Seguro que has escuchado: “Fulano cambió de un día para otro” o “se lió la manta a la cabeza y se fue”. Puede que fulano fuera un desequilibrado mental, o un mentiroso, o puede que nadie conociera a fulano como para ver que estaba cambiando.
Una cosa es cierta: los personajes de las series de televisión no cambian de un capítulo a otro.
EL REENCUENTRO CON LOS PERSONAJES
Nos gustan las series porque nos reencontrarnos con personajes que amamos o que odiamos. Si un personaje cambiara de manera de ser o de comportarse de un capítulo a otro, quizá la serie dejaría de interesarnos: nos sentiríamos estafados. (A no ser que el personaje tuviera personalidad múltiple como en Los estados unidos de Tara).
Los personajes de las series cambian como las personas de carne y hueso: despacio, muy despacio. (Recuerda Breaking Bad: de Walter White a Heisenberg hay un largo camino). Los espectadores sí aceptamos la evolución lenta, para bien o para mal, de los personajes porque queremos ver cómo superan sus limitaciones o consiguen sus sueños.
Incluso el cambio brusco de personalidad de un personaje secundario hace tambalear una serie. Cuando esto sucede el personaje es forzado a volver a su ser, o es asesinado por los guionistas, o es enviado a otro país o la cárcel. Poco después es sustituido por otro personaje de características similares: ingenua por ingenua, iracundo por iracundo, caradura por caradura…
VINCE MASUKA, UN JAPONÉS PERVERTIDO
Vince Masuka, el forense japonés compañero de Dexter, es un ejemplo de personaje que intenta cambiar de un capítulo a otro. Sabemos que Masuka tiene un disco duro con pornografía de transexuales asiáticas, es una enciclopedia de las parafilias y conoce prácticas sexuales que —en sus propias palabras— provocan vómitos y placer al mismo tiempo. En su relación con los demás suele emplear alusiones sexuales más o menos explícitas, y cree que los demás le ríen las gracias.
En el capítulo 3×05 de Dexter, Masuka cambia a los ojos de los demás. Cambia las camisas coloridas por camisas formales, y mantiene un comportamiento formal y distante con sus compañeros de trabajo. El espectador conoce los motivos: Masuka escribió un artículo para una revista científica, regaló ejemplares a los compañeros, y éstos arrojaron los ejemplares a las papeleras. Los compañeros de trabajo ignoran que han herido los sentimientos de Masuka.
Cuando Masuka deja de comportarse como es habitual en él, le resulta incómodo recibir de la misma medicina. Dice que hablará con el médico forense para recabar más datos de un caso, y Deb —la hermana de Dexter— replica: «¿Otra erección de cuatro horas?» Masuka recoge lo que sembró.
Sin embargo, Masuka persiste en su comportamiento distante. Esto desconcierta a los compañeros que a sus espaldas se preguntan el por qué. Tenemos etiquetadas a las personas: un borde, una simpática, un imbécil… y si una persona se sale de la etiqueta que le hemos puesto, nos ponemos en alerta.
Masuka cuenta que se siente como un bufón, que encontró las revistas en la papelera y que nadie fue a la conferencia que impartió. Masuka expone el motivo de su «cambio» y se queja.
Deb y Ángel, como representantes del grupo, se sienten culpables. La conversación queda sin resolución. El acercamiento entre el grupo y Masuka ocurre más adelante.
UNA PERSONA AJENO AL GRUPO, UNA POSIBLE HOSTILIDAD
El teniente Prado pertenece a una comisaría distinta a la de Ángel, Deb y Masuka, pero pretende hacerse con el mando de un caso. Prado es un elemento hostil para el grupo. Cuando el teniente Prado cuestiona cómo se ha llevado el caso, Masuka expone con hechos precisos, pero sin convicción, su teoría sobre el asesino y la víctima. Prado también cuestiona la autoridad de Masuka. Este es un momento importante: Deb y Ángel otorgan credibilidad al forense, y lo hacen con verdadero entusiasmo.
Ángel y Deb replican a Prado para mantener el control del caso, pero de paso, expresan su apoyo a Masuka. El forense japonés se crece con el calor de sus compañeros, da un paso al frente y expone seguro de sí mismo sus conclusiones. Y acaba con una guinda propia del Masuka que todos conocen.
Hay que destacar cómo Deb celebra «la vuelta» de Masuka. Un Masuka que le parece repulsivo en ocasiones, pero que no le resulta espeluznante. Deb sabe cómo tratar al Masuka «de toda la vida». Y Masuka está contento con volver a su rol.