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La bicicleta que se rebela contra la obsolescencia

No es algo nuevo. Pasamos de un objeto a otro sin necesidad, impulsados por la necesidad social de estar a la última. Es el signo de los tiempos que, por suerte, están por pasar. En las últimas tres décadas, el crecimiento económico de un país que venía de bastante abajo se materializaba en compras compulsivas, sin sentido, que indicaban un status determinado. El granito de arena del diseñador Álex Fernández Camps viene con dos ruedas y manillar.

Una Motoretta G.A.C. de tamaño infantil, una Bicicross BH de color blanco, una mountain bike Orbea…La mayoría tenemos una lista de bicicletas que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida. Son como muescas en un revólver que apunta a los grandes momentos asociados a esas máquinas. Esa es la parte feliz. La no tan positiva pasa por la cantidad de chatarra que se generó cuando fuimos creciendo y dejando de lado bicicletas que funcionaban.

La respuesta de Álex Fernández Camps a la obsolescencia cicloturista es Grow, un proyecto de bicicleta capaz de crecer al ritmo que lo hace el pequeño ciclista que la monta. Con ella concurre a los Premios Delta, los premios de diseño industrial que se entregan mañana, en Barcelona, en el marco del FADFest.

¿Cuál es el origen de la idea? ¿Habías hecho bicis antes de este proyecto?

Mi primer trabajo serio fue una bicicleta infantil y fue con Orbea. Hicimos una bicicleta estructuralmente mixta que optimizaba muchos puntos de la industrialización y respondía a un mundo con unas diferencias entre niños y niñas que se entendían ya desde otro ángulo. Fue innovador en su momento. Creo que las ventajas industriales y las que requiere el consumidor suelen encontrarse en un punto.

En el caso de este proyecto, Dani Martinez y Jon Ganxegui de Orbea se pusieron en contacto conmigo para hacer un restyling del proyecto B&G después de más de diez años. Personalmente abrí ese restyling y abrí otro que trabajaba contra la obsolescencia. Las primeras bicicletas que crecían parecían verdaderos montones de tornillos. Fui simplificándolo y buscando el camino para hacer el producto que es hoy.

¿Cómo comenzaste en el diseño industrial?

Me empecé a dedicar profesionalmente cuando terminé arquitectura y dejé la competición de bicicleta; me llamó Jon Fernández de Orbea para ver si me apetecía ir a trabajar con ellos. Estuve trabajando unos años allí con gente con la que todavía colaboro. Después trabajé tres años en un estudio con Cinto Monsech y Mario Ruiz. Me fui para empezar mi andadura y la mayoría de mis clientes repiten. Crezco con ellos.

¿Crees que es sostenible un mundo con objetos con una obsolescencia tan acusada? ¿Se está replanteando esta filosofía, desde el punto de vista del diseñador, hacia objetos cotidianos más duraderos?

Creo que estamos en una época absurdamente consumista. Yo mismo miro a mi alrededor; veo objetos y trato de pensar verdaderamente en ellos. ¿Qué quieren ellos? ¿Me gustaría ser ese objeto que no uso? Veo que sólo vibran los objetos que tienen sentido. Los que no, van perdiendo presencia y vitalidad pronto.

En el caso de las bicicletas GROW, creo que la clave de que crezca es un motivo indirecto de su sostenibilidad real. Lo que sucede es que, el hecho de que crezca permite hacer un objeto más duradero y de más calidad (más caro). Finalmente, esa calidad es la clave. Un producto de calidad, útil y deseado mantiene su valor y se reutiliza mejor. Se mantiene vivo porque se mantiene útil más tiempo, sin importar en manos de quién. Un objeto capaz de ilusionar serenamente tiene ya mucho de sostenible.

De todos modos, en cuanto a sostenibilidad tengo mucho que aprender, como todos, diseñadores y no diseñadores. Podemos y tenemos que hacer las cosas mejor. Todos estamos empezando a aprender a administrar nuestros recursos.

¿Cuál es la opinión de la marca acerca de proyectos así? Su negocio, en principio, es vender cuantas más bicicletas mejor, pero este tipo de proyectos cambian muchas cosas.

Orbea ha hecho una apuesta muy fuerte impulsando este proyecto y creo que eso refleja su responsabilidad y compromiso real a muchos niveles. Como diseñador de este proyecto, he tenido el privilegio de ver la cara que ponían al ver algo que les gustaba, pero que les desconcertaba y ha sido bonito ver como la decisión ha sido hacer lo mejor para el usuario y para todos.

Hay que ofrecer alternativas activas al consumo irresponsable y Orbea ha tomado esa opción. El resultado de este proyecto ha sido que muchos mercados se han interesado en el producto. De cara al usuario, nuestra bicicleta requiere un desembolso mayor al inicio,pero su amortización la hace más económica para el comprador y para el planeta. Los mercados más evolucionados lo han entendido antes.

Fernández cuenta además, lo que le supone, a nivel personal, el hecho de haber participado en un proyecto como Grow.»He diseñado bicicletas de alto rendimiento, pero cuando veo a un niño sobre una bicicleta “mía” por la calle, a veces me paro a hablar con él y le pregunto que tal le va su bici y ¡es divertidísimo!», cuenta.

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