Categorías
Branded content

Ocho interrogantes sobre nuestro futuro humanoide

La exposición +Humans de CCCB muestra más de 50 obras que exploran el futuro de la especie humana y la tecnología. Sus planteamientos pueden ser experimentales pero no están cogidos con pinzas. Cada una de las piezas lanza preguntas concretas y reflexiones sobre el futuro que nos espera. Estas son algunas de las que te puedes encontrar en la muestra.

¿Cómo garantizar la supervivencia del humano en una tierra cada vez más explotada?

Reduciendo a los humanos a una altura máxima de 50 centímetros y 1,7 kilos de peso. Es la propuesta provocadora del artista holandés Arne Hendriks. ‘The Incredible Shrinking Man’ es una investigación especulativa sobre las consecuencias de reducir la especie humana a 50 centímetros. Con este tamaño, solo necesitaríamos entre el 2% y el 5% de los recursos que requiere el humano medio del siglo XXI. Hendrick contempla dos vías para reducir el tamaño de las personas. La rápida, mediante manipulación genética y los tratamientos hormonales, «podría lograrse en un plazo relativamente rápido»; y la lenta, «que sería mejor y nos daría tiempo para ajustarnos. Digamos que sería posible en 5 o 10 generaciones». Hendriks se ha rodeado de científicos que tratan de establecer las posibilidades e implicaciones del encogimiento multitudinario.

Cuando un niño pregunte cómo se reproducen los humanos, ¿qué le contarás?

Futuros Reproductivos presenta un cuadro cronológico que documenta la evolución de las tecnologías reproductivas. «A medida que avanzamos ya no hay una sola forma de contar cómo nos replicamos», explica Katherine Cramer, comisaria de la exposición. «De la cigüeña a la invención del microscopio, de los pájaros y las abejas a la fecundación in vitro. Este experimento de Zoe Papadopoulou traza la evolución histórica de la reproducción humana. La artista publica además libros para niños que cuentan cuatro distintas formas de obtener un hijo para explicar con más claridad de dónde venimos.

¿Los niños tendrán derecho a decidir sobre las modificaciones de su cuerpo?

Transfigurations, de Agatha Haines, presenta cinco esculturas de bebé. Cada una representa una modificación quirúrgica diferente. Se busca solucionar discapacidades, temas de entorno… «Haines sugiere cinco modificaciones quirúrgicas para cinco situaciones distintas que pueden mejorar las capacidades de los bebés. ¿En qué momento el niño debería tener la posibilidad de decidir?», reflexiona Kramer.

¿Cómo ayudará la tecnología a afrontar la muerte?

«¿Qué hay de la vida después de la muerte para los ateos y las personas que creen fielmente en la ciencia?», pregunta Cathrine Kramer. Afterlife, de James Augger y Jimmy Loizeau, crea un dispositivo que convierte la descomposición de un cuerpo humano en energía que puede propulsar una batería. Los artistas entrevistaron a cinco personas para saber qué uso le darían a esa batería. Unos lo meterían en un dildo para poder seguir teniendo una conexión con su pareja, otros en un cepillo de dientes. «La tecnología aporta una prueba concluyente de la existencia de vida más allá de la muerte: la vida contenida en la batería».

¿Cómo cambiarán las familias cuando vivamos 150 años?

En este proyecto, Jaemin Paik explora las consecuencias de la prolongación de la existencia, planteándose cómo cambiaría la familia, una de las unidades fundamentales de la sociedad, si todos llegáramos a cumplir 150 años o más.

¿Podremos servirnos de máquinas para ayudarnos a cuidar a nuestros hijos?

Hay muchas tecnologías creadas para facilitar el trabajo doméstico, pero el papel de la madre continúa considerándose sagrado. Addie Wagenknecht, artista y madre, ideó un brazo robótico que mece suavemente una cuna cada vez que un bebé llora o se despierta, tratando de encontrar una manera de compaginar la práctica creativa con la maternidad.

