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¡Jugad, jugad malditos!


Cuando en cualquier encuesta a pie de calle la gente expresa sus anhelos para el futuro mientras hacen cola para la lotería nunca falta eso de “quiero dar la vuelta al mundo” o “pagar la hipoteca” o el mejor de todos, “quiero encontrar mi pareja ideal”. Ay, pero las cosas más importantes de la vida no son cosas… y no las da el azar.
No deja de sorprender el éxito de esa estafa nacional llamada Loterías del Estado de la que todo el mundo participa gozoso, aun a sabiendas de que nunca le tocará nada, y de que Hacienda se quedará con todo el importe que abonó por el patético papelito llamado décimo… aun así les sobra para producir campañas multimillonarias con música de Danny Elfman y puestas en escena dignas de Hollywood.
Otra campaña me viene a la cabeza, esa en la que un padre y un hijo están ante un gran castillo de la campiña británica, y cuando comienzan a embelesarse con la situación, viene un aguafiestas con corbata, retira el decorado y les espeta “Si no juegas, ni lo sueñes”. El mensaje de la escena es tan abyecto que no merece ningún comentario.
Al menos los cupones de la ONCE y esa famosa “ilusión de todos los días” tienen un destinatario final (tras muchos intermediarios, ciertamente) que necesita ese apoyo económico. No es el caso de las Loterías del Estado, cuya recaudación se la queda el departamento de Cristóbal Montoro.
En Nueva York se popularizó una lotería de barrio llamada ‘La Bolita’, que se ha extendido por toda la ciudad desde hace décadas, y que se basa en la confianza entre los que apuntan las apuestas y los que manejan la inmensa telaraña, en la que participa todo tipo de personas, en las lavanderías, en los parques, en las tiendas… Por supuesto es ilegal, pero eso la ha hecho atractiva a nuevos bohemios que buscan un poco de emoción. Aquí no solo se persigue el cuantioso premio en metálico, sino la sensación de estar al margen de la Ley. La cosa tiene que ver con los resultados de las carreras de caballos, y es tal el volumen de negocio que el Comisionado se está planteando la posibilidad de legalizarla…
Aquí además tenemos para elegir entre las porras de los bares, las peñas de apuestas, la bono loto, la primitiva, la hípica, y ahora las apuestas deportivas sin límite. BWIN, se lee en las camisetas del Real Madrid. BetPlus, William Hill, BetFair, cientos de webs de póker on line… Pues eso, un sin vivir, una vorágine de azar, billetes que se evaporan y una zanahoria de premios que nunca llegan.
El Niño es un terrible fenómeno meteorológico en todo el mundo, excepto en España, que es la segunda oportunidad del fisco para trincarnos la cartera, por aquello de que si tocó el reintegro, se juega al Niño, que toca todavía menos que la lotería ordinaria.
Hay gente que todas las semanas compra un décimo, y que al cabo de siete años obtiene un premio menor que no resarce ni de lejos su inversión, pero que justifica el seguir jugando a este perverso invento fiscal. Un juego en el que los mismos que defraudan el IVA o evaden impuestos de todos los modos imaginables nunca faltan a su cita con la Lotería, que es como una ventanilla de Hacienda disfrazada de Doña Manolita.
A estas alturas, el único juego que merece mi respeto es la ruleta rusa. Bueno, y Angry Birds.
 

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