Paco Roca se descubre. El autor de cómic se ha dibujado a sí mismo para contar esos momentos en que asalta una idea, como un destello, hasta acabar convertida en un libro, y explicar, también, sus rutinas de trabajo y lo que Stefan Zweig llamó «el misterio de la creación artística».
Todas estas reflexiones transcurren en las 168 páginas de La encrucijada, un libro-disco editado por Astiberri en el que Paco Roca y José Manuel Casañ, el cantante de la banda de rock Seguridad Social, han trabajado durante los últimos cuatro años. Casañ ha compuesto el álbum, y Roca ha dibujado las canciones y las ha ido colando a lo largo de la historia que cuenta cómo surgió y evolucionó el proyecto. Desde las primeras comidas, con una, dos o varias copas de vino, para hablar de lo que querían hacer hasta lo que acabó siendo esta obra, después de dudas, lagunas, cambios de ideas y cientos de horas sobre la mesa de dibujo.
En este libro de Roca y Casañ sobre las preguntas que se repiten en la cabeza de cualquier creador hay siempre un tema que empapa las conversaciones: las encrucijadas creativas. Recuerda el ilustrador que a finales de los años 80 coincidieron tres obras que «agitaron el mundo del cómic: Watchmen y El regreso del caballero oscuro, que mezclaban los superhéroes con temas más adultos. Y Maus, que mezclaba un tipo de dibujo infantil, heredado de la tradición de los cómics de animalitos, con una historia realista sobre el holocausto».
Al músico también le impactan las obras que surgen de revoltillos: «Los mejores discos de mis grupos favoritos son los que están en esa encrucijada de cambio, cuando están a punto de cambiar, pero aún tienen un pie en sus orígenes».
—La mezcla siempre ha existido —dice el músico en una viñeta—.
—Es de lo que trata esto —contesta el ilustrador—.
Para hablar de estas amalgamas eligieron la palabra encrucijada en vez de las habituales mezcla, fusión o mix porque de sus letras resuena la idea de «cruce de caminos». Les recordaban a aquellos días del blues en que el demonio esperó al compositor Robert Johnson para tentarlo en un cruce del Mississippi.
La encrucijada alude también al «momento en que tienes que tomar decisiones y salir del camino seguro, donde siempre has estado. Al fin y al cabo esa es la creatividad. Es otra manera de ver las cosas», indica Roca, al otro lado del teléfono. «El libro es un homenaje a esa gente que se atreve a salirse del camino seguro y a mezclarse con otros géneros y otras expresiones artísticas».
Dice el Paco Roca dibujado que «siempre hay algo de misterioso en el proceso de creación de una historia» y el Paco Roca que contesta a esta entrevista está muy de acuerdo: «Es fácil razonar sobre una obra cuando está acabada, pero nunca sabes muy bien cuándo y por qué surge ese chispazo. Después de terminar un libro tengo claro cómo he ido dando forma a la idea, pero es difícil explicar cómo apareció».
Al dibujante le intriga el tema. Lee muchos libros que tratan de averiguar de dónde surgen las ideas y un día encontró uno en el que Umberto Eco explicaba que, después de escribir una novela, podía racionalizar cómo la hizo, pero nunca llegó a descifrar qué fuerzas la desataron. «No sabes cómo surge», asegura Roca. «El momento inicial es muy emotivo».
Después de terminar Los surcos del azar, fue fácil llenarla de explicaciones. Era una obra sobre exiliados, sobre una parte de la historia de España que siempre quiso contar, pero estas frases son reflexiones que aparecieron una vez que tuvi el libro en la mano. En cambio, «si lo pienso con más sinceridad», comenta, «creo que es algo que me apetecía contar desde que era crío».
«Me encantan las películas y los relatos de la época colonial. Desde pequeño me parecen lugares exóticos y de aventuras; es algo que me encantaría vivir», indica. «Y por eso pienso que uno de los motivos por los que hice Los surcos del azar fue porque al oír esa historia, me dio un chispazo y pensé que quería colocar un relato en ese lugar exótico que siempre me ha gustado. Las historias siempre tienen una parte racional, que podemos explicar a posteriori, pero los inicios son emotivos. De pronto hay un recuerdo, un algo que te golpea».
