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José Luis Cuerda: «El milmillonario es el animal más tonto de la creación»

Algunos días amaneció. Otros, no tanto. Y así la humanidad fue llegando hasta el año 9177. El mundo quedó partido en dos: en el Edificio Mundial y en un suburbio de chabolas. En ese único bloque vivían el rey, el alcalde, su secretaria, el conserje mundial, la Guardia Civil y algunos eclesiásticos. En el arrabal habitaban los parados crónicos, las mujeres y las minorías étnicas. En el futuro la sociedad estaba dividida entre «los que mangonean» y «los que se joden irremediablemente».

José Luis Cuerda escribió esta historia en 1997. El director y guionista quería llevarla al cine pero acabó guardada en un cajón. Nadie sabe por qué. Ni siquiera él. «Alguien que estaba muy cerca de mí entonces me dijo que escribí este guion y no lo mandé a ninguna productora. Yo no tengo memoria para acordarme de nombres ni de fechas ni de estas cosas», indica el director de Amanece que no es poco una tórrida tarde de primavera en la cafetería del Círculo de Bellas Artes de Madrid. «Yo tengo la idea de que lo envié a una productora y no le interesó. A mí lo que me pasa es que cuando envío un guion a un productor y no le convence, no lo defiendo. Si no le gusta y acepta, me puede joder el rodaje de una manera espantosa».

Casi veinte años después, el relato volvió a aparecer. José Luis Cuerda y la editorial Pepitas de Calabaza decidieron publicarlo con el título Tiempo después. La prensa lo ha calificado como ‘su primera novela’ pero, para el director de cine, es otra cosa: «Yo digo que es un artefacto». Lo coge, lo mira e indica: «Aunque también es un libro. Eso está claro porque está encuadernado, tiene letras, una portada, una contraportada, personajes y situaciones».

El formato da igual. Lo que el albaceteño busca es llevar al lector al año 9177 sin tener que explicarle hasta el último detalle. «No creo que haya que dar al público las cosas masticadas. Solo se pueden hacer dos cosas con lo que mascas. Escupirlo o tragarlo. Si lo tragas, lo digieres. Si lo digieres, fabricas mierda. Y lo que expulsas, lo que das al público, termina siendo mierda. Yo procuro dar lo estrictamente indispensable para que el público no se sienta imbécil. Prefiero que le falte información y la tenga que fabricar él».

En Tiempo después, «los personajes son hechos y palabras», indica Cuerda. «Ya desde el principio viven en un mundo que se sabe que es mentira. Que eso es mentira. Mentira absoluta. Pero en la mentira absoluta, las palabras y los hechos pueden ser verdad. Un tío se tira desde la azotea y cuando está cayendo se da un paseo alrededor del edificio. Alguien puede decir: “Eso es mentira”, pero en este libro eso es verdad. Es perfectamente comprobable».

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LA ESPAÑA DEL FUTURO

Tiempo después es ficción pero, quizá, sobre todo, sea una gran reflexión.
Hombre, pues claro. Ocurre lo mismo que en una película que hice llamada Total. Empieza con una panorámica de unos montes en Soria y le metí un sonido de caza en homenaje a mi padre. Después de esa panorámica la cámara se va acercando a un pueblo. Se ve esa población, la torrecita del pueblo y de pronto se sobreimpresiona: “Londres”. Entonces baja la cámara, enfoca a un pastor con un rebaño, lo señala y dice: “Ovejas”. La película va a tratar de lo que va desde la mentira objetiva de que eso sea Londres a la verdad objetiva de que aquello son ovejas. La película trata de verdades absolutas y mentiras absolutas dentro de que todo es relativo.

Es 9177 y parece que todo sigue igual.

No. Ha ido a peor. Es una deriva lógica.

¿Por qué elegiste ese año del futuro?

Porque esos números suman 24. Cuando era pequeño y estudiaba en los Escolapios, hicimos una rifa y me tocó el segundo premio con una papeleta que tenía el 24. Era una bolsa de caramelos y una pelota de goma. Desde entonces me gustan las cifras que suman 24. También me libré de la mili en una fecha que sumaba 24. El 24 me da suerte y lo uso por eso. Es muy mío. El 24 siempre me coincide con eventos fastuosos.

Amanecer es un acontecimiento importante en tu vida.

