La comunicación cuántica

Hace 700 millones de años ocurrió algo insólito. Los organismos unicelulares evolucionaron y nacieron los pluricelulares. Era el principio de la evolución que llevó a la aparición del humano. El siguiente paso no tuvo que ver solo con células. Fue cuando estos individuos comenzaron a relacionarse y a organizarse en poblados cuando dieron el salto definitivo que los separó del resto de animales.

(Imagen de Pablo Abad)

Lo prosaico lo explica con el efecto mariposa. La importancia de las conexiones se muestra con la teoría de que el vuelo de este insecto en un lado del globo puede provocar un huracán al otro lado del planeta. Lo místico lo expone, desde hace miles de años, en el Tao o el Budismo. Estas filosofías orientales entienden el mundo como una unidad de fenómenos y componentes inseparables que están interrelacionados y en constante movimiento.

Lo científico ofrece su explicación en la física cuántica. Esta rama de la ciencia sostiene que dos partículas en extremos opuestos de una galaxia pueden compartir información en un mismo instante. Dice también que la información de un neutrón puede determinar la información de otro en un lugar a millones de kilómetros de distancia.

La historia del mundo es una historia de relaciones. La historia de la humanidad es indisociable a las redes que se han establecido entre unos individuos y otros. La ruta de la seda, las conquistas, las expediciones… El mundo siempre ha sido y será una red de redes. La última gran red, el último escalón en esta evolución de la humanidad, se ha producido con la revolución digital. Internet ha hecho más estrechas y más cercanas muchas de estas redes que hacen evolucionar al mundo.

Hoy se podría dibujar el planeta como una gran madeja de hilo que rodea a la esfera en todas las direcciones frente a un mundo, hace unas décadas, atomizado en puntitos que representan, cada uno, a un individuo. Esto supone el principio de una nueva era en la que se cumplirá también esa máxima física de que la relación está en la base de un salto en la evolución. Las redes de la madeja llevan implícitas la colaboración, cofinanciación, compartir, combinar, multiplicar…

Esos hilos son las conversaciones que corren de un lado a otro del planeta de forma totalmente horizontal. Hilos donde dos usuarios son dos personas a un mismo nivel y cualquier mensaje, proceda de quien proceda, tiene el potencial de provocar un alto impacto si el resto de individuos así lo decide. Los individuos tienen el poder de hablar y de hacer crecer ideas en un mundo más compacto que nunca por unos canales cada día más interrelacionados. Las redes sociales, los mensajes, las aplicaciones para escuchar música, las redes de geolocalización…

Todas tienden a confluir para desembocar, finalmente, en un único espacio que se acabará convirtiendo en la plaza pública mundial o, también, en una base de datos planetaria donde los detectives se extinguirán como raza porque seremos nosotros mismos los que demos cuenta, en cada momento, de dónde estamos, qué música escuchamos, en qué chats estamos disponibles, qué traje llevábamos el día de la comunión… Y esto no es el futuro. Es el presente de Facebook, Spotify, Foursquare, Gmail…

Entre el individuo y este planeta único están las ciudades. Núcleos urbanos que, según el diseñador Mark Ralston, se están convirtiendo en los nuevos ordenadores. Las infraestructuras tecnológicas individuales (ordenadores, móviles, tabletas personales…) irán conectándose de manera creciente a otras infraestructuras sociales que acabarán convirtiéndose en una única red.

Estas redes que la tecnología está formando es, para Ralston, más que social computing. Es una estructura compartida. Cada persona dispondrá de una infraestructura personal y privada, pero habrá una cascada de información que, funcionalmente, se convertirá en una única infraestructura.

Pongamos internet bajo el microscopio de un físico cuántico. Desde su lógica es muy fácil explicar porqué ha supuesto un salto decisivo en la historia de la humanidad. Esta rama de la física asegura que el universo no está compuesto, en su esencia, ni de materia ni de energía. El principio último es la información. Y esto se extiende a muchas otras ciencias. De la medicina del futuro, por ejemplo, se habla también como una ciencia de la información.

