Sobrecoge al llegar en avión a Mumbai la inmensa telaraña de calles improvisadas, bolsas de plástico y tejados de cartón que se va haciendo más grande a través de la ventanilla. Muy cerca del aeropuerto se asienta Annawadi, uno de los slums de la ciudad donde viven más de 3.000 personas. En India hay aproximadamente 49.000 barrios vulnerables como el de Annawadi —muchos de ellos, no reconocidos por el Gobierno— donde viven alrededor de 65 millones de personas. Más de 8 millones tienen menos de 6 años. Niños invisibles en barrios que no existen.
«La gente tiene que cruzar Annawadi para llegar a los hoteles que están al otro lado. Al pasar, su gesto es siempre de desprecio o de asco. Mi objetivo es transformar este lugar y que algún día ese gesto de desprecio se transforme en uno de admiración», explica Malathy, que con 14 años lleva la mayor parte de su vida viviendo en este slum, sufriendo sus carencias y percibiendo la mirada de la gente al pasar.
Pero Malathy cree que todo eso puede cambiar, Malathy tiene una plan.
Desde hace dos años la joven se reúne periódicamente con otros niños y adolescentes de su barrio para hablar sobre los problemas con los que conviven y tratar de buscar soluciones. Malathy forma parte de la campaña Humara Bachpan, que está ayudando a los niños y niñas de estas barriadas en India a organizarse. Juntos aprenden a mapear el entorno en el que viven, a dibujar sobre el papel las carencias con las que se encuentran y a presentar a las autoridades locales propuestas de mejora. Aprenden a exigir los cambios que necesita su comunidad.
La campaña, que arrancó en 2012, busca mejorar la vida de los niños que sufren las peores condiciones dentro de las grande urbes en India, pero además, y esto es importante, pretende demostrar a esos niños que son ellos mismos los que pueden generar los cambios. Ya son más de 35.000 niños y niñas de 23 ciudades en 17 estados distintos los que, como Malathy, trabajan para cambiar el orden no natural de las cosas. Porque la pobreza, que se alimenta de la injusticia y la desigualdad, es todo lo contrario a un fenómeno natural.
Siguiendo el enfoque de planificación urbana liderada por los propios, la campaña incorpora sus visiones y opiniones en los procesos de desarrollo y planificación de la ciudad. Los equipos de jóvenes mapeadores (que forman parte de lo que se conoce como clubs infantiles) pasan un periodo de 45 días mapeando los barrios en los que viven. Aprenden cómo está configurada la silueta de estos lugares, cómo están interconectadas las calles (o, en muchos casos, cómo no lo están), y la densidades o el número de casas o chabolas que lo ocupan. Toda esta información constituye el esqueleto de sus mapas.
A partir de este esqueleto, ellos se encargan de rellenarlo con todos los detalles. Se ocupan de replantear el espacio a través de sus ojos de niño: las zonas más desatendidas se convierten en espacios de juego con letrinas a su alcance, los cubos de basura se instalan en las zonas que ellos ven habitualmente sucias, el agua está cerca y es fácil de conseguir, etc.
«Se trata de un proceso para capturar las necesidades y las aspiraciones de los niños con respecto al entorno en el que viven y a la mejora en las condiciones en su comunidad», explica por email Anwikshika Das, uno de los organizadores de la campaña.
Los hallazgos expuestos por los niños se utilizan después como evidencia para incidir sobre las personas al frente de los planes de desarrollo urbano para así lograr que las ciudades vayan incorporando un enfoque de infancia en su desarrollo y que tengan en cuenta —quizás por primera vez— la situación de los niños que viven en los slums.
Mientras que en muchos otros lugares la participación infantil en los procesos de planificación urbanística se vincula esencialmente a los parques y los espacios de juego, en las peticiones de los niños de estas barriadas hay juego pero también asuntos muchos más primarios. Los niños quieren más acceso a agua limpia (el 50% de las muertes de niños en estas zonas se deben a la falta de acceso a agua potable), letrinas adaptadas a su tamaño para poder ir al baño seguros (la mayoría se ven obligados a hacer sus necesidades al aire libre) y luz para poder caminar por las calles sin el peligro al que les expone la oscuridad (solo en Delhi, el 70% de las niñas de estos barrios son víctimas de insultos en la calle y la mitad de ellas han sufrido ataques físicos).
Cuando en 2013 una niña de 8 años vecina del barrio Salia Sah en la ciudad de Bhubaneswar fue violada y asesinada por un hombre, más de 30 niños miembros de la campaña se presentaron en la comisaría para exigir acción inmediata. Llevaban en sus manos un plan por escrito con toda una lista de medidas para mejorar la seguridad en las calles que los oficiales tuvieron que aceptar.
«Los niños aprenden a representar a otros niños, ese es uno de los objetivos». De las reuniones periódicas de los niños, los encargados (adultos) de la campaña se ocupan también de observar cuáles son los que muestran mayor interés y capacidad de liderazgo. «Ellos se convierten en representantes de sus vecinos frente a las autoridades. La idea es crear un grupo de 5.000 niños y niñas líderes en toda India que sean capaces de mantener un trabajo por su comunidad», apunta Anwikshika Das. «Las victorias son muchas veces simbólicas, pero ayudan a lanzar un mensaje en ambas direcciones, para los niños y para los gobernantes».
La necesidad de recoger información demostró ser especialmente importante para los residentes de estos barrios vulnerables en India a finales de los años 90. «Empezamos a recoger datos del espacio y las viviendas en los slums en 1989. Cuando en el año 2000 el gobierno local de la ciudad comenzó la demolición de uno de los slums situados junto a la vía de tren, presentamos toda la información que habíamos recogido de manera independiente porque oficialmente esas viviendas no existían. El juzgado sentenció que el Gobierno estaba actuando ilegalmente porque no estaba ofreciendo una alternativa a todas esas familias», explica Shekar, uno de los vecinos de Mumbai que participó en la iniciativa.
Gracias a esa presión popular el Gobierno tuvo que introducir una ley que otorgaba derechos a las personas que demostrasen que vivían en los barrios más deprimidos. «Aprendimos que la información era nuestra herramienta para poder discutir y exigir al Gobierno. Ahora ya no vamos gritando, ahora vamos con los datos en la mano que demuestran que 800 personas comparten un solo baño», añade.
Ahora la campaña Humara Bachpan, que recientemente ha sido premiada por una organización liderada por varios Premios Nobel de la Paz, ha pasado a otro nivel con el desarrollo de una aplicación para mapear su comunidad a través del móvil. La aplicación Community App, desarrollada en colaboración con la Universidad de Birmingham (Reino Unido), ha contado con la participación de los niños y niñas de los clubs infantiles de Delhi. Tras su elaboración, ya se han llevado a cabo mapeos que analizados a través de la metodología de planificación liderada por los niños, van obteniendo resultados en la ciudad.
Con su plan y su experiencia en la mochila, Malathy se subía hace poco a uno de esos aviones que sobrevuelan y aterrizan muy cerca del barrio de Mumbai en el que vive, para asistir a un evento organizado por la ONU en Indonesia. Quizás los cambios a gran escala tarden en llegar a la vida de los niños en las zonas más desfavorecidas de India, pero ningún cambio es posible sin la toma de conciencia de que todo puede cambiar.
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