El amanecer es el momento más gratificante del día porque ves que estás vivo. Y eso es para ponerse muy contento. Ayer me preguntaban en un programa de radio qué era lo mejor que me podía pasar. Ya sabéis que yo me he hecho muy radical y muy antisistema. Y en esa radicalidad creo que lo mejor es morirte cuando estés durmiendo. Es el momento decisivo de esta vida. Si no te das cuenta, mucho mejor. Morirte muy consciente es fatal. Y el segundo mejor momento para morirte es justo en medio de un orgasmo. Te mueres ahí y dices: «Pues mira. Ni me he dado cuenta prácticamente». Yo pienso mucho en estas cosas. No sé si en la muerte o el orgasmo o en el amanecer. Me dan que pensar.

La sociedad de Tiempo después está dividida en el Edificio Mundial y los arrabales. No hay más.

Es el sistema. Lo que se supone que es la civilización. Se sortean las fuerzas armadas y le cae a un almirante argentino. Por algo será. El hombre se queja. Dice: «Aquí, en un sitio totalmente seco, como no hagamos batallas navales en los bidés, qué narices de batallas navales vamos a hacer». Pero, en fin. Le ha tocado. Qué le vamos a hacer.

¿Va a ser así la nueva estructura del mundo?

Es una deriva verosímil y lógica de la civilización en la que vivimos. Esto va a acabar así como poco, pero puede terminar peor. Hay un homenaje a los de la ruta del bacalao. Me gusta mucho que les guste Ortega y Gasset. A mí Ortega y Gasset me pone.

En el 9177 «lo religioso está representado por el catolicismo, vieja doctrina simplona y fantasiosa».

Sí, esa es una manía mía. Aunque también aparece la Teología de la Liberación. Esa es la otra religión, por decirlo así. Es que tragar con los misterios de la fe me parece intragable. Pensar que con una de las esculturas del Museo vaticano se evitaría el hambre en el mundo… Ante esa idea de que hay un dios todopoderoso (eso significa que puede hacer todo) y bondad infinita, yo me hago una pregunta: ¿Por qué existen catástrofes en el mundo, por qué mueren los niños, por qué morimos con dolor? Yo prefiero pensar que Dios no existe, porque si existe, es mala persona y no es buena gente. ¿Por qué no lo evita? Y a mí que no me digan que no lo impide por el pecado original, porque entonces ya me cago en todo lo que se mueve. Es preferible pensar que este mundo es un sindiós a pensar que hay un dios que permite que sea como es.

Frente a Dios está la nada. Agustín, el barbero, le dice al padre Miñarro: «Es que yo no vengo del cielo, padre. Yo vengo de la nada. Y la nada es como una niebla espesa donde no ves a nadie, ¿me entiende?».

La nada es muy grande, muy persistente y muy sosa. Se me acaba de ocurrir pero yo creo que es una verdad objetiva. Es sosa de narices. Es lo contrario a Alechinsky [en una de las salas del Círculo de Bellas Artes hay en ese momento una exposición del pintor belga Pierre Alechinsky]. El barroco, de alguna manera, es una rebelión contra la nada.

En el 9177 solo quedan dos guardias civiles y, además, duermen juntos.

En el Edificio Mundial hay habitaciones que son como las de un hotel. Duermen juntos porque se ve que se respetan. La Guardia Civil es seria. Yo tengo la medalla de plata de la Guardia Civil. Mis amigos me preguntaban por qué no me dieron la de oro y dije: «No, joder. La de oro solo te la dan si te mata ETA. Prefiero que me den la de plata. Dónde va a parar».

¿Qué ha pasado en el 9177 para que solo queden dos guardias civiles?

En el Edificio Mundial viven los ‘Sedicentes Necesarios’. Los necesarios son solo una pareja para que se mantenga la figura de la Guardia Civil. Con que haya dos, se podrían reproducir. Aunque el error de este artefacto es que no hice que los hombres se pudiesen aparear sin mujeres y tener descendencia. Pero eso era excesivo. Eso ya da que pensar y no conviene.

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LA BANDERA

La bandera es un asunto muy importante en este país. Para muchos es un símbolo al que hay que venerar y no admiten ni un silbido ante ella. ¿Qué ha pasado en el 9177 para que hayan bordado un escudo de EE UU y otro de China en el pendón español que preside el salón del trono?