La información no solo parece ser la razón última de todo. En la actualidad, tiende a la concentración. El mundo se rige por fuerzas convergentes y divergentes. Las primeras tienden a unir. Las segundas, a separar. Internet es uno de los motores más convergentes de la historia. La red ha hecho del planeta un lugar de encuentro único donde se está formando un archivo de información y entretenimiento global.

Esa biblioteca universal estará formada por textos de libros digitalizados de todos los lugares y todos los tiempos, revistas, periódicos, blogs… relacionados por hiperlinks y tratados mediante un análisis léxico y cuantitativo de la información.

Google, Amazon y otras compañías o universidades, como Harvard, ya están construyendo esta biblioteca planetaria bajo el concepto de Culturomics (una ciencia humana digital o digital humanities destinada a digitalizar y analizar información cultural de todos los libros, periódicos, manuscritos…).

Este alud de información lo está cambiando todo. Ha sido el responsable, entre muchas otras cosas, de la Primavera Arabe. Esta ingente cantidad de datos ha hecho de este mundo un lugar donde las personas sin recursos son muy distintas a las de hace unos años. “Los pobres de hoy son ricos en información y millonarios en expectativas”, dice el economista David Konzevik. Es lo que ha originado, en sus palabras, la revolución de las expectativas.

Una persona puede tener sus bolsillos vacíos, pero tiene la cabeza llena de ideas y conoce bien sus posibilidades. Por eso han ido cayendo, uno tras otro, los regímenes totalitarios de Oriente Medio. Los jóvenes egipcios, sirios, libios… conocen los postulados democráticos y, conversando en la red, se encuentran, se unen, se hacen fuertes.

En las sociedades más avanzadas también han servido de catalizador de desesperanza e indignación. El 15-M en España, la acampada frente a Wall Street o unas recientes elecciones coreanas no se pueden explicar sin los blogs, Twitter, Facebook… A finales de octubre este país asiático celebraba elecciones y, según el Instituto de opinión de Corea, Twitter motivó a muchos jóvenes para que fueran a votar. En porcentajes, un 5% y, además, la institución considera que esta red social, junto a otras, jugará un papel decisivo en los ratios de participación y los resultados de futuros comicios. Desde que Obama descubriese en las redes sociales un canal clave en su estrategia de comunicación, y a realizar incluso una entrevista a través de Twitter, ningún político occidental puede ignorar hoy a las redes sociales.

Esta explosión del conocimiento y la globalización suponen, para David Konzevik, que la información se multiplica cada vez con más rapidez. Los Leonardos da Vinci han desaparecido para siempre. Ya no es posible ser anatomista, arquitecto, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista a la vez.

Kozevik está convencido de que, en la actualidad, el profesional generalista se ha extinguido para siempre y que la frase de Francis Bacon ‘Soy lo que sé’ es más cierta que nunca. El argentino llega a plantearse incluso si el cerebro humano actual está preparado para un mundo que se dirige de manera frenética hacia la instantaneidad. Su respuesta es: no.

En un mundo donde la información está más al alcance de todas las personas que nunca se produce una paradoja. Los mayores sabios tendrán siempre unas lagunas de información vertiginosas. Alfred Korzybski, autor de la Semántica General, descubrió que la cantidad de información se duplica cada cierto tiempo. Pero ese margen es cada vez menor. Su teoría comienza con la fecha de nacimiento de Jesucristo. La primera vez que se duplicó fue en el renacimiento. La segunda fue en 1750. La tercera, en 1900. La cuarta, en 1950. La quinta, en 1960. La sexta, en 1967, y así sucesivamente, hasta llegar al año 2000. Desde entonces la información se duplica dos veces cada año. Pero la teoría de la singularidad sigue reduciendo ese espacio de tiempo hasta que llegue un momento en el que en cada segundo se duplique todo el conocimiento mundial.

