Hasta hace poco, la hornacina con la figura de San Antonio Abad que preside su fachada era lo único que indicaba que ese era un lugar para el culto católico. Las puertas estaban cerradas a cal y canto. Solo cada 17 de enero la iglesia de San Antón las abría para recibir a los perros, gatos y otras mascotas que, acompañadas por sus dueños, se acercaban hasta allí para recibir la bendición de su patrón. Ahora esas mismas puertas no se cierran. Nunca. El padre Ángel las abrió cuando se convirtió en párroco de la iglesia y su idea es que permanezcan así sine die.
Está en la calle Hortaleza, en pleno centro de Madrid, pero a diferencia de otras parroquias cercanas, en la escalinata de su entrada no hay ningún mendigo que abra la puerta a los feligreses a cambio de ‘la voluntad’. Primero, porque las puertas ya están abiertas. Y segundo, porque esa limosna la puede tomar prestada cualquiera que lo necesite del cepillo ‘abierto’ que dispone la Iglesia de San Antón. «La idea es que la gente deje en él lo que pueda y coja lo que precise, bien para un billete de metro, una barra de pan… Lo que sea».
El responsable de Mensajeros de la Paz habla de uno de los revolucionarios ‘servicios’ que ofrece su parroquia con la sonrisa propia de quien ha visto cumplido un sueño. «Llevaba mucho tiempo tras la idea de conseguir un lugar como este, abierto las 24 horas del día a todo el mundo».
El libro de visitas del templo lo acredita. En él estampan testimonio y firman los que pasan por allí y se encuentran con un lugar donde orar y rendir culto, pero también donde poder charlar de cualquier tema, descansar o relajarse con los cantos gregorianos que suenan de fondo. La apertura de la parroquia trasciende la literalidad. «Viene mucha gente atea y de otras confesiones, sobre todo, musulmanes. De hecho, son muchos los que vienen aquí porque no pueden ir a su iglesia. Aquí hay sitio para todos».
[pullquote class=»right»]«Es de sentido común que exista un sitio así. Al igual que hay tiendas, farmacias, puticlubs, etc. abiertos las 24 horas, ¿cómo no puede haber una iglesia abierta todo el día para quien lo necesite?»[/pullquote]
Lo que no acaba de entender de su parroquia es su singularidad: «Lo lógico sería que todas las iglesias fueran así, 24/7. El papa Francisco lo dice bien claro: “¡Abrid las puertas de las iglesias!” para que la gente que necesita a Dios no se encuentre con la frialdad de una puerta cerrada». Tuvo que venir Bergoglio, deja caer, para recordarnos uno de los principios fundamentales de la Iglesia: que sea Ella la que vaya a buscar a la gente, no a la inversa. «Esa es la causa por la que, al igual que le ocurre a los políticos, la Iglesia se ha alejado de la gente». Sin la aparición en escena de un papa como el argentino, de hecho, la materialización de una parroquia 24/7, en la que se ha convertido la Iglesia de San Antón, hubiera sido inviable.
«Es de sentido común que exista un sitio así. Al igual que hay tiendas, farmacias, puticlubs, etc. abiertos las 24 horas, ¿cómo no puede haber una iglesia abierta todo el día para quien lo necesite?».
El padre Ángel habla de su parroquia sentado junto a una de las mesas camilla de las que dispone el templo. A lo largo del día, junto a ellas, se suceden numerosas charlas de gente que acude allí simplemente para hablar con el párroco o cualquiera que quiera escuchar. No son confesiones, o sí, porque también estas se realizan allí mismo. Aunque para los más tradicionales en este aspecto, también existe la modalidad clásica, con confesionarios de los de toda la vida, pero adecuados a las posibles necesidades de los feligreses con movilidad reducida o con bajo nivel auditivo.
Mientras charlan, pueden tomarse un café. Se lo pueden servir ellos mismos de la cafetera que hay justo a la entrada. Lo llaman café solidario porque el que lo toma puede hacerlo gratis si no tiene con qué pagarlo. A los que sí pueden costearlo, se les invita a que ese dinero sirva para pagar el café de otra persona con menos recursos.
La Iglesia de San Antón ha sido —y es— la iglesia de los animales. Por eso son bienvenidos los 365 días del año. Algo que resulta obvio en la propia entrada a la parroquia, donde además de un cartel en el que se indica el carácter pet friendly del lugar, dispone de un bebedero con agua y galletas. «Hay gente que no tiene a nadie excepto a su mascota, por eso les invitamos a que vengan con ella».
También, en la entrada al templo sorprende la presencia de una máquina expendedora. No vende tabaco ni refrescos. Está allí para que la gente que lo desee colabore con donativos para la compra de alimentos destinados a las familias que no pasan por su mejor momento económico. Una labor en la que durante un tiempo contaron con una colaboradora muy especial: «Mayo es el mes de las flores y de la Virgen. Por eso, junto a la imagen de la Inmaculada, pusimos un cartel en el que afirmábamos que a la Virgen le gusta que le traigan flores, pero le gusta mucho más que le traigan alimentos no perecederos para las personas sin recursos».
Tampoco suele ser frecuente encontrarse con un desfibrilador en una iglesia o con baños con cambiador para bebés (y casi en ningún lado aún). La parroquia del padre Ángel cuenta con ambos servicios, como también dispone de WiFi y de cuatro pantallas de TV que retransmiten en directo desde el Vaticano o desde Covadonga.
Al sacerdote le gusta referirse al lugar donde, aseguran, reposan los restos de San Valentín y del santo que da nombre al templo, con una denominación que toma prestada del propio papa Bergoglio: «Es un hospital de campaña para curar heridas de la vida. Un oasis en el centro de Madrid. Un lugar —añade— donde puedan venir los descartados del sistema, los alejados de Dios y de la Iglesia por las razones que sean, los que buscan y no encuentran, los que quieren silencio y/u oración, los que desean compartir tiempo, dinero y cariño; los que están solos, los que buscan consuelo a cualquier hora del día o de la noche, los que sueñan con un mundo mejor…».
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