Categorías
Ideas YSchool

Relatos ortográficos: ¿Las interrupciones sonoras del discurso te hacen mejor orador?

No había evento del que decía ser su país natal que se preciara que no contara en su panel de conferenciantes con Míster Jones. A su más que agradable presencia, con ese porte y elegancia que solo los dandis son capaces de tener y de exhibir, se le unían una exquisita educación y un físico que apabullaba.

La voz también acompañaba a tan buena presencia. La de Míster Jones tenía una templanza serena, con ciertos tonos graves, que transmitía calma y confianza. Lo cierto es que era un comunicador nato. Razón de más para que acabara siendo invitado a una mesa redonda sobre nuevas corrientes en la cría de renacuajos en una ciudad española.

Llegado el día, tras las presentaciones de rigor, Míster Jones tomó la palabra. Pero aquel verbo fluido, aquel discurso seguro que tanta fama le había dado, empezó a ser titubeante, cargado de «mmmm» a troche y moche y de pesadísimos «estoooo» y «eeehhh».

Ante el estupor de cierto sector del público, un atrevido asistente visiblemente incomodado por el estilo oratorio de Míster Jones alzó la voz para espetar al ponente: «¡Por Dios, Paco!, ¿quieres arrancar de una vez? ¡Que eres de Albacete y lo de míster te lo pusieron en las becerradas de tu pueblo porque pa cojones los tuyos!».

Entre las cosas placenteras que uno puede encontrarse cuando acude a una conferencia está el buen hacer del orador. Y es muy probable que escuchar a un ponente titubear y recurrir a esas interrupciones sonoras del discurso que emplea Míster Jones no se considere una virtud en según qué culturas.

Así, mientras que en el mundo anglosajón el estilo del protagonista se considera algo positivo porque implica una actitud reflexiva ante lo que se va a decir y cómo se va a decir, en la cultura hispana se ve como propio de un registro informal, y esas interrupciones dan la impresión de que quien habla lo hace con inseguridad y falta de planificación.

Pero no siempre es negativo recurrir a esas interrupciones sonoras del discurso. En su justa medida, pueden ayudar al orador a controlar y formular mejor su mensaje, le permiten evitar el uso de las molestas muletillas y expresiones de relleno y mantiene la atención del receptor, creando cierta intriga al pensar que lo que va a decir a continuación es relevante.

Cuestión de gustos, y sobre eso, ya lo sabes, no hay nada escrito.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

Salir de la versión móvil