Esto ha provocado también un cambio radical en los negocios. La revolución industrial marcó una nueva era. La revolución de la conectividad está marcando otra. Las oficinas se han hecho prescindibles en un mundo donde millones de personas tienen un ordenador o un móvil con conexión a internet. Eso es lo indispensable hoy para montar un negocio y desarrollar una actividad. Una empresa no requiere ya la presencia de sus trabajadores en un mismo lugar y el mercado, tanto laboral como de bienes y productos, está formado por millones de personas conectadas por millones de dispositivos digitales.

El mercado laboral es uno y está a una distancia espacio-temporal de un mail, un tweet o un mensaje por cualquier otro canal. Con el mercado de bienes y servicios ocurre igual. El mercado es hoy un espacio conectado que reserva las posiciones de ventaja para los que mejor relacionados estén, mejor dominen su comunicación y su marketing, y por supuesto más talento tengan y mejor calidad ofrezcan.

Las empresas, igual que vieron que no siempre necesitan oficinas, descubrieron que su plantilla, por excelente que sea, no puede abarcar la sabiduría de la inteligencia colectiva. Por eso empezaron a buscar ideas fuera de sus departamentos de investigación. En los años 80 empezaron a indagar en otras áreas de sus compañías y salieron a toda la amplitud de internet. Era el principio de lo que se llamó innovación abierta.

Hay compañías que buscan complementos fuera y hay empresas que directamente basan su modelo de negocio en la co-creación. Myfab deja en manos de los usuarios la elección de los diseños de muebles que comercializará posteriormente. Las propuestas de diseño se cuelgan en su web y los más votados son los que finalmente acaban fabricándose. “Al ser vosotros, los usuarios, quienes elegís los productos que se comercializarán, ganamos todos”, dicen en Fr.myfab.com. “Los clientes, porque ellos deciden los productos que se fabricarán; los diseñadores, porque los votos constituyen un termómetro de tendencias y un pasaporte para sus creaciones; y la compañía porque la inversión en un producto no supone un riesgo y porque así no producen artículos condenados a quedar en stock”.

Pero quizá el caso más conocido de una empresa basada en la co-creación sea Local Motors: un coche diseñado por la suma de las ideas de varias personas anónimas que envían sus propuestas desde cualquier lugar del planeta y cuyo vínculo laboral con la compañía es cero. El diseño de los vehículos se hace mediante un concurso abierto entre diseñadores de todo el mundo y cualquiera que forme parte de la comunidad puede votar y opinar sobre las propuestas. Los componentes también proceden de propuestas y, al final, el vehículo se produce bajo licencia Creative Commons y se vende al público que lo ha solicitado antes.

“Miles de millones de individuos conectados pueden participar en innovación, creación de bienestar y desarrollo social de maneras en las que antes sólo podíamos soñar”. Lo dice el libro insignia de la innovación abierta, Wikinomics: How Mass Collaboration Changes Everything. “Los líderes de las compañías deben pensar de forma diferente sobre cómo competir en el mercado y ser rentable, y adoptar un nuevo arte y ciencia de la colaboración llamada wikinomics (término que resulta de la unión de wiki y economics). Esto es más que open source, social networking, crowdsourcing y otras ideas relacionadas con el tema. Estamos hablando de cambios profundos en la estructura y el modus operandi de las empresas y la economía, basado en nuevos principios de competitividad, como la apertura, compartir y actuar de forma global”.

La conectividad ha hecho, además, que los productos y servicios sean cada vez más complejos, más inteligentes, mejor relacionados y que formen parte de una conversación donde el que vende y el que compra pueden dialogar a través de canales directos, en tiempo real. Esto supone un cambio radical para las marcas. El feed-back es instantáneo y esa es la guía de ruta más interesante que jamás hayan podido tener.

Pero no todo es business. Muchos ciudadanos creen en esta filosofía de compartir conocimiento para resolver retos sociales. En este propósito la colaboración mundial ha dejado constancia de que la relación y la unión de muchos anónimos puede construir algo inimaginable. Es lo que Javi Creus, fundador de Ideas for Change, llama la innovación optimista. Esto se produce cuando “los ciudadanos más capaces se organizan para resolver juntos los asuntos que realmente les interesan. Lo hacen peer-to-peer. De igual a igual. Y les da igual el sexo, la raza o la religión del resto de las personas con las que comparten esta iniciativa”.

