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La bici social de Santa Cleta

Había más formas de llevar a cabo la misión. Cuando Isabel Porras, Fernando Martínez y Gonzalo Bueno montaron su cooperativa con vocación social, tenían claros sus objetivos. Lo que les hace únicos en Sevilla, su ciudad, es la herramienta empleada para alcanzarlos. Santa Cleta utiliza la bici como arma y su munición es de alto calibre: empoderamiento ciudadano, independencia, fomento de la economía, sostenibilidad y bienestar personal.
Explica Isabel Porras que, desde su origen, Santa Cleta ha tenido una función social implícita. «Santa Cleta es un centro de creación de tejido social y de barrio centrado en fomentar el uso de la bicicleta. Hemos dado a la bicicleta esa trascendencia de herramienta para poder trabajar en sociedad», cuenta. Por eso, y más allá de los tres cooperativistas, un consultor medioambiental y las dos personas contratadas temporalmente para la formación que imparten, su proyecto engloba a mucha más gente. «Vienen aquí, aprenden a arreglar su bici, utilizan las herramientas, aprenden a montar con nosotras, se unen a las rutas que organizamos… Les llamamos los «bicivoladores» y son el corazón del proyecto».
Santa Cleta nació, hace ahora dos años, sin más apoyo económico que el de los ahorros de sus fundadores. «Sale de arriesgar lo que tenemos por una idea en la que creemos firmemente». Desde su inicio, la cooperativa crea proyectos de movilidad sostenible que comprenden festivales, campañas de comunicación sobre las bicis de carga con la Federación Europea de Ciclismo, formación en mecánica o servicios tradicionales como una tienda taller de bicis, alquiler, rutas o mensajería. Sin embargo, por lo que sacan pecho es «por el tejido que vamos creando mientras desarrollamos nuestras labores», explica Porras.

Ahora se hallan en pleno proyecto de investigación acerca del uso de la bicicleta por parte de la mujer. Aunque resulte sorprendente en pleno año 2014, existen muchas mujeres que no han pasado en su vida por un ritual tan básico como el de aprender a montar en bicicleta. La desigualdad de oportunidades se ha reflejado en las últimas décadas también en esta disciplina. «Las mujeres tienen menos licencias de conducción que los hombres. En general, cuentan con menos medios de transporte o, al menos, se ven menos mujeres reflejadas en las estadísticas del sector de los transportes. Con el uso de la bicicleta por parte de la mujer pasa un poco lo mismo», resalta la sevillana.
El proyecto fue financiado hacer un año por la Junta de Andalucía, pero Isabel Porras insiste en que, aún con la financiación ya finalizada, sigue trabajando en este campo cada día. «Este aprendizaje es un proceso de empoderamiento. La bicicleta es una herramienta para muchas cosas como, por ejemplo, para poderte mover libremente por una ciudad como Sevilla. A muchas mujeres esto les facilita sus tareas diarias, su movimiento y por lo tanto su independencia», cuenta.

El aumento de implantación de la bicicleta que ha experimentado la capital andaluza en los últimos años ha servido de incentivo para que muchas mujeres que no habían tenido la oportunidad de montar en bici le dieran una oportunidad. Santa Cleta ha actuado como facilitadora del proceso. Explica la fundadora de la cooperativa que el perfil de mujeres que asiste a las clases «es muy variado. La mayoría son mujeres de más de 40, de alta cualificación. He tenido muchas que trabajaban de funcionarias, enfermeras, médicas, profesoras… y que por algún motivo no aprendieron a montar de pequeñas».
La bicicleta también se ha convertido en el vehículo para que algunos desempleados salgan de situaciones de crisis. Los cursos de mecánica que imparte la cooperativa, en colaboración con otras entidades como Cruz Roja, han llevado a alumnos a trabajar en empresas del sector.

Al equipo de Santa Cleta le queda una tarea acerca de la que evangelizar: la bicicleta no es para viajar solo. «Hace falta una concienciación acerca de ir en bici con el perro, con los niños, o con cualquier mercancía. Más de la mitad de los trayectos que se hacen en la ciudad se podrían hacer en bicis de carga. Una bici de carga que sustituye a un vehículo motorizado puede ahorrar casi cuatro toneladas de CO2 a la atmósfera», declara Isabel. «De hecho, no hemos parado ni un día con el tema de las bicis de carga y prácticamente todos los meses hacemos algo para que se vean en la calle».

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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