Hace muchísimos años escribí un tuit (y cuando digo muchísimos años quiero decir tres porque empecé a escribir en Twitter hace tres) en el que decía que la bandera es una simplificación insultante. No hay símbolo que abarque a toda la población de un territorio. Hasta te hacen jurar la bandera con tu propia vida. Yo no doy mi vida por nada del mundo. Yo podría llegar a entender que un hombre mate a otro para robarle todo lo que tiene. Incluso por una pasión desbocada, que como desbocada, puede hacer que un tío mate a otro para quitarle a la mujer. Es una locura pero hasta puedo llegar a entender la locura. Pero un argumento tan frío como morir o matar por una idea… Porque, además, el que propugna que hay que matar por una idea lo hace por negocio. No hay que creer nada de lo que dicen. Morir por la patria. Pero qué chorrada es esa. “Patria o muerte”: ni de coña. De entrada eso ya empieza mal porque si fuese ‘matria’, me lo creería más, pero la ‘patria’. Pero si los padres se olvidan de que tienen hijos. Los hijos vienen al mundo por la trampa de la fabricación. La trampa del método. Porque es placentero. Si doliese, no venía ni uno. ¿O estoy exagerando?

El mundo de 9177 es una plutocracia. Un parado quiere vender zumo de limón y no le dejan.

Sí. Llegan a decirle que si deja de ser parado se desnaturaliza y se produce una merma ontológica. Porque no se les ha ocurrido a Rajoy y Montoro. Esa merma hace que ya no seas tú. Eres menos teniendo trabajo que siendo un parado.

Las personas sin empleo están hacinadas en el poblado de los parados.

Yo pienso en el Pozo del tío Raimundo y esos barrios a las afueras de las ciudades. Así vive gran parte de la población mundial.

En el futuro hay sudamericanos voladores. ¿Por qué vuelan los latinoamericanos?

Es un homenaje al realismo mágico. Estos escritores lo mismo echan a volar a uno que hacen milagros dando palmas con las manos. Es una literatura que tiene tanto sostén en la tierra, en la tierra combativa, como en los sueños y los anhelos. Eso no lo pude hacer en Amanece que no es poco porque no había presupuesto.

Un tipo le dice al rey que tiene un «empleo cojonudo».

Es un liante. Mete en unos follones a todo el mundo. Siempre llega un poco tarde pero dice que está al tanto de todo. Los de prensa ya le han hecho un resumen de cómo va la cosa.

¿En 9177 seguirá habiendo monarquía?

A este paso podemos llegar a que coexistan dos monarquías. Puede que haya dos para simular que la cosa es más democrática, como el bipartidismo. Podemos elegir dos reyes y que entre ellos tengan que hacer coalición si empatan a votos. En un pueblo de Albacete han tenido que jugarse la alcaldía a la oca. Pero se dieron cuenta de que era un juego muy largo y decidieron echárselo a cara o cruz. Lo leí en el periódico y no era El Mundo Today. Era el periódico de verdad. Si no es mal sistema. Teniendo en cuenta que las guerras son desastrosas, ¿no sería mejor que cada estado decidiese un jugador de ajedrez (que es un juego sesudo, de estrategia, con un componente militar) y el que gane se anexione el otro país? No hay ningún muerto y consigues hacer lo mismo que la Merkel [la canciller del gobierno alemán, Angela Merkel]. Gobierna el mundo de una manera que podríamos llamar, entre comillas, razonable. Te tengo que quitar todo el dinero. Te voy a prestar mucho dinero para que dependas de mí. Tú, con mucho dinero, crees que puedes vivir bien y como gastas más de lo que puedes porque te has emocionado con el prestamazo ese que te hemos dado, tienes que venir a pedirme más. Y yo mientras te cobro mucho por lo que te di antes. ¿Tú me entiendes? Claro que te entiendo pero me jodes. No voy a tener yo merma ontológica económica por darte a ti un dinero que es mío.

Cuerda queda en silencio unos segundos. «El hombre, como simio, ha perdido muchísimo», recapacita. «En la evolución del simio (si simio es la palabra exacta, que yo soy de letras), debía haberse detenido en el bonobo. Cuando hay conflicto, estos chimpancés se dan por culo. Dicen: “¿Que me vas a matar? Pues te doy por culo”. Entonces el milmillonario es el animal más tonto de la creación. ¿Para qué quiere tanto dinero? Si se va a morir. O se fabrica la eternidad o hace el gilipollas almacenando todo eso. La herencia debería desaparecer del mundo. ¿Por qué uno, por ser hijo de otro que ha trabajado mucho o ha robado mucho, va a heredar eso? ¿En qué se basa? Luego me dicen que soy antisistema, pero a mí en estos momentos lo que me parece sangrante es ser del sistema, de este sistema genocida que está aquí para matar masas. Luego dicen: “El sistema lo arrolló”. No, no. El sistema son 17. Tampoco hay que engañarse. Se apoyan en el sistema porque parece un colectivo y lo mitifica un poco, pero son 17. Son la patronal y otros tres o cuatro.

