Categorías
Ideas YSchool

Traductor simultáneo: Hostear, un neologismo muy filantrópico

Cuando ya teníamos controlado lo de YouTube y los youtubers, llegó Twitch y nos subió un nivel el grado de dificultad para entendernos con los Z. No es que no conociéramos los streamings, que algo de culturilla digital sí tenemos algunos boomers, digamos que no los practicábamos demasiado. Y a nuestros vetustos oídos empezaron a llegar voces como hostear, que nos hacían mirar desconfiados a los churumbeles.

El mundo streamer, una vez más, nos ayuda a crear nuevos ladrillos con los que construir y hacer crecer el español. Hostear es uno de ellos y tiene un puntito filantrópico que lo hace brillar y parecer mucho más apetecible de incluir en nuestro vocabulario por aquello de la generosidad y el positivismo.

El término procede del anglosajón host, que significa anfitrión. Y básicamente, consiste en eso, en alojar en tu canal el de otra persona durante un tiempo limitado. Bien porque estés compartiendo su directo con tus seguidores durante tu streaming, bien porque ya has acabado tu retransmisión y decides darle un empujoncito a otro creador de contenido con menos seguidores que tú. Básicamente, y resumiendo, es una forma de crear y compartir contenido, y de dar a conocer otros canales.

Twitch, la plataforma de streaming de Amazon, es donde empezó a acuñarse el neologismo. Pero no se ha quedado solo ahí, sino que también se utiliza en otros ámbitos, aunque con otras funciones. En radio, en televisión, en videoconferencias, en el rapero freestyle… un host sería la persona que da paso a otra en un programa, una especie de animador o presentador que da continuidad a un espectáculo.

¿Que bien podría decirse hospedar, alojar y no hostear? Pues no está muy claro. Si nos ponemos rabiosamente puristas, puede que sí. Pero en todo neologismo hay un matiz diferente que aporta una vuelta más al significado de una palabra. Un montón de luces, aunque no se aprecien a simple vista (u oído), que concretan aún más lo que queremos comunicar. Hostear no es exactamente lo mismo que hospedar, aunque no sea más que por el matiz digital que aporta al significado. Y por el aire fresquito que le da a nuestra forma de hablar.

 

Este artículo se publicó en la revista de papel. Puedes verlo aquí.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

Salir de la versión móvil