No vas a leer esta entrevista de un tirón. Por más que te interese, por más que haya sido escrita, diseñada y recortada para evitar que la abandones a mitad de la lectura (y créeme, lo ha sido) lo harás. Acabarás mirando el WhatsApp, consultando esa interacción en Twitter o entrando en Twitch. Igual vuelves después de ello. Igual no, y entras en un loop de ventanas emergentes y notificaciones, desorientado y sin saber muy bien qué estabas buscando en primer lugar. Suele pasar. Cada vez más. Deberíamos coincidir en no echar la culpa de ello a este pobre redactor ni a tu cabecita loca. No eres tú, no soy yo: es tu smartphone.
De un tiempo a esta parte la tecnología se está diseñando no para hacerte la vida más fácil, sino para llamar tu atención, para distraerte, para chuparte el tiempo y venderte un curso de ilustración o unas bragas reductoras. Es el mercado virtual, amigo.
James Williams lo sabe muy bien. Él ayudó a dar forma a este ecosistema. Como estratega de Google, trabajaba sin pensar demasiado en las consecuencias hasta que empezó, él mismo, a sentir «una distracción profunda que no sabía cómo dominar». James pensaba que su empresa solo quería organizar toda la información del mundo, pero fue descubriendo que la finalidad era otra: monopolizar la atención de sus usuarios.
Fue entonces cuando dejó su trabajo y se fue a Oxford a estudiar filosofía, para comprender qué era lo que le sucedía. Qué es lo que nos sucede. El resultado de ese estudio lo ha plasmado en Clics contra la humanidad. Libertad y resistencia en la era de la distracción tecnológica (Gatopardo, 2021) un ensayo que analiza qué estamos perdiendo cuando perdemos la capacidad de concentrarnos. Le preguntamos:
¿No estás tratando de llamar la atención del lector con este libro? ¿No estoy tratando de hacerlo yo con este artículo? ¿Qué hace que sea más objetable o peligroso que plataformas como Twitter hagan lo mismo? Si tu libro, o mi artículo, fueran digitales, ¿serían más tóxicos que si tuvieran un formato físico?
Es cierto que gran parte de la vida implica buscar y valorar la atención de los demás. Pero hay mejores y peores formas, incluso razones, para hacerlo. Si un lector decide darme el regalo de su atención, estoy muy agradecido por ello. Pero no voy a usar el engaño o la duplicidad para intentar quitárselo. Creo que las personas deberían leer mi libro, pero quiero que lo hagan porque se alinea con sus razones, valores u objetivos superiores, no porque descubrí cómo explotar sus instintos más básicos, su miedo, ira, sensación de inseguridad o lo que sea, de manera específica. Para eso está Twitter.
En tu libro hay una frase que me ha llamado la atención: «A menos que ocurra alguna catástrofe mundial impensable, todo indica que el pasado de escasez de información se ha ido para no volver jamás». Al final, llegó una catástrofe mundial impensable, pero el efecto ha sido más bien el contrario. ¿Han cobrado más fuerza las ideas del libro con la crisis del covid?
Sí, la catástrofe del covid, en lugar de alejarnos de la tecnología de la información, parece habernos empujado tanto hacia ella que ahora parece el mundo real, y lo que antes era real ahora parece virtual. Todo esto me parece una nueva forma de estado de trance hipnótico a nivel social.
En tu libro analizas cómo la prensa ha caído en esta batalla para llamar la atención del usuario con el llamado clickbait. Parece que sabes mucho sobre ese tema, así que … ¿cómo debo titular este artículo para que sea viral?
Te dejaré escribir a ti el título real, pero algunas buenas heurísticas serían: opta por el afecto negativo y la excitación alta; inducir una sensación de disgusto si es posible; conviértelo en algo que dé un alto valor de señalización al participante cuando lo comparta; concéntrate en bajar el estatus de algún miembro de la élite, si puede; y, tal vez como un bono, insinuar la posibilidad de que el lector pueda marcharse con alguna bendición secreta de sabiduría práctica.
Tomo nota. También podría destacar tu historia personal, que es muy clickbait: «Un empleado que deja Google para ir a enseñar ética informática a Oxford». Suena casi épico, ¿cómo fue realmente?
Me preocupó la dirección en la que vi que iba toda la industria de la tecnología. Vi que la tecnología digital se convertía en una enorme máquina de persuasión justo debajo de nuestros pies, y me sorprendió el hecho de que nadie hablaba realmente de si esto era algo deseable o no. No podía rechazar la oportunidad de investigar esto más a fondo.
Televisión en streaming, mensajes políticos que buscan viralidad, prensa que solo persigue el clickbait… Parece que los problemas del mundo online se están extendiendo por todos los ámbitos que lo rodean.
Sí, estamos atravesando una rápida disolución de fronteras en todos los niveles de la vida, con toda la ansiedad y confusión que ello conlleva. La velocidad con la que está sucediendo es una de las principales razones por las que parece que ya no hay buenas narrativas sobre el futuro.
Empiezas tu ensayo con la figura de Diógenes, el primer trol de la historia. ¿No hemos cambiado tanto a pesar de la tecnología?
Creo que el primer pez que saltó a tierra firme para producir un efecto de choque también fue un trol bastante eficaz. Sí, parte del ser humano es empujar los límites de nuestro mundo, y este es un papel clave que desempeñan los llamados troles. Por supuesto, hay mejores y peores. Pero los mejores troles son siempre chamanes de lo aceptable que juegan con los límites de un sistema y nos enseñan cómo transgredirlos de una manera que promueve un bien superior.
De hecho, a lo largo de la obra citas más a Churchill o Rousseau que a los políticos actuales; arrojas más reflexiones de filósofos que de expertos en tecnología, ¿por qué?
Bueno, también cito The Onion y Bob Dylan e Idiocracy. Me inspiro en cualquier lugar donde me encuentre. Pero sí creo que hay un tipo de claridad que ciertos pensadores del pasado tuvieron sobre nuestro tiempo que es más difícil para nosotros tener, precisamente porque estamos realmente en él. Creo que el período en torno al auge de la cibernética, cuando Herbert Simon estaba escribiendo, fue uno de esos períodos. Creo que la llegada de la electricidad y la telegrafía fue otro de esos períodos.
Hablemos de nuestros móviles, ¿cómo tienes el tuyo y todas sus aplicaciones configuradas? ¿Qué debo hacer con el mío para ser más productivo y pasar menos tiempo en línea?
Déjalo y lee un libro. Tengo uno particularmente bueno que recomendaría, ¡pero estoy bastante seguro de que ya lo has leído!
Una respuesta a «James Williams, el informático que dejó Google para enseñar ética digital»
Pues lo he leido de un tirón y el culpable es el redactor. No todo está perdido.