It’s a Sin es una bofetada a la nostalgia ochentera instalada en las plataformas de transmisión en directo. Esta comedia dramática que emite HBO trata un tema que choca con la melancolía: el SIDA.
Nos recordamos unos a otros, y cuando no, lo hacen los medios, que en 1985 se estrenó Regreso al futuro. Muchas personas han olvidado y otras no quieren recordar que ese año murió Rock Hudson por el SIDA. Y eso que Hudson fue la primera celebridad que reconoció haberlo contraído y con eso se convirtió en tema de conversación incluso entre los escolares de secundaria durante los recreos de las escuelas.
Parece que Russell T. Davies, el creador de It’s a Sin, quiere recordarnos el pasado que no mostraban ni muestran el cine y la televisión mientras que con su Years and Years quiere advertirnos sobre el futuro.
Para ello, Davies expone en cinco capítulos una trama coral que abarca 10 años, de 1981 a 1991. Con frecuencia, una producción de corta duración cuya trama se extiende varios años corre el riesgo de caer en la tibieza. Davies sale airoso: consigue que sintamos simpatía por los personajes y nos interese su suerte gracias a:
Contribuye y mucho a la fuerza dramática que Russell T. Davies sea el único guionista y todos los capítulos tengan un único director: Peter Hoar, realizador habitual en las producciones de acción y superhéroes producidas por Netflix (The Last Kingdom, Daredevil, Umbrella Academy).
Trataremos estos aspectos de la narrativa abajo.
El palacio rosa, los lugares de trabajo de los personajes, la Isla de Wight y las habitaciones de hospital son las localizaciones recurrentes de It’s a Sin.
Mientras que una aventura demanda distintas localizaciones (¡es una aventura!), tanto el drama como la comedia se benefician de que la trama transcurra en un pequeño número de localizaciones con preferencia por lo doméstico y lo mundano: el comedor de los protagonistas, el dormitorio, el bar de siempre…
Los protagonistas son Jill (Lydia West) y cuatro jóvenes homosexuales: Richie (Olly Alexander) y Ash (Nathaniel Curtis), dos jóvenes que sueñan con ser actores; Colin (Callum Scott), un dependiente de sastrería y Roscoe (Omari Douglas), un camarero.
Los chicos comparten orígenes y sueños:
Estos orígenes y sueños reafirman el drama. Los protagonistas vendrían a ser como los pasajeros de una pequeña embarcación que encuentran problemas en su travesía.
Este grupo se mantiene unido a pesar de los años y los avatares. El grupo funciona como una segunda familia: todos encuentran el apoyo que las familias homofóbicas no ofrecen por repudio o porque ignoran que las vidas de sus hijos.
En esta historia coral destaca Richie (Olly Alexander) como representante de la juventud de los 80 que solo desea divertirse y tener experiencias. Richie encarna el espíritu de la canción It’s a Sin de Pet Shop Boys cuyos primeros compases suenan en un tocadiscos de bar de la isla de Wight:
«Sin importar cuándo o dónde o con quién. Todo lo que deseo tiene una cosa en común: Es un pecado, un pecado, un pecado».
Richie acabará siendo víctima del virus cuya existencia niega. Pero su muerte no funciona como una moraleja. No es esta la intención de Russel T. Davies. Richie no piensa de manera diferente a otras personas de su tiempo que considera el SIDA como un timo. No es raro negar o rechazar aquello que altera la vida cotidiana. La muerte de Richie deja en el público un poso: la necesidad de querernos los unos a los otros porque la vida es frágil y no siempre hay tiempo para reconciliaciones.
Para desarrollar 10 años de los personajes en 5 episodios, Davies recurre a la técnica de los fragmentos de vida (Matar a un ruiseñor, Boyhood, las comedias de situación sin continuidad).
El guion nos acerca a momentos de la vida de los personajes de la misma manera que vemos a algunos amigos de año en año. Sabemos de sus trabajos precarios, los amores que vienen y van, y sus desavenencias familiares.
Por esto, pocas secuencias se resuelven. Sí se cierran tramas de personajes que merecen un castigo divino y en un guion de serie, el dios es el autor, o debería serlo. Por esto, el pervertido jefe de Colin, el sastre, acaba siendo detenido por tener sexo con un menor.
Por otro lado, a Davies no parece importarle que el público pueda demandar un remate. Unos ejemplos:
Aunque el SIDA está como trasfondo, la mayoría de los momentos de vida están llenos de humor, de amor, de compañerismo, de altruismo e incluso de la magia que surge dentro de lo cotidiano.
La comedia que hay en It’s a Sin hace que nos afecte el drama cuando aparece.
El SIDA es un importante elemento unificador de la trama. Funciona como antagonista principal a la manera de un virus en un filme de terror, aunque no es el género de It’s a Sin.
Aparece en la narración como una leyenda urbana con el nombre de «cáncer gay». Richie considera que es «un cuento de las farmacéuticas para ganar pasta» en una secuencia de escenas que repasa las teorías de conspiración de la época.
Russell T. Davies parece acoger la idea clásica del terror formulada por el guionista Carl Gottlieb (Tiburón):
«Una historia de terror contiene dos historias: una de gente normal que hace su vida y la historia de terror que interrumpe la primera».
En la vida corriente, los jóvenes homosexuales luchan por sus sueños, se mantienen a flote con sus precarios trabajos, se divierten y, en muchos casos, mantienen una doble vida: ante los amigos se muestran como son y frente a la familia fingen ser heterosexuales.
El SIDA es el monstruo que lento pero incansable infesta la vida corriente:
Pero el SIDA no es protagonista ni los personajes tienen como objetivo acabar con él. La enfermedad nos permite acercarnos a los protagonistas.
Cuando un personaje es afectado por el SIDA se detiene la sucesión de fragmentos de vida. El guion repara en la víctima del virus y sigue el proceso desde la incertidumbre hasta la muerte.
Jill no llega a infectarse, pero cuando Gloria enferma se convierte en su cuidadora. A través de la entrega abnegada de Jill conocemos el miedo y la ignorancia sobre el SIDA en los primeros años. Un miedo e ignorancia que hacen la atención de Jill meritoria.
Pero el SIDA es más que el monstruo de la serie. Permite mostrar la verdadera cara ética y empatía de una sociedad, de las familias y las personas cuando aparecen desafíos que la ponen en peligro.
Por esto, aunque It’s a Sin hable del pasado y el estigma de la homosexualidad en los 80, se refiere también a nuestro presente con la pandemia de la covid-19 en la que convive el altruismo con el egoísmo, la intención de saber y el deseo de permanecer en la ignorancia.
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