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Conchitas en chambras: el doble estigma de ser mujer española y emigrante en el París de los años 70

Si atendemos al fantasma de la xenofobia que se cuela, de vez en cuando, en ciertos discursos y capas sociales, parece que hayamos olvidado que el nuestro ha sido un país de emigrantes. Muchos hombres y muchas mujeres tuvieron que dejar sus pueblos, sus familias y sus amigos para marcharse a otro país a buscarse la vida y un futuro mejor. Documentación no falta al respecto y mucho se ha hablado de ellos y de sus sacrificios.

Pero hubo un movimiento migratorio mucho menos estudiado, quizá porque estaba protagonizado por mujeres y no por hombres. Hablamos de las españolas que emigraron a París, principalmente, para trabajar en el servicio doméstico. A estas mujeres se las conocía en Francia como conchitas o bonne à tout faire (buena para todo), y el artista e investigador gallego Joan Morera les ha dedicado la exposición La chambra. La habitación de al lado.

Morera ya había investigado el tema en varias residencias artísticas que desarrolló en París y en Bilbao. De hecho, la memoria, la migración y el paisaje son los grandes temas que explora a través de sus obras. El punto de partida de esta muestra fue un pequeño manual en francés que le descubrió un amigo, Conchita et vous, en el que se orientaba a las mujeres francesas (las empleadoras) sobre cómo comunicarse con las españolas que trabajaban en sus casas como personal doméstico.

Morera vio en la forma de apelarlas un estereotipo algo estigmatizante que le impelió a seguir investigando. «Quería entender mejor, dados mis orígenes familiares, qué es lo que había pasado ahí», explica en una entrevista para la televisión de Vigo.

Este fenómeno migratorio femenino a París se produjo, principalmente, en los años 60 y 70 del siglo pasado. En principio, las mujeres que emigraron al país vecino se planteaban hacerlo solo por un tiempo limitado, 6 meses, un par de años a lo sumo, el tiempo justo para conseguir dinero con el que pagar sus pisos en España, ayudar a sus familias o simplemente ahorrar para mejorar su vida en sus pueblos natales. Su intención era la de regresar, y así lo hicieron algunas. Otras se quedaron allí, formaron sus familias y solo se plantearon regresar llegada su jubilación.

Las conchitas fueron doblemente pioneras. Por un lado, porque consiguieron viajar solas al extranjero en un momento en el que el régimen franquista se lo prohibía. Y por otro, porque fueron muchas de ellas las que abrieron el melón de la emigración en sus familias, a la inversa de lo que tradicionalmente ocurría en este fenómeno migratorio, donde eran los hombres los primeros en partir y las mujeres solo ejercían un papel de meras acompañantes.

Al llegar a París y encontrar trabajo en el servicio doméstico, estas mujeres eran alojadas en pequeñas habitaciones situadas en el piso sexto o séptimo de los edificios donde trabajaban (las buhardillas, en realidad, de los característicos edificios Haussmann parisinos), las chambres (que ellas castellanizaron llamándolas chambras) de apenas 6, 8 o 10 m2. Esos pequeños espacios, que solo habitaban para descansar dadas las larguísimas jornadas de trabajo que se veían obligadas a cumplir, representaban la soledad en la que vivían en el país vecino, pero también la libertad de existir sin la férrea tutela paterna y de la Iglesia.

La chambra. La habitación de al lado forma parte de un proyecto anterior llamado Conchita et nous. Como exposición, es algo más que una simple instalación artística. Podría decirse que quien acude a verla entra, sin ser consciente, en una especie de carpeta de investigador en la que pueden verse fotografías, videoentrevistas, serigrafías y esculturas que componen, en conjunto, un documento histórico.

El fenómeno de la emigración femenina a París toca de cerca a Morera, ya que varias personas de su familia tuvieron que buscarse el pan fuera de España y, entre todas ellas, una en especial: su tía. «Hay una parte de memoria, en la que intento recuperar qué pasó en aquella época y reflexionar», comenta Joan Morera en esa misma entrevista para la televisión viguesa.

«Que el espectador reflexione sobre esos hechos: cómo estamos aquí y por qué». La sala que alberga la exposición reproduce el perímetro de 8 m2 de una de esas chambras. Detrás del montaje hay mucha labor de investigación, que deja la puerta abierta, a su vez, a seguir profundizando en ese fenómeno y en esas mujeres.

Porque, como explica Morera, «queda muy poca presencia en la ciudad de lo que fue la emigración española, y de la femenina en particular. Esta última tuvo una representación más clara, porque ocuparon puestos como las porterías, que es un trabajo emblemático en la ciudad de París que ocuparon las españolas, al igual que el servicio doméstico. Sí que tuvieron una representación en los años 70 muy alta, pero eso se fue desvaneciendo y no quedó nada».

Tanto es así, que le costó mucho encontrar mujeres emigrantes de aquella época que aún estuviesen en París. De ahí que recurriera a sociólogos e historiadores, así como otros testimonios secundarios, que le ayudaran a componer un retrato de aquellas mujeres y de su forma de vida, creando una instalación en la que se mezcla la investigación con el arte, y que funciona a modo de puzle para componer ese retrato.

Hablamos investigadores del fenómeno de las españolas en París, como la socióloga Laura Oso y el historiador francés de origen español Bruno Tur. La entrevista a Marta Sábado, profesora de literatura que vivió en una de esas chambras cuando llegó a la capital francesa para completar sus estudios, encuadra en el momento actual el espacio en el que se desarrollaba la vida de esas españolas en París.

También aparecen los testimonios de Alicia González, emigrante española que, aunque no trabajó en el servicio doméstico, sí fue la presidenta de FACEEF (Fédération Associations Espagnols Emigrés en France), y de un ciudadano francés que se crio con una de esas conchitas. En total, seis videoentrevistas que ponen contexto a lo exhibido.

La chambra. La habitación de al lado puede verse hasta el día 30 de abril en la sala Maruja Mallo de la sede de la Diputación de Vigo.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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