Si tuviéramos que describir al ser humano actual, no andaríamos muy desencaminados si lo comparáramos con un zombi. La imagen es poderosa: personas que caminan encorvadas mirando obsesivamente la pantalla de sus smartphones sin prestar atención a lo que ocurre a su alrededor. De hecho, Adam Alter llamó «epidemia tecnológica zombi» a esa dependencia tecnológica que padecemos.
Lo cierto es que estamos dominados por la tecnología y por las redes sociales. Grabamos vídeos de conciertos en lugar de disfrutarlos en vivo; fotografíamos los platos que pedimos en los restaurantes en lugar de disfrutar de ellos. Y calmamos las rabietas y mal comportamiento de nuestros hijos a golpe de pantalla. Un estudio realizado por Arthur Zuckerman afirma que, de media, chequeamos los teléfonos cada 12 minutos y que estamos más tiempo ante una pantalla que dormidos, unas 8 horas y 41 minutos.
Se nos olvida lo básico, que es mirar a la cara a quien habla, mientras que en redes sociales pedimos respeto. Y las consecuencias aparecen en forma de trastornos como el FOMO, ese miedo a perderse algo. Según un estudio de la Universidad de Texas, nuestra capacidad cognitiva se reduce significativamente cuando tenemos el móvil cerca, ya sea encendido o apagado. Resumiendo: que una pantalla reduce nuestra concentración.
Esto se agrava cuando hablamos de niños. La Asociación Médica Americana estima que los menores de seis años pasan unas tres horas diarias ante una pantalla; los menores de tres años pasan el doble de tiempo que hace 20 años. Ese recurrir a la tecnología para calmar rabietas, por ejemplo, hará que cueste mucho más desengancharles de las pantallas en el futuro.
El uso excesivo del móvil también tiene consecuencias físicas. Cada vez nos movemos menos Diferentes investigaciones indican que existe una relación estrecha entre el uso del móvil y el empeoramiento de las condiciones físicas y los resultados académicos. Y aunque pensemos que usar la tecnología nos ayuda a ampliar conocimientos, no es así. Un estudio de la Universitat de Valencia dirigido por Ladislao Salmerón concluye que, por ejemplo, retenemos mucho mejor los conocimientos que leemos sobre el papel que los que nos llegan a través de la pantalla, especialmente cuando se trata de textos académicos o que tenemos que estudiar.
Sobre todo ello profundiza Paula Paz en este artículo de Igluu.
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