El Paco Roca dibujado explica con la precisión de un Sigmund Freud que en los cómics hay dos partes: la racional y la irracional. En la última, la misteriosa, no manda el autor. Es él, más bien, el que obedece a la historia, la dueña y señora que va marcando las pausas, los silencios y la velocidad del relato. «Es el ritmo: un equilibrio, un código perfecto que hay detrás de las cosas».
Dice Roca que a veces imagina una velocidad para una historia pero cuando la plasma en el papel ve que no funciona. El dibujo le pide otro ritmo y siempre acaba descubriendo que, efectivamente, es ese el que da sentido al cómic. Parece como si cada relato tuviera su propia melodía y hubiera que dejarse llevar por ella. «Si intentas colocar una nota donde no toca, todo chirría», apunta. «Al compararlo con la música, se entiende mucho mejor. Es como si estuvieras haciendo una sinfonía. Aunque la letra te pida una cosa, la música te pide otra. Yo pensaba que la música era algo muy distinto a lo que hacía, pero después de hacer este libro, me he dado cuenta de que es muy similar».
En esta encrucijada entre la música y el cómic, Roca descubrió que hay «una especie de cánones en las historias». Explica que para componer un blues, hay que basarse en una estructura. «Puedes innovar, alterar elementos, pero un blues tiene que responder a una base que ya está inventada. Ocurre lo mismo si lo llevo a mis historias. Un drama es un drama porque tiene ciertos elementos y una estructura concreta. No estoy creando desde cero. Pero lo más interesante es cuando mezclas elementos y no haces un blues tal cual ni un drama tal cual, cuando lo juntas con una comedia o con lo que sea».
—Y esto nos lleva de nuevo a una encrucijada.
—Sí. Es lo que decimos en el libro. Nada está en estado puro. Para entendernos, decimos que algo es un blues o un drama, pero, al fin y al cabo, todo viene mezclado y se volverá a mezclar.
Y por los cruces de las encrucijadas dice Roca que, como quien no quiere la cosa, pasa el azar. «Eso es lo que hace interesante este trabajo y permite que pueda haber infinitos resultados. Si no fuera así, sería como una fórmula matemática. Te pones a trabajar e influye mucho cómo has dormido, qué has desayunado, la última conversación que has tenido. Todo lo que te ocurre condiciona lo que estás haciendo. Cada obra es fruto de un momento concreto: de la época que estás viviendo y del día en el que estás haciendo algo. Influye hasta la música que estás escuchando mientras trabajas. Las canciones hacen que te metas de un modo u otro en la historia que estás dibujando».
Muchos proyectos surgen entre vinos y cervezas; La encrucijada, también. Fue en largas sobremesas donde cientos de ideas salieron a flote desde el borde de unos gin-tonics. Pero, al llegar a su estudio, el dibujante se topaba con algo muy habitual: «el recuerdo de las conversaciones se evaporaba igual de rápido que el alcohol de nuestras copas».
El Roca dibujado en este cómic intenta recuperar esos pensamientos pero se les escapan por el aire y entonces se pregunta: ¿Dónde van a parar todas esas ideas olvidadas? Al Roca de carne y hueso, el que contesta a esta entrevista, le parece muy frustrante. «Vives de contar y darle formas a las ideas. Pero no se te ocurren continuamente. Hay veces que se te ocurre algo y dices: “Esto me da para una entrega de Un hombre en pijama”. Pero cuando llega el momento de ponerte con ella ya no te acuerdas».
A lo largo de su vida el valenciano ha visto cómo muchas ideas que han pasado por su cabeza se fueron para siempre jamás y eso le ha hecho llevar siempre un cepo encima: «Apunto en todos lados. En el móvil, en la tablet, en un trozo de papel… Pero luego hay que ser muy ordenado y yo no lo soy. En los cuatro años que hemos estado con La encrucijada, aparte de lo que registraba en mi grabadora, iba apuntando ideas. Un día en una libreta, otro día en un papel… Y hoy, con el libro ya publicado, me sigo encontrando anotaciones por ahí. Me acordé de escribir una nota pero no me acordé de revisarla después».
