La Comisión Europea acaba de anunciar un ambicioso plan (no vinculante por el momento) para reducir las emisiones de carbono generadas por el transporte en un 60% de aquí a 2050. Entre las medidas propuestas está la de prohibir la entrada de automóviles de combustible tradicional a las ciudades. La comisión ve en la unificación de las políticas de transporte de los países miembros la clave para conseguirlo.
Los objetivos presentados en un comunicado de prensa proponen además:
– acabar con los automóviles de combustible convencional en las ciudades;
– lograr que el 40% del combustible de aviación sea sostenible y de bajas emisiones de carbono;
– lograr una reducción del 40% de las emisiones del transporte marítimo;
– lograr una transferencia modal del 50% del transporte por carretera al ferroviario y por vía fluvial en distancias medias interurbanas, tanto para pasajeros como para mercancías;
Siim Kallas, vicepresidente de la comisión, ha querido dejar claro que en ningún momento se busca reducir la movilidad, sino transformarla:
«Es sencillamente falsa. Para que Europa pueda ser competitiva en el mundo, por el crecimiento económico, la creación de empleo y la calidad de vida diaria de la población, es vital contar con sistemas de transporte competitivos. Ni se plantea la opción de restringir la movilidad ni tampoco dejar que todo siga igual. Podemos romper la dependencia de los sistemas de transporte respecto del petróleo sin sacrificar su eficiencia ni comprometer la movilidad. Podemos ganar en ambos aspectos».
Como era de esperar, el Gobierno británico ha sido el primero en salir en contra del plan. «No prohibiremos coches en el centro de la ciudad, al igual que no aceptaremos plátanos rectangulares», dijo esta mañana el ministro de transporte Norman Baker, invocando el ya clásico populismo que utilizan los políticos británicos para marcar distancia con la Union Europea.
Para el grupo verde europeo en cambio, como era de esperar, el plan es demasiado conservador en declaraciones al EU Observer.
Análisis
– El plan no será vinculante aunque la comisión buscará formas de implantar legislación en apoyo al informe en los próximos años.
– A pesar de todas las deficiencias y problemas con la transparencia de la UE, la Comisión Europea tiene la ventaja de no depender tanto de las elecciones como un ayuntamiento de una ciudad. Un plan de este tipo de un alcalde podría llevarle a perder las elecciones.
– Poner en marcha un plan así exige legislación pero también son unos pronósticos sujetos a posibles cambios radicales en la tecnología que no sabemos si llegarán. Otros se apoyarán en que la tecnología para hacerlo ya existe, solo falta la inversión.
– Al mismo tiempo se agradece una visión que mira al largo plazo algo que contrasta con una de las principales críticas al cortoplacismo en la la política actual. Es mejor marcar objetivos ambiciosos que marcar algo que se queda corto.
– Si queremos emprender un verdadero cambio hacia una sociedad post-petrolera vamos a tener que sacrificar el ahora por el futuro, algo complicado pero no imposible en un sistema que gira en torno al crecimiento constante.
– Lo mejor que puede pasar para la industria de renovables es que el precio del petróleo siga subiendo.
– Las marcas de coches tienen un reto y una oportunidad para diseñar el futuro de la movilidad.
– Invertir en esta nueva economía será una forma de generar empleo. Según la comisión, se crearán 1.5 millones puestos de trabajo apoyándose en el ejemplo de la industria de renovables que en cinco años «han incrementado sus empleados de 230.000 a 550.000 en Europa».
– Para los emprendedores, todo está por hacer.
¿Que pensáis sobre el plan? ¿Es factible o se queda corto?
El informe completo se puede ver aquí
Foto de rasmithuk reproducida bajo licencia C.C.