Y algún cura.

Los curas son patronal.

En tus películas, a menudo, aparecen las ingles. En Tiempo después también.

Es un lugar comprometido. Es un sitio donde se produce mucho roce con los calzoncillos, las bragas… Y vosotras os inventáis el tanga para que os roce el culo también. Yo no soy nada contemporáneo. Nada. Con la penicilina se debía haber terminado la evolución. [El guionista Rafael] Azcona decía que cualquier tiempo pasado fue peor porque no existía la penicilina, pero que una vez que ya la teníamos, no hacía falta mucha más alegría. ¿Internet para qué? ¿Para que sepas lo que pasa en ese momento en la otra punta del mundo? Si lo que contamos son sucesos. La vida se ha convertido en sucesos. La vida es pura apariencia. Lo que se vende es lo que parecen las cosas y lo demás me importa un carajo. Por eso a mí me preocupa la desnaturalización del parado. Porque esa es la realidad.

En Tiempo después definen el amor como «esa hipérbole multiusos, esa teología de bolsillo».

Decidlo. Decidlo. Que se me valore de verdad. Que me den un puesto. Yo quiero un puesto. Pero parece que esto no son créditos. Te inventas la definición del amor y nada. Me gusta mucho que el alcalde diga que para enamorarse hay que utilizar el método empírico.

Un día del 9177 uno le roba al de al lado cuatro perras que lleva en el bolsillo. Parece que en este país nunca se va a dejar de robar.

Yo hago una defensa a ultranza, y si hace falta me rompo una uña, por el pícaro. Él lucha por supervivencia. El sinvergüenza roba para hacerse millonario, para acumular capital. Esa es la diferencia fundamental. El pícaro solo tiene como arma su inteligencia, su manera de engatusar, su forma de convencer a otro de que lo que ha hecho no ha sido robar. Dice: «Si lo único que he hecho ha sido cambiar las cosas de bolsillo». Pero los sinvergüenzas… Tenemos 15 por núcleo urbano de cada 100.

Tengo un par de preguntas más y te liberamos.

Si yo no quiero liberarme. Si no tenéis nada que hacer y yo tampoco. El día está vencido ya. ¿Qué hora es? Las seis. ¡Ah! Todavía no está vencido. Tenemos que enrollarnos un poco más.

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EL HUMOR DE ALBACETE

Gran parte del mejor humor de este país viene de Albacete. ¿Qué pasa en ese lugar?

Imagínate que me pongo a analizar el denominador común que podamos tener los humoristas de Albacete y llego a descubrirlo. A lo mejor dejo de usarlo porque pienso que es una gilipollez. Imagínate que deduzco que lo único que pasa es que somos muy gilipollas. Es verosímil. ¿Por qué no?
No hay que olvidar que en la guerra civil estaba ahí el cuartel general de las brigadas internacionales. No sé qué quiere decir eso pero es un hecho. Fue una zona prioritariamente roja. A mi padre, con 18 años, le tocó incorporarse al ejército republicano y me contaba que cuando había bombardeos se tumbaba boca arriba en vez de boca abajo para ver si la bomba le caía a él. Decía: «Ya que estoy aquí, si me cae, que lo vea».

Es una población de pobres y ricos. Muy pocos ricos muy ricos y muchos pobres muy pobres. Es una tierra de secano, de inviernos y veranos intratables. Hay 20 grados bajo cero en invierno y 40 sobre cero en verano. Nos llevan a África y sobrevivimos en el desierto. Y todo esto crea un humor seco, cruel, un tipo de gratuidad en los actos violentos… Tú ibas por una acera andando y venían unos críos y te decían: «Tú por aquí no pasas». Y preguntabas: «¿Por qué no?». «Porque no te voy a dejar pasar». No te dejaban y se había terminado. O en la feria ibas a la posada de Perico el picador. Para entrar llamabas a la puerta, miraban a través de una mirilla y bien te dejaban pasar o bien sacaban el puño y te pegaban una hostia. No sabías por qué y ni preguntes porque te pegaban otra.