Hay una imagen en La encrucijada en la que Roca se da de bruces contra sí mismo. Anda por un camino que acaba en un puñado de rocas y entonces murmura: «Crear es dudar continuamente y si no dudas es porque posiblemente vas por el camino cómodo y seguro». No fue la primera vez que le pasó ni será la última.
«Yo soy muy inseguro», declara. «Dudo de todo. No sé si lo que estoy haciendo es lo correcto y si voy por el buen camino. Aunque no hay un camino. Es como si te plantaran en mitad de un desierto donde no ves nada y así, a priori, cualquier camino puede ser bueno. En el fondo, todos los caminos son válidos. Lo único que tienes que hacer es ser consecuente con todos los giros que vas dando para no hacer un círculo y volver al punto de salida. Todos los caminos son válidos; lo que importa es cómo los desarrolles».
Estos caminos guardan enseñanzas; también los que no llevan a ningún lugar. Eso descubrió Roca cuando decidió dejar la película Memorias de un hombre en pijama. Los ecos que han dejado sabios de todos los tiempos no parecen mentir. Una idea creativa a menudo se debe a un capitán más que a cientos de marineros.
—Abandoné el proyecto porque yo había hecho el guion de la historia pero llegó un momento en que todo el equipo opinaba y aportaba ideas. Sacadas de contexto, todas las ideas eran buenas. Pero no todas tienen por qué funcionar en la historia. Al final lo que puede salir es un pupurri y, en vez de recorrer un territorio, puedes estar haciendo círculos alrededor del mismo sitio. Aunque todos los caminos sean válidos, tienes que buscar los más coherentes para lo que tú quieres hacer. Porque sí hay un punto final al que quieres llegar.
La duda, si no acaba perdiendo al autor, es el mejor camino. «Lo habitual es que si no dudas es porque vas por un camino que ya has hecho», insiste. «Y eso puede hacer que acabes copiándote a ti mismo o no atreviéndote a hacer cosas nuevas».
De esto hablan también los personajes dibujados de Roca y Casañ. La obsesión de «no repetirse» que planea sobre todos los autores aflora también en las páginas de La encrucijada. «¿Es preferible seguir por el mismo camino que sabes que te funciona o debes abandonarlo para probar nuevas cosas aun a riesgo de que tu público deje de seguirte?», se pregunta en el libro el avatar de Roca. Al teléfono, contesta el Roca humano:
—Para mí sigue siendo un enigma. No sé qué une a todos mis libros para que haya unos lectores fieles que los van comprando todos aunque no tengan nada que ver, como, por ejemplo, Los surcos del azar y Memorias de un hombre en pijama. A priori son cosas muy diferentes. Es un gran dilema. Si sabes que por un camino te va bien, puedes decir: “Voy por aquí”. Pero los lectores no te van a seguir si haces tres obras iguales.
Hay muchas preguntas que siempre andan flotando en el aire: «hasta dónde debes cambiar y qué soy yo», «cuál es mi esencia y cuál es el motivo por el que me siguen», «qué tengo que hacer para no perder a mis lectores».
En un día del cómic, Roca y Casañ recuerdan qué llevó a dibujar al primero y a formar una banda de rock al segundo.
—Te servía para ligar. Al fin y al cabo todo lo que hacemos es por la misma razón. ¿O no? —pregunta el músico a su amigo—.
—Te aseguro que en el caso de los dibujantes, nadie decide dedicarse a esto con la esperanza de ligar más —contesta Roca repanchigado en un sofá—.
