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Innovación rural

La vida en los pueblos es tranquila, lo sé porque me crié en uno. Para mí, demasiado tranquila. Lo recuerdo cada verano y en muchos de los puentes en los que regreso al lugar en el que nací.

Cuento muchas veces que en uno de los dos cruces con semáforos que tenemos, pongo a prueba a mis paisanos y procuro no arrancar cuando la luz cambia al verde. Es difícil que te den un bocinazo, como mucho te gritan si es para hoy… Te recomiendo que no intentes esta prueba en Madrid a no ser que lleves los guantes de boxeo contigo.

La gente camina despacio, habla despacio y saborea los días con calma. Gastar una vida en un pueblo debe ser como tener una vida extra. Como si las montañas, las vacas y las casas bajas de piedra te regalasen otra partida al comecocos.

Aquí un router que no funcione, no puede amargarte el día. Ni una gestión pública hacerte perder una mañana. Las mañanas no se pierden, se echan hablando con unos y con otros. En mi gestoría me dicen que fulanito tardará unos quince minutos porque ha tenido una inspección (imagino que de Hacienda) en el pueblo de al lado. ¡Quince minutos!

Cada vez que vengo me hago la pregunta de si sería posible vivir de las nuevas tecnologías en un pueblo como el mío. Sigo sin tener la respuesta clara. Imagino que aquellos negocios altamente dependientes de Facebook o de Google no se resentirían mucho por cambiar su domicilio social a un pueblo sin ecosistema tecnológico ni nada por el estilo.

Respecto a la posible necesidad de viajar, las videoconferencias me han ahorrado varios miles de euros en el último año y creo que no debe haber en España ningún pueblo a más de hora y media de coche al aeropuerto más cercano.

Creo que los pueblos a una hora de las grandes ciudades serán los más favorecidos demográficamente y en materia fiscal. Pocos seguirán queriendo vivir en el centro si a pocos kilómetros y por la mitad de precio puedes tener una bucólica casa rodeada de árboles, en vez de humos y de ruidos.

Programadores, emprendedores, diseñadores gráficos, especialistas en SEO, en redes sociales o en modelos de empresa basados en aplicaciones móviles, vivirán en pueblos tan bien como el cura, el alcalde y el médico de mi época.

Si tu excusa es la educación de tus hijos, pues tampoco te preocupes, la calle de los pueblos educa tanto o más que la calle de la ciudad. Cuando llegue la universidad no querrán vivir contigo haya o no universidad en el pueblo.

La no presencia impuesta en la oficina ya aplicada en empresas como Microsoft o Telefónica será la tónica habitual y el trabajador podrá decidir dónde emplea la mayor parte de sus horas, mientras la productividad no lo note.

Imagino que las empresas innovadoras altamente dependientes del talento de sus equipos tendrían más problemas para reclutar y formar a sus empleados. Pero estoy seguro de que muchos de esos talentosos profesionales no tendrían muchos reparos en pagar una quinta parte por una casa que haría enmudecer de envidia a muchos pisos de la Castellana aunque solo fuese por sus vistas. A comer como los ángeles, por la mitad de precio, y a tener una vida extra por lo despacio que pasan las vidas en los pueblos.

Sixto Arias es director general de Mobext

Fotos de Jeffrey Jones reproducida bajo licencia Creative Commons

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