Yo desmitifiqué esta violencia gratuita de Albacete en el templete de la música. En el verano, en un parque, la banda municipal daba conciertos. Nos sentábamos alrededor y una noche se levantó uno, le pegó un bofetón a otro y lo tiró de la silla. Inmediatamente le tendió la mano y le dijo: «Perdóname. Ni sé quién eres, pero te veo aquí todas las noches y no te aguanto». Lo ayudó a levantarse y no hubo más explicaciones. El que se llevó el hostiazo lo entendió.

Un verano, un cámara de televisión que se llamaba Javier Sigüenza me preguntó: «¿Qué vas a hacer estas vacaciones?». Le dije que me iba a París. Cuando era estudiante, me iba a París en verano a ver si se me abrían las miras y ampliaba criterio. Me dijo: «Pues me voy contigo». Nos metimos en un Seiscientos. Llegamos después de dos días de viaje y de haber dormido en Burdeos, en el coche, donde, por cierto, no se duerme bien, tienes sueños inquietos. Llegamos al atardecer. Hacía calor, llevábamos las ventanillas abiertas, paramos en una esquina del boulevar Saint Michel y vienen tres franceses. Uno le pega un guantazo a Javier Sigüenza y dice: «¡Que me han pegado una hostia, tú! ¿Qué hacemos?». Digo: «Pues arrancar y salir zumbando porque te pueden pegar cuatro». Nunca supimos por qué le habían pegado. Yo no sé si era de Albacete y estaba allí trabajando.

Albacete es una ficción administrativa de Isabel II. Es una provincia que se crea mezclando tierra valenciana, andaluza y mesetaria. Es un cruce de caminos. En el siglo XVI había allí una feria vacuna que juntaba 10.000 cabezas de ganado. De eso nacen unas costumbres, una lengua, un comercio… También hubo una industria navajera importante, que puede adquirir un valor simbólico y una cierta agresividad, muy aguda, como la punta de una navaja. Esto da de sí este tipo de humor sarcástico, de mala leche, imaginativo, con derivas inesperadas. Tú no esperas que le vayan a dar una hostia a una vieja o vayan a perseguir a un gordo.

Me acuerdo de estar un día en Albacete con mi barba. Allí llevan mucho una vara como la de los ganaderos, que hace así como de bastón y como de arrearte en los morros. Estaba esperando a que bajara un amigo de su casa, en la calle de la Feria, pasan unos críos y se me quedan mirando. Uno me mira y yo lo miro. Da un paso, me vuelve a mirar. Da otro paso, me vuelve a mirar. Yo lo miro, se arranca, me coge la barba y me dice: «Mira que te doy, ¿eh?». Después se va y me sigue mirando. Yo le mantengo la mirada como uno de Albacete. Un reto en falso sobre la más estricta nada.

Alguna vez has dicho que en este país hay muy mala leche.

Sí. Siempre ha habido muchas desigualdades. Las desigualdades crean envidias y las envidias crean mala leche. La mala leche española tiene una explicación sociopoliticoeconómica. No la voy a justificar pero prefiero este tipo de mala leche que la caucásica. Esa es más de tortura, es más fría. Un ruso con mala leche te puede tener años. Me acabo de dar cuenta de que Putin me va a poner en la lista de europeos que no pueden entrar a Rusia y no he estado nunca.

TWITTER

En un tuit escribiste: «No creo en el pingopango ni en el sexto mandamiento ni en la localización actual de los esfínteres. Somos pasto del berrido. Somos pavesas».
No puedo explicarlo. Me salió así. Pero tiene una progresión.

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José Luis Cuerda saca su móvil, pone el dedo en un círculo de la pantalla, lo mira sonriente y dice: «Me gusta mucho este nuevo teléfono. Registra tu huella dactilar. Me hace una ilusión poner el dedito y que se desbloquee».
Después lee en voz alta: «No creo en el pingopango» y se dice a sí mismo: «¿Qué cojones es el pingopango? Y yo qué sé, pero yo no creo». Y se ríe a carcajadas. «El que quiera creer en el pingopango…».

