Podría parecer que Josh Keyes aprovecha las noches para mucho más que para pintar. Y que cuando su hija de un año duerme, él se da vueltas por el Museo de Historia Natural para encontrar inspiración para su trabajo. La obra de este artista parece un diorama anunciando un futuro deshumanizado donde la vegetación y los animales son los dueños del planeta.
Josh es de Tacoma, Washington, pero vive y trabaja en Portland, Oregon, una zona del noreste de Estados Unidos con grandes montañas, bosques y el Pacífico a las puertas de casa. Estudió pintura en el Instituto de Arte de Chicago. Allí abrió su mente a la importancia y delicadeza del arte y la política y, más tarde, se graduó en Bellas Artes en Yale. «El Art Institute fue como un baile con un poeta; Yale, como una cena formal con unos abuelos», describe. Después de 28 años ha conseguido devolver los préstamos que aquello supuso.
Tras exponer en Dismaland junto a Banksy y el español Paco Pomet, seguro que sus pinturas adquieren aún más valor del que ya tienen. Cuando se enteró de la invitación casi se cae de la silla y, aunque comenta que es un honor estar allí expuesto, no ha podido ir a verlo. Considera al artista británico uno de los más significativos de nuestro tiempo así como un soplo de aire fresco en el mundo del arte.
Keyes trabaja cuando se pone el sol. Se siente en silencio y soledad, como si fuera un astronauta. Pinta de 9 de la noche a 6 de la mañana y luego duerme hasta las 11.30. Cuando su niña se lo permite, se otorga el lujo de echarse alguna siesta. En esas horas de sueño es donde realmente encuentra inspiración además de en lecturas ecologistas y grandes paseos por la naturaleza. «Mi imaginación deriva hacia esas visiones de un mundo poshumanizado. Me resulta en cierta manera purificador ver cómo todo desaparece bajo un manto verde», explica el de Washington.
El artista está muy concienciado con el medio ambiente y considera que su trabajo es una especie de exageración de lo que podría pasar si no hacemos nada para evitar las catástrofes naturales.
Aunque no es su medio, acaba de realizar un mural en las calles de Portland. «Ha sido una invitación especial del proyecto Tall Trees of Portland, pero me ha costado mucho trabajo. Normalmente dedico una hora a pintar un cuadradito de 6,5 cm2 y para esta pared tenía solo 6 días. Esto me ha enseñado a saber que realmente estoy más cómodo sobre el caballete», comenta el pintor.
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