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La era de los relatos compartidos

Miren la copa de ahí arriba. ¿Cuánto valdría si les digo que la compré en el Rastro hace una semana? ¿5, 10, 15 euros? ¿Y si les digo que se ha comprobado que es el Santo Grial? El valor de un objeto cambia radicalmente en función de las historias que hay a su alrededor. Pero el asunto va más allá de una cuestión monetaria. ¿Es igual una historia escrita por tres académicos (relato oficial) que por cientos de personas (narración colectiva)?

Los relatos que proceden del pasado fueron construidos por muy pocas personas y difundidos mediante canales oficiales. Podía ser un gobierno, un académico, un artista… El presente ha multiplicado las voces. Desde los puentes que establece la tecnología actual emergen narraciones colectivas formadas por textos, imágenes y vídeos de millones de individuos de todo el mundo.

Es la información que difunden a través de redes sociales, foros, blogs… “Estamos en otra era. Es la era de relatos compartidos y distribuidos”, explica Bernardo Gutiérrez, periodista, investigador experto en tecnología y sociedad, y director de Futura Media (un colectivo que busca las relaciones entre redes, territorios, flujos de contenido e interacciones humanas).

“Hemos pasado de relatos cerrados a relatos abiertos. De los relatos individuales a los colectivos. De los verticales a los distribuídos. La propia definición de relato ha cambiado. Los relatos no sólo están hechos de palabras, de hechos. Construímos relatos en red, colectivamente, juntando objetos, subjetividades, datos objetivos. El rizoma de Guattari –subterráneo e imprevisible– se ha hecho rama: nuestros timelines de Twitter son rizomas imprevisibles pero públicos”.

“Hay un nuevo ecosistema informativo. Mucha gente está informando en tiempo real”, indica Gutiérrez. “Los emisores fuertes se están desfigurando y cada vez ganan más importancia los trending topics (temas de los que se habla en tiempo real en internet). Se ha creado un nuevo concepto de narraciones colectivas que ha dinamitado este sistema de información y las administraciones no lo han entendido”.

El asunto traspasa lo literario. Eso sería un mero cambio de piel. En las profundidades de estas historias subyace el germen de un verdadero cambio histórico y social. “Estas reagrupaciones tecnológicas ciudadanas son una bomba de relojería que los gobiernos no han comprendido”, asegura Gutiérrez.

El periodista asegura en su artículo Ciudades, procomún y narraciones colectivas que “los objetos más las narraciones son una verdadera bomba para las ciudades del siglo XXI”. “La tecnología móvil (smart phones, realidad aumentada, códigos QR) va a dinamitar los objetos compartidos con nuevas capas de subjetividades. Un objeto que acumule varios niveles de información adquiere un nuevo valor. Y esa nueva realidad aumentada y compartida –cuya única herramienta es un teléfono móvil, un código y un lector de códigos– puede modificar las relaciones humanas, el espacio público y el eje pasado-futuro de las ciudades”.

«Los objetos, las calles, las plazas, los productos, serán lo que nosotros queramos que sean. Las definiciones del sistema cada día son más frágiles. Son fácilmente hackeables», añade.

Estas conclusiones se han ido formando después de muchas lecturas. El interés inicial de Gutiérrez por las narraciones colectivas surgió del Manifiesto de objetos conectados de Julian Bleecker (Why Things Matter or A Manifesto for Networked Objects). El investigador de Near Future Laboratory dice en este ensayo que “una vez que las ‘cosas’ están conectadas a internet no tienen más remedio que involucrarse como participantes globales y activos de un tejido común, contribuyendo en las redes de discursos e intercambio social, y rehaciendo las reglas de ocupación y los patrones de movilidad en el mundo físico. Las ‘cosas’ en este internet omnipresente se convertirán en ciudadanos de primera clase con las que nos comunicaremos e interactuaremos. Las ‘cosas’ tendrán que ser tenidas en cuenta porque asumen el rol de actores sociales relevantes y agentes que crean capital social y reconfiguran las formas en las que viviremos y nos moveremos en nuestro espacio físico”.

(Imagen: Near Future Laboratory)

El director de Futura Media siguió investigando y dio con Shaping Things, de Bruce Sterling. El escritor de ciencia ficción habla en esa obra de un concepto, spime, que define como “el protagonista de un proceso documentado. Es una entidad histórica con una trayectoria accesible y precisa a través del espacio y el tiempo”, un “objeto social con historias escondidas”, un “objeto localizado en el espacio y el tiempo siempre asociado a una historia”. “En la era de spimes, el objeto ya no es un objeto”, indica en esta obra. “Es un instantiation (concepto similar a participación en el Platonismo clásico y su teoría de las formas)”.