«Tras tener su segundo hijo, Wagenknecht empezó a explorar formas de equilibrar su trabajo creativo con ser madre. ‘¿Y si optimizo las partes de la maternidad que son más monótonas?’, se preguntó. La artista trabajó con un ingeniero para crear un brazo humano que pudiese mecer la cuna. Tiene un punto de provocación. Ya usamos las pantallas para distraer a nuestros hijos. Se enfrenta a las expectativas que piden que seas la madre perfecta con una productividad las 24 horas del día», explica Kramer.

¿Cómo será el sexo a distancia?

Nuestra vida social está cada vez más intermediada por la tecnología. Es normal que los dispositivos sexuales evolucionen en esa dirección para mejorar la experiencia. Pero tiene riesgos. En una era post-Snowden, ¿nuestras experiencias más íntimas pueden acabar siendo hackeadas?», se cuestiona Kramer.

Si se mueren las abejas, ¿cómo conseguiremos la polinización?

¿Qué pasaría si las personas tuviésemos que asumir la tarea polinizadora de la abeja? Decidida a llamar la atención sobre la dependencia del ser humano respecto de las abejas, Laura Allcorn ha diseñado una herramienta polinizadora que se lleva puesta como un accesorio de moda funcional. El portador de la herramienta puede tratar de emprender la delicada tarea de la polinización manual, pero se encontrará en la abrumadora e incómoda posición de asumir la descomunal y tediosa responsabilidad de la abeja. Estas herramientas de polinización suscitan interrogantes sobre las implicaciones sociales y ecológicas del síndrome de despoblamiento de las colmenas.

Esto son solo algunas piezas que muestran hasta qué punto la tecnología condicionará nuestras vidas. Kramer es más optimista que pesimista cuando reflexiona sobre el futuro. «Creo que la tecnología es algo inherentemente humano. Nos hemos apoyado en ella desde que vivimos sobre esta tierra. Utilizamos herramientas sencillas hace miles de años, nos servimos del fuego. No podemos imaginar nuestras vidas sin algún tipo de tecnología. No encuentro muy productivo ser antitecnología. Se trata de encontrar un equilibrio entre tener una conversación sobre el papel que debería tener en nuestras vidas. Es verdad que tenemos zombies pegados al teléfono y quizá debería desarrollarse una serie de códigos de buena educación. Pero la tecnología se tiene que adaptar a nosotros. El ejemplo de Google Glass lo demuestra. Fue un fracaso porque interrumpía el elemento de comunicación humana más inherente a nuestro ser: la mirada. Entorpecerlo no tiene sentido».

«La muestra expone un futuro lleno de matices. Donde habrá cosas increíbles y otros fenómenos muy negativos, como siempre nos ha demostrado la historia. Pero el progreso tecnológico no debería nublar nuestra mente para no afrontar algunas cosas básicas. Si dejamos sin solucionar el problema del cambio climático, nada de esto tendrá mucha utilidad ni habrá progreso».

Kramer encuentra en los artistas un papel similar a la de la ciencia ficción. «Nada de lo que está en esta exposición está cogido con papel de fumar. Incluso los proyectos más experimentales tienen una base científica. Siempre ha habido un diálogo entre la ciencia ficción y la ciencia. Crea deseos y anhelos que muchas veces se acaban volviendo realidad. Y aquí pasa algo similar».

Después de los primeros meses desde que inauguró la muestra, Kramer se sorprende de las pocas reacciones negativas que ha tenido. «Pensaba que algunos de los planteamientos podrían llegar a escandalizar pero no ha sido así. Quizá subestimamos lo familiarizado e interiorizado que tiene la gente nuestro futuro humanoide. Al final, es lo que he buscado por encima de todo. Hacer reflexionar a los visitantes sobre su papel en esta gigantesca e inabarcable red de cosas».

Por Yorokobu

Yorokobu es, ya sabes, esta revista que estás leyendo.

Salir de la versión móvil