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Es hora de que devuelvas al café todo lo que te inspira

Balzac, Swift, Beethoven, Francis Bacon, Rubén Darío… La historia del arte, de la literatura y de la música ha dejado constancia de la afición al café de muchos de sus genios. De algunos de ellos conocemos al detalle sus rituales de preparación y sus dosis diarias de cafeína. En cambio, de lo que apenas se sabe es del recipiente en el que solían tomarlo.

El diseño de la taza o vaso en el que se sirve un café no es asunto baladí. Recientes investigaciones sobre percepción multisensorial aseguran que los estímulos visuales influyen en cómo percibimos el sabor de una comida o bebida. 

Kaiku Caffè Latte quiere cambiar las tornas. Convertir el café en destinatario de la inventiva de sus consumidores, tras siglos ejerciendo de acicate de la creatividad de muchos de sus incondicionales.  

En esta ocasión, la marca anima a cualquiera que tenga inquietudes creativas a que utilice los cups de sus tres variedades (Cappuccino, Espresso y Macchiato) para demostrarlo. 

Para participar solo hay que descargar la plantilla, leer el briefing y subir tu creatividad a la web del concurso. O también puedes mandar tu portfolio o muestras de tu trabajo a concurso@talenthuntersbykaikucaffelatte.com. Todo antes del 2 julio. Tres premios de 2.000 euros cada uno esperan a los ganadores.

LA BEBIDA DE LOS ARTISTAS

Algunos, como Jonathan Swift, recurrían a él para asentar ideas. «El café nos hace cabales, serios y filosóficos», llegó a decir el autor de Los viajes de Gulliver.

Beethoven no concebía su jornada de trabajo sin una madrugadora taza de café. Su preparación requería de un paso esencial: 60 granos por dosis, ni uno más ni uno menos. Él mismo se encargaba de contarlos. 

 

También había quien tenía sus propios rituales a la hora de servirlo. El de Kierkegaard consistía, según su biógrafo, en verter primero el azúcar hasta casi el borde de la taza para disfrutar después de ver cómo el café caliente disolvía aquella «pirámide blanca». 

Y como en cualquier otra faceta de la vida, hubo quien sucumbió a los excesos. Fue el caso de Balzac, quien se reconoció adicto a la estimulante bebida hasta el punto de consumir más de 50 tazas diarias. 

«Si no fuera por el café, uno no podría escribir, es decir, uno no podría vivir». El novelista francés dudaba haber podido resistir sus maratonianas sesiones de trabajo (de más de 15 horas diarias) sin tal alta dosis de cafeína.

Al escritor francés, como a muchos otros, le fascinaba el poder excitante del café (en su caso, en demasía). Una propiedad que la bebida debe a la cafeína, sustancia capaz de bloquear el receptor de la adenosina, la molécula que estimula el sueño. De ahí que su consumo sea recurrente en los casos en los que se requiere de una mente despierta y lúcida.

 

Esta es una de las razones por las que David Lynch acude con frecuencia a su cafetera (hay quien dice que llega a tomarse hasta 20 cafés al día). Para el director de cine, es su manera de «retener» las ideas en su cerebro. Tal afición por la bebida le llevó a crear su propia marca de café.

Tampoco son pocas las referencias a esta bebida en sus series y películas. ¿Quién no recuerda la famosa frase «Damn good coffee! And hot!» del agente Dale Cooper en Twin Peaks?

 

UN MOMENTO DE INSPIRACIÓN

A lo largo de la historia, la relación del café y la creatividad se ha consolidado en locales como el Quatre Cats de Barcelona, el Gijón de Madrid o La Rotonde de París. Todos estos cafés se convirtieron en epicentro del arte y la cultura de sus respectivas ciudades en determinados momentos históricos.

Fue precisamente en un café de Edimburgo donde J.K. Rowling comenzó a fraguar la exitosa saga de Harry Potter. Otro gran frecuentador de cafeterías era Gabriel García Márquez. En cada una de las ciudades en la que residió disponía de su favorita. Y su afición por el café quedó escrita en muchas de sus novelas. Cien años de soledad no fue una excepción. Los Buendía, la prolífica familia protagonista, lo preferían sin azúcar.

En cafeterías, pero también en casa, el momento café está tradicionalmente asociado a eso que algunos llaman momento ¡ahá!. Para explicar el porqué, el periodista de The Guardian Oliver Burkeman se remite a determinados estudios que demuestran que, incluso en su versión descafeinada, el café agudiza la destreza en personas que desempeñan determinadas tareas. Eso sí, siempre y cuando estas piensen que están tomando café con cafeína.

Para Burkeman, lo que viene a demostrar este efecto placebo es que no son los ingredientes de la bebida los que potencian nuestra creatividad, sino todo lo que rodea al acto de tomarse un café. Y pone como ejemplo esas pausas de media mañana, «con o sin colegas», con el café como excusa: «Puede que la cafeína no nos relaje, pero tomar café, ciertamente, lo hace».

De ahí que el momento café y la bebida en sí misma se hayan convertido para artistas y diseñadores en una inagotable fuente de inspiración

Así que da igual si eres de los que recurre al café para mantenerse despierto o para conseguir un chute extra de numen. El caso es que vuelques toda tu creatividad (provenga o no de la cafeína) en el diseño del cup de Kaiku Caffè Latte y así puedas llevarte uno de los tres premios de 2.000 euros que están en juego.

Dispones de toda la info aquí.

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