El periodista e investigador tomó algunas referencias más. Mark Shepard, entre ellas. El arquitecto, urbanista e investigador “habla de una nueva esfera pública de cosas compartidas”. Investiga la influencia de la tecnología de la información y la comunicación en la arquitectura y el urbanismo. En su web, The Mobile City, Mobile Media & Urban Design, dice: “¿Qué ocurre cuando la informática abandona el despacho y se extiende por las calles y el día a día del espacio público? Pensamos que esto podría dar forma (de algún modo ya está ocurriendo) al modo en que habitamos la ciudad y las decisiones que tomamos en ella. Si la tecnología se ha embebido en la ciudad, y se distribuye a través de ella, nos preguntamos por qué los arquitectos no estamos más involucrados en configurar estas tecnologías y sus aplicaciones en la arquitectura urbana”.

En esos textos radican los pilares de su base teórica. Pero, además, llega después la realidad del día a día. Y cae como un plomo sobre este modelo de sociedad aterrado porque ya siente sus grietas. “Todas estas teorías las estamos viendo ahora. Desde el 15-M se ha producido un auge de narraciones colectivas. Estamos en un proceso de innovación social en espacios colectivos. La historia siempre ha sido contada por los mismos. Historiadores, filólogos, gobiernos… Ahora lo hace también el colectivo. Se pueden extraer visualizaciones de sentimientos o estados de ánimo de los hashtags de twitter, por ejemplo. O construir un mapa semántico de una calle con la información de los usuarios de redes. Me interesa mucho la reapropiación de las personas en el relato de la realidad. Hablaríamos de tales of things igual que se habla de internet of things (Internet de las cosas)”, dice Gutiérrez. “Hay conceptos muy interesantes como Plazas P2P (cuando en una plaza se retransmite algo en directo o se intercambia información), ciudades copyleft (filosofía copyleft asociada al urbanismo)… Los ciudadanos tienen mucho que hacer colectivamente. Todos estamos relatando las ciudades constantemente. Hay, incluso, arquitectos que consideran los edificios como procesos, no como objetos”.

“Estamos en el momento más distante entre gobiernos, periódicos y personas. Además, las marcas se fueron apropiando del espacio público. Si una firma como Nike hace una acción de guerrilla, es cool. Si lo hace la gente, es perroflauta”, asegura. “A los gobiernos les está sobrepasando esta colaboración y los relatos colectivos. Esto dará lugar a una democracia en red distribuida. Surgirán nuevas explicaciones del mundo. Entramos en una nueva era de creación colectiva, la era del procomún. Una era de relatos compartidos, distribuidos. Se está produciendo un cambio de paradigma espectacular y quien no lo entienda se quedará atrás. Richard Stallman (el fundador del software libre) pensaba hackear la sociedad para hacerla más libre. No era una meta digital. Él soñaba con una sociedad de gente colaborando en vez de compitiendo”.

Para Gutiérrez, «no sólo son importantes las narraciones colectivas. También el marco que las propicia, la estructura que las alberga. Por eso el procomún del espacio público tiene un vínculo directo con la neutralidad de la red. Ambos generan un espacio compartido, neutro, de interacción y cocreación. Hablar de la neutralidad de las calles o del procomún de la red viene a ser lo mismo”.

En su artículo Comienza la #Guerranarrativa, el director de Futura Media explica que este presente, cuando se convierta en historia por el paso del tiempo, “no será más un cuento distorsionado por los vencedores”. “El pasado dejará de ser esa ciencia ficción forjada por filólogos (tesis defendida por Ortega y Gasset en La rebelión de las masas). Y las metarrativas del poder, esas armas de construcción masiva, irán cayendo por el abismo. Todavía existen. Suenan, machaconamente, al otro lado del espejo. La paz en la tierra. Hay un dios verdadero. Hollywood es una gran familia feliz. Pienso luego existo. La historia es progreso. Coca Mola, la sensación de vivir. Las descargas son sinónimo de piratería. Spain is different. Resuenan, desafinadas, dentro del laberinto. Pero empiezan a desvanecerse”.

“Soy optimista”, continúa el periodista en su artículo. “Cada día tendrán más difícil imponer discursos, eslóganes. Cualquier metanarrativa se desmantela colectivamente a un ritmo asombroso. Y puede hacerse en tiempo real. Internet despedazó en unas horas una trabajada campaña de Loewe. Y es que la vida –gracias a la tecnología, a las redes– empieza a parecerse más a una narración colectiva que a un monólogo. Un Trendsmap sobre las etiquetas de Twitter más usadas dice más de un país que la portada de sus periódicos. De aquí a poco, habrá tecnología para saber en tiempo real la cara semántica de una calle. O el mapa de emociones de cada edificio. Si la historia hubiera estado contada colectivamente en tiempo real, puede que Barcelona fuese sinónimo de anarquismo libertario y no de Gaudí”.

