Ray Bradbury se indigna con la policía y escribe El peatón en 1951, un relato que podría ambientarse en nuestro tiempo, en nuestro país.
Así comienza el relato El peatón de Ray Bradbury. La historia de un hombre sencillo que pasea despreocupado por la noche, en un momento del futuro, hasta que la policía se interpone en su camino…
Sigue el interrogatorio. Leonard Mead no ofrece excusas para pasear que sean creíbles para la policía. El paseo termina con Leonard Mead en el coche policial:
Bradbury escribe El peatón en 1951, aunque podría ser… pongamos que hablo de Madrid.
El artista en los tiempos del miedo
[pullquote]Luther King es un criminal según La nueva Ley de Seguridad Ciudadana española.[/pullquote]
El cuento está escrito en una época marcada por la caza de comunistas instigada por el Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso de los Estados Unidos. Un año antes de El peatón, diez personas de la industria de Hollywood fueron despedidas y encarceladas por negarse a declarar ante el Comité.
Al senador Joseph McCarthy no le gustaba el pensamiento no ya disidente, sino algo más simple: al McCarthy y sus seguidores les molestaba el pensamiento.
El hombre que es detenido por pasear del relato de Bradbury también podría ser detenido en la España contemporánea por resistencia pasiva a la autoridad según La nueva Ley de Seguridad Ciudadana.
Luther King, maestro del crimen
Los alumnos que resistan a la futura reforma educativa se encontrarán confusos cuando estudien Historia Universal. Conforme a la nueva Ley de Seguridad Ciudadana española, Luther King es un criminal y la Marcha a Washington, un acto cercano al terrorismo. La neolengua del gobierno pretende traducir “resistencia pasiva” como “atentado a la autoridad”.
La literatura de Henry David Thoreau, padre ideológico de la no violencia, perniciosa como los textos que enseñan paso a paso cómo construir una bomba casera. Claro que tendría que darse la circunstancias de que el público llegara a estas fuentes de información, que no están ocultas, pero sí ahogadas por el exceso de estímulos.
La violencia «cultural» y la televisión, pastillitas
A los descontentos, si son violentos, se les permite quemar los cuernos de los toros o arrancar de cuajo cabezas de pollo. (Se concede al pueblo que se desfogue contra animales antes de que el pueblo considere la posibilidad de usar las picas contra los gobernantes). A los descontentos pasivos, bastará con sobreestimularlos con acontecimientos deportivos o musicales en televisión.
“¿Tiene televisor?”, pregunta la policía. “No”, responde Leonard Mead. Esta es la respuesta que acaba con Mead en el Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas.
Y el único coche de policía de la ciudad detiene a Leonard Mead. Es un futuro sin crímenes. La ley considera que el crimen se previene coartando cualquier atisbo de pensamiento disidente, aunque sea pasear sin rumbo.
¿Qué podemos hacer? Escuchar a la musa furiosa, pasar de la indignación a la creación.