¿Un ejemplo de ello? Un software de código abierto, llamado Ushahidi, que puede utilizar cualquier persona para denunciar crímenes y abusos. “Se utilizó por primera vez para que las mujeres de Kenia pudieran denunciar abusos a los que eran sometidas. Cuando alguien ve algo injusto, avisa. Introduce la información en esa página para que pueda ir la policía y para denunciarlo… Pueden comentar cualquier tipo de abuso. Desde personales hasta fraude en votaciones. Los ciudadanos van publicando todas esas injusticias a medida que suceden”, explica Creus.

La cultura de la colaboración ha puesto en tela de juicio los sistemas cerrados, como el copyright, y ha hecho patente que compartir genera riqueza, progreso y más igualdad. “Los ciudadanos saben que la diversidad es riqueza”, asegura Creus. “Están dispuestos a hacer un esfuerzo por mantener sus diferencias. Saben que lo distinto es más una cuestión cultural que personal”. Un ejemplo de esto son las licencias de autor Creative Commons. “El autor entiende que su obra no debe permanecer inalterada para siempre y permite que se reutilice, se interprete… Es un escalón más en el conocimiento y la innovación. Otros tienen que tirar de esas obras para seguir ampliando el conocimiento”. La conexión resuelve esos vacíos que dejan los gobiernos y las empresas. Como dice Creus, “la creatividad de la suma de gente joven educada y conectada está resolviendo cosas que las grandes compañías no están solucionando”.

La tecnología ha clausurado una época e inaugura otra. La información, la comunicación y la creatividad serán, como siempre, piezas clave de una evolución que está llevando lo digital hasta lo más hondo de nuestra propia esencia humana. Estamos ante el nacimiento de la singularidad (una época en la que la tecnología superará la inteligencia humana, las redes de ordenadores provocarán el ‘despertar’ entidades de inteligencia suprahumana, y las ciencias bológicas podrán mejorar el intelecto humano [Technological Singularity, de Vernor Vinge]) y el transhumanismo (concepto filosófico que defiende el uso de la tecnología para mejorar y alargar la vida de los humanos o, dicho de otro modo, inventar un humano mejorado).

El mismo Dalai Lama confesó que estaría dispuesto a reencarnarse en un ordenador en cuanto fuera lo suficientemente potente. Lo dijo en una entrevista que recoge el Canal Historia. Estas fueron sus palabras. “El desarrollo de la tecnología creará un nuevo tipo de ser humano. Yo le doy la bienvenida a esas máquinas. No hay ningún problema. Si eso llega, puede que incluso me reencarne en una de ellas”.

Autor: Mar Abad

Periodista. ✎ Cofundadora de la revista Yorokobu y de la empresa de contenidos Brands and Roses (ahí hasta julio de 2020). Libros.  Autora de Antiguas pero modernas (Libros del K.O., 2019). «No es una serie de biografías de mujeres; es una visión más vívida, más locuaz y más bastarda de la historia de España». Lo comentamos en El Milenarismo. Autora de El folletín ilustrado junto a Buba Viedma. Lo presentan en Mundo Babel (Radio3) y en Las piernas no son del cuerpo, con Juan Luis Cano (Onda Melodía). Autora de De estraperlo a #postureo (editorial Larousse, 2017). Un libro sobre palabras que definen a cada generación y una mirada a la historia reciente desde el lenguaje. Hablamos de él en Hoy empieza todo (Radio3), XTRA!, La aventura del Saber (La2). Autora junto a Mario Tascón del libro Twittergrafíael arte de la nueva escritura (Catarata, 2011). Laureles. ♧ Premio Don Quijote de Periodismo 2020. Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes 2019, Premio Internacional de Periodismo Colombine 2018, Premio de Periodismo Accenture 2017, en la categoría de innovación.

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