Volvemos a este tema en una tarde helada de invierno y el Roca humano, el que atiende a esta larga llamada al móvil, se ríe. «Creo que las profesiones forjan el carácter de cada uno. Está claro que pasar todo el día solo delante de una mesa de dibujo tiene que influir en la personalidad. Igual que ser músico hace que tengas que ser más extrovertido, estar en contacto continuo con una banda, tocar frente a un público… Eso queda muy presente en el libro. Se ve que yo soy más reflexivo, más pausado. Y, en cambio, José Manuel es una avalancha de pura energía. Eso se nota mucho a la hora de crear».
Los personajes siguen reflexionando sobre su trabajo conforme avanzan las páginas y llega un momento en que el Paco Roca dibujado está en su escritorio. De su cabeza sale una bombilla amarilla y por su oído se desliza un ♪ Fly me to the moon… ♫ «Se me han ocurrido muchas ideas útiles bajo los efectos de la música», piensa. Y después aparece una especie de fórmula matemática: «Crisis es igual a creatividad».
—Dices que necesitamos el dolor para vivir y para crear. ¿Sí?
—José Manuel y yo discutimos sobre eso. Lo que teníamos claro es que debes tener una necesidad para crear. Si no existe un río, nadie decide inventar un puente. Esa creatividad surge de una necesidad, de enfrentarte a un problema. Todas las crisis te llevan a ser más creativo. En un estado de comodidad total es difícil crear. Creo que necesitas una crisis, un impulso.
—También comentas que es necesario tener experiencias vitales.
—Sí. Depende del tipo de historias que quieras contar. Esto se puede ver en escritores tan diferentes como Borges o Bukowski y Hemingway. Todos son geniales pero su forma de escribir es muy diferente. Borges es más reflexivo; crea a partir de la lectura. Y los otros dos crean a partir de sus vivencias. Las dos formas son buenas pero me parece más interesante la que necesita vivir para contar.
Aparece después otro clásico: ¿las rutinas avivan o arruinan la creatividad? «Mira, la rutina no limita. Lo que limita es caer en la autocomplacencia», asevera el Casañ dibujado. Y esta pregunta, al teléfono con Paco Roca, nos lleva de nuevo a la cuestión anterior: «Esto tiene que ver con las experiencias vividas. Murakami decía que la generación de escritores anterior a la suya lo tenía más fácil porque habían vivido la Segunda Guerra Mundial y tenían mucho más que contar. Tenían una gran vida anterior y eran muy pasionales. Los autores de su tiempo no podían competir con ellos porque no había nada tan dramático y con tanta carga social que describir. Tu día a día condiciona, de alguna forma, lo que puedes contar. Aunque, por supuesto, hay autores que llevan una vida muy tranquila y son capaces de bajar a las cloacas y contar historias muy sórdidas».
—Eso tiene mucho que ver con una frase que dice Casañ en La encrucijada: «Llevar la antena puesta todo el día».
—Sí, sin duda —responde Roca—. Cada obra es hija del momento que estás viviendo. Tu día a día se mete en tu obra. Eres permeable a tu realidad. El 90% de las ideas que se te van ocurriendo mientras trabajas en un proyecto tienen que ver con lo que te rodea. Y creo que eso hace las historias más reales.
La encrucijada desprende honestidad en cada nota de una historia que, más que leerse, se va deslizando como una melodía en colores mate. Así lo planeó Roca: «Quería ser muy honesto. Si no, no valía la pena hacer este libro. Quería mostrarme tal cual y enseñar cómo es la industria de la música y del cómic».
El dibujante ha intentado retratar su forma de trabajar como la vive y la siente. Piensa que no hay recetas y por eso no prescribe ni la sombra de un consejo. Pero a la vez cree que es conveniente tratar estos temas porque no es fácil encontrarlos. «Muchos autores son reacios a hablar de su creatividad o no les interesa comentar estas dudas y sus procesos de trabajo».
Roca recuerda y alaba un libro en el que Alfred Hitchcock y François Truffaut charlan sobre el cine y dice que esa conversación acabó convirtiéndose en un «manual de creatividad y un manual de ver la vida». Y eso le hizo descubrir que hablar de creatividad o hablar de música, como ocurre en La encrucijada, es al final otra forma de hablar de la vida.