mucho la sostenibilidad y la fabricación local y artesana. Así se comprometen con el entorno y con las personas que tienen más cerca. «En términos de ciudadanía y de consumo responsable, el valor de crear y producir en España radica en que se hace en unas condiciones de trabajo dignas». Aparte de este componente de responsabilidad y de respeto, hay también un componente estratégico en esta fabricación local: «hacemos diseño industrial de forma artesanal. Ello nos permite lanzar productos con una fuerte identidad y que sean customizables al mismo tiempo».
En Sancal creen que un producto debe ser consecuente con sus secuelas ecológicas desde que es concebido. Por eso los muebles de Sancal no son baratos: porque son «diseños de usar y usar». Como explican ellos, «la más importante contribución de Sancal al medioambiente es la funcionalidad y longevidad de sus productos».
Sancal siente un gran respeto por el diseño como profesión. Por eso, cada vez que se embarcan en un proyecto se rodean de profesionales del diseño de producto, gráfico o de interiores. Colaboran con autores de distintos orígenes y con diferente formación que lanzan diferentes mensajes en cada colección. «Colaboramos con diseñadores de muchas latitudes en un mercado global; así que nuestros productos no responden al gusto de un país en concreto». Sobre el proceso de elección de los estudios de diseño que trabajan con ellos, Esther Castaño desvela lo siguiente: «Cada año nos enfrentamos al dilema de elegir a uno o dos nuevos estudios. El criterio es sensorial. Nos tienen que emocionar. Es realmente difícil, porque hay mucho talento y nos gustaría incorporar más, pero nuestra capacidad de desarrollo tiene un límite. Son muchos los que nos contactan con sus ideas y de verdad es muy duro “romperles el corazón”».
La gerente reflexiona sobre el lugar de una marca como la suya en el entorno actual, en el que existen opciones mucho más económicas: «El consumidor prioriza de otra forma. No me gusta hablar de los “millenials” como un grupo homogéneo, pero sí es cierto que la gente más joven tiene un concepto de hogar diferente al sus padres y que muchas de estas personas están dispuestas a gastar una fortuna en tecnología o en ropa deportiva y no tanto en mobiliario. Entre estos cambios, nuestro cliente es cada vez más profesional y trabajamos más por proyectos».
Ellos buscan la forma de diferenciarse de estas opciones de bajo coste: «Competimos en calidad y en servicio. Damos un gran abanico de opciones mientras que los gigantes del low cost están “atadas” a la producción masiva. Esta oferta a medida supone cierto nivel de lujo, pero es un lujo asequible».
Algunos de sus productos estrella son los siguientes:
- La chaise longue Letargo, que fue finalista de los premios Delta.
- El sillón Boomerang Chill diseñado por Quim Larrea.
- La colección Tea proyectada por José Manuel Ferrero.
- Los bancos Konoha diseñados por el célebre arquitecto japonés Toyo Ito
- Las sillas 40 de los valencianos Nadadora y las mesas Pion de la francesa Ionna Vautrin
- El sofá Float diseñado por Karim Rashid
- Las butacas Talo del alemán Sebastian Herkner
3 respuestas a «El pequeño taller murciano que acabó exportando a más de 90 países»
Soy fotógrafo y me ha encantado tanto la historia como el diseño de los muebles. Gracias por el post!
Me ha parecido muy interesante. Felicidades a todos y continuar de esta forma.
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