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Con el idioma entre los muslos


O con el rabo entre las piernas. Sí, porque es allí donde se cruzan todos los conflictos de las lenguas, y no me refiero a las húmedas, que también, sino a eso que llamamos idioma y suele asociarse a una bandera, a una frontera o a una raíz histórica. Con el inglés no hay mucho problema, ya que los sustantivos carecen de género, pero en España tenemos un conflicto que va más allá de la ortografía.
El lenguaje no es sexista, pero las personas sí. Antropólogo es un estudioso del Ser Humano, y sin embargo un Ginecólogo, hablando mal y pronto, es un estudioso del coño. Una faja sirve para recluir y disciplinar las grasas bajo la vestimenta, y un fajo para sobornar a un concejal.
Las feministas, esas vigilantes de la ortodoxia dispuestas a censurar un pezón en un anuncio (solo si el pezón es de mujer), o de poner una denuncia a una aerolínea porque sus azafatas han decidido divertirse con un calendario, intentan establecer una neocensura en la lengua que, dada su probada ineptitud académica, genera recomendaciones que producen sonrojo. Jamás critican los calendarios de bomberos en bolas, por supuesto. No sé qué pensarán del colectivo FEMEN y sus estimulantes performances a pecho descubierto en lugares del mundo en los que el gesto puede costarles la vida.
GLAM (Gender and Language Aix-Marseille) es un grupo de investigación que se dedica a estas cuestiones aplicadas al francés, y publica artículos muy precisos sobre la noción del género y el sexo en aquel idioma, muchos de los cuales son aplicables al nuestro.
Hace poco me interesé por el uso del encabezamiento “Dear Sirs” con el que se inicia cualquier carta seria en inglés. Me lo explicó una mujer nada sospechosa de machismo, pero decía que es una fórmula, simplemente, y que ella, como CEO de una gran empresa, leía todos los días misivas dirigidas a su persona con esas dos palabras y que jamás se sintió ofendida por ello. Pero en el prestigioso Forum Word Reference se pueden leer opiniones adversas con soluciones imaginativas, como por ejemplo decir “Dear Marketing Departament”, pero yo nunca he leído “Estimado Departamento de Marketing” porque en español suena bastante a coña.
Quienes escribimos tenemos una responsabilidad para, entre otras cosas, no utilizar ese irritante “Tod@s” que además es impronunciable y solo sirve para quedar bien y no mojarse. El español es un idioma suficientemente rico y dispone de muchas herramientas para no caer en un uso sesgado de las palabras. Veamos un ejemplo. Desde decir “Los chinos solo pueden tener un hijo” a pronunciar “Todos los chinos y todas las chinas pueden tener un hijo o hija”, como lo expresaría Cayo Lara, podemos llegar a “A las parejas chinas se les permite concebir un único vástago”.
Orwell ya sabía del poder del lenguaje cuando nos hablaba de la neolengua en su distópico mundo de 1984, un idioma en el que no existían conceptos como libertad, democracia o rebelión. Más o menos como en internet en China o en Irán.
El idioma nunca ha sido inocente, y la publicidad tampoco. Vivimos tiempos en los que un spot de Bankia tiene música de Philip Glass, en vez de Isabel Pantoja, que es lo que le correspondería. Los mensajes contradicen al propio medio, y de ese choque surge la información que alcanza nuestro córtex (si lo hubiera). Media Markt dice: “Yo no soy tonto”. Pero si dijera: “Yo no soy tonta” el fondo sería bastante diferente, y el target también.
No desesperen. Con un poco de habilidad en el manejo del diccionario o diccionaria se pueden solventar casi todas las situaciones.
Imagen de Wikimedia Commons reproducida bajo licencia CC.

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