(Imagen: Trendsmap)

Pero la cosa no es tan simple como que los ciudadanos escriban en redes sociales como Google+. Estas plataformas son privadas. La construcción de las narraciones colectivas, idealmente, no deberían depender de gobiernos ni empresas particulares. Hacía énfasis en este aspecto el abogado experto en propiedad intelectual y derechos civiles Javier de la Cueva en el último encuentro de #Redada, en Medialab-Prado (Madrid): «FB y Twitter pertenecen a manos privadas. En el momento que cierren, ¡adiós! Necesitamos nuevas ágoras virtuales que no dependan de empresas, ni gobiernos, ni estén sujetas a leyes. Tiene que producirse un consenso de la sociedad para ver cómo nos organizamos. Eso es lo que ocurrió en la época de la Ilustración y tiene que volver a pasar. Debemos desarrollar herramientas ciudadanas que no dependan del estado. Y esto no significa ser antisistema. Es complementario. Necesitamos wikipedizar la sociedad».

De ahí la importancia de crear “un software ciudadano libre en el que los componentes fundamentales del código fuente son los ciudadanos”, asegura Gutiérrez. “Me gusta mucho la licencia para la construcción y diseño de ciudades de código abierto: el Urban Versioning System 1.0.1 UVS de Usman Haque es un primer paso en esa dirección de ciudades de código abierto. Sólo un modelo de construcción que es capaz de perder su trama es adecuado. Y por eso no sólo son necesarias las narraciones colectivas, su nueva piel geolocalizada. Esta trama diluida y colectiva formada por nodos/personas conectados es tan importante como la propia narración. El espacio de convivencia, de cocreación, ese espacio neutro y distribuído, es parte esencial de esa trama, de esa historia colectiva. Este marco es la página en blanco en el que iremos coescribiendo las ciudades y sus tramas”.

(Imagen: Pachube)

Gutiérrez entiende lo urbano como “obra de ciudadanos” en lugar de “una imposición del sistema”. La idea es de Henri Lefebvre y está escrita en su ensayo El derecho a la ciudad. El filósofo francés consideraba que la ciudad no es “un libro ya terminado”. Es “el lenguaje de los individuos” y no es solo un lenguaje. Es una “práctica”.

El fundador de Futura Media cree en la ciudad copyleft. Ese concepto significa “una plaza abierta, participativa, cuyo código fuente está escrito colectivamente (proyecto Wikiplaza). La ciudad copyleft es un espacio urbano gestionado  y mejorado en red (Proyecto Esto es una plaza). La ciudad copyleft es un conjunto compartido de datos abiertos sobre los presupuestos de cada barrio (proyecto Mon Quartier). O una visualización de qué camino realiza la basura desde que sale de casa (proyecto Trash Track)”.

En su artículo Soñé que era un DJ de calles (ciudades copyleft) que publicará dentro de unos días en su blog, Código Abierto, dice que “la ciudad copyleft será –ya está comenzando a serlo– una cocreación colectiva en eterno estado beta (en fase de desarrollo). Una imprevisible sesión de un Dj mash up que une pedazos de melodías y ritmos ya existentes con total libertad creadora”.

Por Mar Abad

Periodista. ✎ Cofundadora de la revista Yorokobu y de la empresa de contenidos Brands and Roses (ahí hasta julio de 2020).

Libros.  Autora de Antiguas pero modernas (Libros del K.O., 2019). «No es una serie de biografías de mujeres; es una visión más vívida, más locuaz y más bastarda de la historia de España». Lo comentamos en El Milenarismo.

Autora de El folletín ilustrado junto a Buba Viedma. Lo presentan en Mundo Babel (Radio3) y en Las piernas no son del cuerpo, con Juan Luis Cano (Onda Melodía).

Autora de De estraperlo a #postureo (editorial Larousse, 2017). Un libro sobre palabras que definen a cada generación y una mirada a la historia reciente desde el lenguaje. Hablamos de él en Hoy empieza todo (Radio3), XTRA!, La aventura del Saber (La2).

Autora junto a Mario Tascón del libro Twittergrafíael arte de la nueva escritura (Catarata, 2011).

Laureles. ♧ Premio Don Quijote de Periodismo 2020. Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes 2019, Premio Internacional de Periodismo Colombine 2018, Premio de Periodismo Accenture 2017, en la categoría de innovación.

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