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Joan Quirós: el calígrafo que oye las palabras que traza

Escribir es una danza. El trazo de la mano lleva el paso y el compás. El calígrafo dirige la composición desde su pluma igual que el director de orquesta produce música del vuelo de su batuta.

Escribir es música. No importa qué digan las palabras. El trazo del lápiz sobre un papel o el ruido del pincel generan una sinfonía de letras.

La caligrafía es tan evocadora que, a veces, aparece un sonido de fondo en la mente del que lee. Otras veces es tan física que el calígrafo, al contornear palabras, escucha el eco del rotulador a su paso por la cartulina.

Joan-Quirós---Bastards

Joan Quirós oye las palabras que dibuja. No es que hablen. Es que la caligrafía tiene algo de arquitectura y construcción. Poner ladrillos hace ruido. Rayar una línea por el filo de una regla también. «Cada herramienta provoca un sonido. La combinación de los lápices y los papeles generan una especie de composición musical», explica el calígrafo. «En el papel surge una composición. Las letras son las notas. Los espacios en blanco son los silencios. Los estilos de letra dan ritmos distintos».

Ese ruido surge del movimiento, pero en la quietud, las letras también desprenden sonidos. Hay fuentes, como la cursiva inglesa, que se deslizan con ligereza sobre el papel. «Es como el sonido de la brisa», indica el valenciano. «Otras, como la gótica, son más duras. Resuenan como si cayese un árbol».

En la caligrafía afloran muchas sensaciones que de la tipografía no surgen. En esto el humano sigue venciendo a la máquina. El trazo de una mano desprende más emoción que un tipo móvil de plomo, madera, antimonio o estaño. Y rematadamente más que cualquier fuente creada en ordenador. Por eso hay quien califica la caligrafía del ‘porno de la tipografía’.  

Joan-Quirós---Emily-Bronte

Si el recorrido de la imaginación es largo, la caligrafía puede llevar a un olor o un sabor. Quirós nunca probó una uva amarga en sus letras, pero sí conoce las esencias que desprenden los grafemas. Un lector, al pasar los ojos por la panza de una jota, puede trasladarse a la sombra de un jazmín. La fantasía apenas dista unos milímetros del aroma real que desprende ese arbusto una noche de primavera.

El olor, para el valenciano, no tiene un sentido figurado. Él huele la tinta, el papel y las herramientas que hay sobre su mesa. Al final cada oficio tiene una nariz.

Joan-Quirós---Keep-it-Simple

El Quirós de la adolescencia pintaba letras en muros, pero eso no parecía una profesión de futuro. Optó por el diseño gráfico. En eso se ocupó hasta hace cuatros años. Fue entonces cuando descubrió que también podía vivir de la caligrafía. Se especializó y hoy su trabajo consiste en dibujar palabras.

Joan Quirós descubrió el pulso de las letras. Las conoce con la precisión del mecánico que calibra una brújula y sabe que el mensaje de un vocablo no está sólo en su significado. Las palabras cuentan más cosas. «Hay muchas formas de decir ‘Te quiero’», indica el valenciano. «Cada trazo transmite una sensación. No es lo mismo escribir esa frase en una gótica que en una cursiva inglesa».

Un ‘Te quiero’ en monotype corsiva produce un empalago horrible;, un ’Te amo’ en Kaiserzeit Gotisch da un tremendo repelús.

La caligrafía tiene su propio lenguaje. Las fuentes no pueden librarse de ese halo cultural que remite las góticas al Medievo y la cursiva inglesa a la era Industrial. Esos otros significantes fascinan a Quirós. «La caligrafía funciona como un refuerzo del significado de una palabra. Puede incluso dar un mensaje contrario a lo que dice. Por ejemplo, un trazo enérgico en un vocablo suave provoca una contradicción».

Joan-Quirós---La-Plaga-interior

El Quirós de la infancia aborrecía los cuadernillos Rubio. Su madre lo perseguía para que rellenara aquellas páginas en las que había que dibujar una ‘a’ redondísima diez veces en unos renglones tan tiesos como las cuerdas de tender. Esos caracteres regordos aburrían al niño hasta la extenuación.

Poco queda hoy de lo que le enseñaron esas prácticas de escritura. Su letra manuscrita ha perdido el ritmo infantil y recuerda a la grafía de las cartas de principios del XX. Ahora los palos de sus pes y sus efes se alargan todo lo que pueden. Las eses parecen serpientes y las curvas de las emes se han vuelto del revés. Quirós dice que todo el cuidado y la precisión que emplea en sus caligrafías desaparece por completo cuando hace la lista de la compra. «Mi letra es horrible», comenta. «Tengo letra de médico. Casi no la entiendo ni yo. Trato de enlazar todas las letras que puedo».

—¿A qué fuente se parece tu letra?

—A la Comic Sans

Joan-Quirós---She's-Powerful

Quirós siente que, en cierto modo, ha vuelto a los cuadernillos Rubio. Manejar un lápiz no fue lo mejor de su infancia, pero después de pasar varios años pegado a una pantalla y agarrado a un ratón, descubrió que escribir en una libreta no era tan perturbador.

Harto de trabajar como diseñador gráfico atado a una computadora, decidió volver a una actividad más artesana. «Aprender caligrafía se parece un poco a los ejercicios que tenía que hacer de pequeño», rememora. «Me saturé de estar frente a una pantalla y ahora intento trabajar lo más posible con pluma, tinta y papel».

Joan-Quirós---Kidney-Punch

La caligrafía es una habilidad exquisita. En el mundo islámico siempre fue una de las más finas artes. De ahí que, en realidad, tenga mucho más de espiritual que de porno. Observar a una persona dibujando letras es hipnótico. A Quirós también le ocurre. Al ver cómo trabajan sus maestros queda embelesado en una especie de borrachera sensorial.

Mirar a Quirós dibujando letras produce esa sensación de adormecimiento. En su mesa llena de instrumentos punzantes, sedosos y hasta con garfios, el calígrafo aborda el papel con minuciosidad para empezar un trazo. La velocidad es constante hasta que la tinta se acerca al final. Entonces el pincel desaparece como si ascendiera a los cielos. Escribir es volar.

Joan-Quirós---Sketchbook

Joan-Quirós---Writing

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