En una de las viñetas de Homo Machus. De animales a hombres (Lumen), de Javi Royo, uno de los personajes comenta al resto de personas sentadas junto a él alrededor de una mesa que tiene intención de escribir un libro sobre feminismo. «No puedes, eres un hombre», le vienen a increpar el resto de comensales, todas ellas mujeres.
El autor del libro y la viñeta, asegura que la escena no es autobiográfica. No ha percibido esa resistencia en su entorno, aunque de haberla advertido, lo entendería: «Yo tampoco me fiaría de los hombres», ironiza (aunque quizás no tanto).
Royo evita los rodeos al hablar del libro que acaba de presentar: «Va de visibilizar el machismo, cuyos tentáculos están presentes en todos los rincones de nuestra sociedad. Sobre todo se trata de preguntar a los hombres cómo deberíamos movernos respecto a este problema. En un entorno en el que las mujeres ya se han situado, están planteándose cosas, empoderándose, se trata de abrir el melón y preguntar “¿y los hombres, qué?”. Tenemos la responsabilidad de situarnos al lado de la mujer y ver cómo nos incorporamos al feminismo».
Con ese «situarse al lado», ¿te refieres a que si el fascismo se cura viajando, el machismo se cura empatizando (con las mujeres, claro)?
Exacto. Lo has dicho tan bien que lo voy a utilizar (ja, ja). A los hombres en general nos falta empatía y comunicación porque se nos ha educado en una serie de cualidades que van en contra precisamente de la empatía y la comunicación.
Desde pequeñitos se nos ha dicho que tenemos que ser tíos fuertes, que tenemos que practicar deportes duros, que no podemos mirarnos desnudos en las duchas… Vamos, que tenemos que ser de una determinada manera, y eso muy jodido. Nos han hecho un traje que a mí particularmente siempre me ha producido mucha angustia. Nunca me he sentido cómodo en esa masculinidad.
La masculinidad es un concepto que hay que replantearse y, además, hacerlo de forma individual: ¿Cómo voy a ser yo? ¿Cómo me voy a construir en relación a todas las personas que me rodean? Hombre o mujer, porque ambos, antes de nada son personas. Creo que en el momento en el que empecemos a caminar hacia una masculinidad más empática empezaremos a entender a las mujeres, sus problemáticas, y podremos empezar a cambiar.
En psicología, suele decirse que para hacer frente a un problema primero hay que reconocerlo y nombrarlo para poder solucionarlo. Aquí ocurre lo mismo. Si me enroco y digo que del feminismo no quiero saber nada, poco vamos a cambiar.
¿Es ese despertar en la conciencia de los hombres acerca del hecho de que el machismo también es cruel con ellos lo que puede provocar que muchos de ellos se suban a la causa del feminismo?
Sí, en cuanto a que solemos movernos y concienciarnos con un tema solo cuando nos atañe directamente.
Aunque en este punto quiero dejar una cosa muy clara: las verdaderas víctimas del machismo son las mujeres. Son ellas las realmente jodidas por esta lacra. Los hombres simplemente no nos sentimos cómodos, pero no sufrimos sus consecuencias.
Nos concierne a ambos pero de una forma muy diferente. A las que ataca es a las mujeres en forma de desigualdad, discriminación salarial, violencia machista…
Cuando estaba escribiendo el libro me ocurrió una cosa muy curiosa. Necesitaba conocer la opinión de más mujeres sobre el machismo. La única forma de hacerlo de forma masiva era contactar con todas las posibles a través de las redes sociales.
Pedí que me contaran qué situaciones de acoso y abuso habían sufrido en sus vidas: tuve 300 respuestas en menos de 24 horas. No me lo esperaba. Y había de todo: desde situaciones de desigualdad a abusos en el trabajo, incluso cosas tan heavies como violaciones en el seno de su familia. Algunas de esas mujeres era la primera vez que las contaban.
Es algo con lo que aluciné porque no es más que el reflejo del machismo sistémico que hace que contar que has sufrido un abuso supone que la sociedad te juzgue. Incluso llegue a culpabilizarte de haber subido al piso de un tío, de haberte puesto determinada ropa, de haber conversado animadamente con alguien y haberle dado a entender ‘cosas’. No, no puede ser que todavía haya mujeres que no pueda contar este tipo de situaciones ni siquiera a su entorno más cercano por miedo a ser culpabilizadas, en lugar de ser consideradas como lo que son: víctimas. Es algo que no entiendo. Por eso escribí el libro.