Sigue leyendo: «Ni en el sexto mandamiento» y comenta: «Fíjate la distancia que hay entre el pingopango y el sexto mandamiento. Este mandamiento existe y es de un coercitivo espantoso, inaceptable, inadmisible, incumplible. Y digo: ¿qué puedo poner después de esto? Pues la localización actual de los esfínteres. Vamos a ver, el ombligo está hecho. Es una cosa que está ahí. Que el aparato excretor fuese por el mismo sitio por donde se alimentó una persona tiene hasta cierta ternura. Así ves cómo es la deposición. De otra manera tienes que levantarte y mirar la taza del váter para ver la textura, la abundancia y todas esas cosas. Los esfínteres están donde están por… ¡por un capricho! Lo mismo que las tetas de las mujeres. Estarían mucho mejor en la espalda.

¿Por qué?

Hombre, porque el abrazo cumpliría varias funciones a la vez. Si te dan un abrazo, te pueden acariciar las tetas a la vez. Yo le veo ventajas a eso, aunque tampoco está mal lo otro. Las tetas, las pongas donde las pongas, quedan bien.

¿Y por qué somos pasto del berrido?

Es que es verdad. Todo el mundo grita. Somos víctimas del berrido universal en Albacete, en Lezuza (un pueblo de Albacete)… Fíjate si hay gente en Nueva York. Pues no te ensordecen nunca… a no ser que sea en un bar de hispanos.

José Luis Cuerda revisa el timeline de su cuenta de twitter y suelta: «Yo puse @cuerda1936 porque creía que era la contraseña. No porque pensara que fuera mi avatar. Y dije: “Ya me he ganado ‘el rojo de toda la vida’. Es que todas las contraseñas se me olvidan. Estoy hasta los cojones de poner contraseñas».

Sigue observando su cuenta de Twitter como el que hace una autopsia. Queda unos segundos en silencio y reflexiona: «Tengo 87.000 seguidores. Yo ahora me presento en una población pequeña y salgo de alcalde. Pero tiene que ser una población pequeña, ¿eh? Cuando me conocen, caigo bien, normalmente. Parezco simpático. Aunque los que ruedan conmigo dicen que tengo una mala hostia… Pero es cuando se ponen las cosas muy mal. Yo lo que no soporto son los hechos consumados. Si para una escena digo que necesitamos una mula que sea bastante alta porque tiene más gracia que el que se cae, caiga desde una cierta altura, y me traen un burro, me cabreo y monto el pollo. Vamos a ver, todos los acuerdos de producción son pactos que hemos establecido antes».

El director de La lengua de las mariposas vuelve a mirar su Twitter. Cuenta que escribió un libro titulado Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado con una recopilación de tuits. La obra comienza con esta frase:

Dulce amor de mi vida:
mándame más latas de atún.

Ese mensaje era real. Lo dedicaba un vasco a su novia en un programa de radio que Cuerda escuchó una mañana cuando conducía hacia el Eurobuilding. En la cafetería de ese hotel de 15 plantas en Madrid escribió el guion de Amanece que no es poco. «Iba todos los días. Empezaba a trabajar a las 9.00 de la mañana y acababa a las 9.00 de la noche. Echaba 12 horas escribiendo allí».

Fue hace casi 30 años. Era una época que, según el escritor, «en la Iglesia, que ya quería ser progre, se discutían los métodos anticonceptivos y un día unos periodistas preguntaron a un canónigo muy conocido de la Catedral de Málaga:

–Padre, ¿cuál es la postura que tiene que adoptar la mujer, según la doctrina de la moral católica, ante el fenómeno de la anticoncepción?

–Tienen que mostrarse con conciencia perpleja.

Y dije yo: «Y con dos cojones». Miré a ver qué era la conciencia perpleja. Yo estuve tres años en un seminario y tenía un libro que se llamaba Teología de la perfección cristiana. Ahí estaba la conciencia perpleja. En resumidas cuentas, quería decir que no sabías cómo portarte. Te quedabas perplejo. Y yo qué sé qué hacer. A partir de entonces, durante una temporada, ya nunca me metía en la cama con una chica sin preguntarle antes si estaba con conciencia perpleja».

Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado continuará en un próximo libro que se llamará Me noto muy cambiá (Atribuido a Winston Churchill). Al pronunciar el nombre, Cuerda suelta una carcajada.

–Yo me lo he estado callando hasta ahora, pero te vas a cargar la revista –alerta el director de cine–. Con una entrevista como esta, la hundes. Con lo sofisticados que sois. Oye, por cierto, ¿el Yorokobu qué cojones es?

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