Me pareció tan triste… De todas las historias que conocí, en el libro publiqué 14 tal cual me las contaron. Todas anónimas pero reales. Es una forma de visibilizarlas y sacar a la luz comportamientos machistas evidentes.
Es obvio que no es una encuesta demoscópica, pero de las mujeres de mi entorno con las que he hablado entre el 90% y el 95% han sufrido alguna situación machista. Mi propia hija de 16 años ya ha pasado por más de una. Y no me las contó hasta que leyó algunas de las historias que cuento en el libro. De ahí que lo considere un revulsivo para visibilizar este tipo de situaciones, porque visibilizar significa contar las cosas y empatizar.
Hay más gente en Instagram que está haciendo cosas muy interesantes de este tipo, como el caso de Devermut, por ejemplo.
El formato viñeta ¿ayuda a tratar temas de este tipo sin resultar dogmático?
Sí, por supuesto. ¿Y sabes por qué? Porque el lenguaje visual permite situaciones abiertas. Tú puedes ver una imagen que para ti significa una cosa y para otra persona, otra. Eso da lugar a mensajes más abiertos que, al final, se acaban configurando en tu propia mente.
El trabajo del viñetista consiste en combinar texto e imagen para que la reflexión se las traslades al lector. Por esta razón, me parece una suerte poder ser dibujante.
¿Cómo ves a la generación a la que pertenece tu hija respecto al machismo y al feminismo?
La veo muy bien-mal (je, je). Te explico. El libro lo he peloteado mucho con ella y con mi pareja, que son generaciones distintas. También, por supuesto, con mi editora, que me ha dado una fuerza increíble, y con la responsable de prensa de Random.
De lo que me ha servido el feedback de mi hija es para darme cuenta de que su generación está más abierta en lo que se refiere a relaciones de pareja. Hay más colores y se permiten probar e investigar, como personas, su sexualidad. Ven a la gente como personas y no ya tanto como hombre y como mujer, lo cual me parece muy positivo y muy afín a los planteamientos feministas.
En cambio, todavía persisten ciertas actitudes machistas. Hay chavalas de la edad de mi hija que cuentan situaciones vividas realmente machistas. Esa es la parte que me preocupa.
Creo que todo esto tiene que ver con la educación sexual y emocional que se da en los institutos y que creo que llega ya muy tarde. La educación sexual, desde el punto de vista emocional, tendría que llegar antes, cuando son niños. Ya que van a ver porno, que lo entiendan y entiendan su contexto. No se puede decir que no lo vean, porque lo van a ver.
Si se les educa emocional y sexualmente desde pequeños, se les debe dejar claro para que las personas con las que van a tener sexo algún día, son eso, personas, con emociones, y que hay que respetarlas. De hecho, muchas veces, las situaciones de abuso no son más que repeticiones de escenas porno chungas.
Respecto al movimiento feminista, ¿en qué momento nos encontramos? ¿Crees que realmente estamos en un punto de no retorno o hay mucho postureo?
Hay de todo. Hay gente que está muy concienciada y que nos consideramos feministas. Pero también es obvio que estamos en un momento muy radicalizado, en el que sectores de la derecha y ultraderecha, que siempre han estado ahí pero más agazapados, parecen que están retrocediendo.
Hay muchos hombres que se van a sentir muy a gusto con las posiciones más radicalizadas, antifeministas y de involución absoluta. Hace cinco años no hubiera pensado que esto podría llegar a ser así; sabía que había gente que pensaba así, pero no que iban a tener la poca vergüenza de decir las cosas que dicen en voz alta. Me parece un retraso tremendo.
En definitiva, creo que estamos evolucionando pero solo una parte de la sociedad. Hay que tener en cuenta que también hay mujeres machistas, porque en esos partidos también hay mujeres que apoyan lo que dicen sus líderes. Desde luego vamos a ir a mejor, pero obviamente la sociedad es muy heterogénea. No sé, no tengo ni idea…
A ver si salimos de alguna duda con el libro.