Recuerdo el momento en el que me mostré adulto por primera vez. Tendría nueve o diez años. La hija de una vecina, algo más pequeña, me mostró su dibujo: una casita con tejado a dos aguas. Sobre ella, un sol con boca y ojos.
«El sol no tiene boca ni ojos», dije.
«¿Cómo que no?», dijo la niña.
«Es una bola de fuego», dije.
«Entonces, ¿cómo come?», dijo ella.
La conversación acabó (no recuerdo si me quedé sin argumentos o una madre gritó «¡a merendar!»). Tardé más de veinte años en entender que el sol tenía una naturaleza dual: es una bola de fuego y también tiene ojos y boca que come (¿nubes?). La tardía aceptación de la fantasía llegó allá por los 90, cuando esta menguaba en el cine y la televisión.
LOS AUDACES 60
Por reposiciones en televisión y el eMule (era joven, señor juez) descubrí que la televisión de los sesenta era audaz. Las familias Adams y Monster, El Superagente 86, el Batman de Adam West, Perdidos en el espacio, Star Trek… Series escritas con la fantasía como estandarte, contra toda lógica.
Por ejemplo, en El túnel del tiempo (1966), dos norteamericanos viajan por el tiempo y el espacio: del Titanic a la Francia de Robespierre; del Canaán de 1.230 a.C. a 8.000 años d.C.; de la Rusia comunista a la Mongolia de Kublai Kan… Sin encontrar dificultades con el idioma: todo el mundo habla el español de México o el inglés americano en el original. Los espectadores aceptaban esta y otras incongruencias en favor del ocio.
STAR TREK: DE LA FANTASÍA AL REALISMO
Quizá el seguimiento de la evolución de la saga Star Trek (que comienza en 1966) permita observar el decaimiento de la fantasía en la televisión. El capitán Kirk y Spock conocen planetas que remedan distintas épocas de la Historia: el planeta Roma imperial, el planeta nazi, el planeta gánster años 20… Por supuesto, el idioma es común en todos estos planetas: el español neutro o el inglés americano en el original.
Veinte años después, en 1987 se estrena Star Trek, la nueva generación (Star Trek TNG). Entre ambas series hay un cambio de actitud respecto a la fantasía: esta queda relegada. La nave gobernada por Jean-Luc Picard en TNG no descubre planetas a imagen y semejanza de épocas pasadas de la humanidad. La fantasía tiene su origen en una sala que permite interactuar con personajes virtuales: la sala de hologramas. En la sala se recrea el Nueva York de los años 40 o el Londres de Moriarty entre otras épocas. En ocasiones hay momentos de cierto peligro; por ejemplo, cuando Moriarty adquiere conciencia de sí mismo a causa de un fallo de software. Por tanto, toda fantasía comienza y acaba con la tecnología.
LOS 70 Y EL DRAMA
¿Por qué la fantasía ha menguado entre la primera y la segunda Star Trek? Podríamos decir que la sociedad se volvió seria y la televisión también, para no perder clientes. Los 70 fueron para los dramas familiares y los policías (Colombo, Kojak, Los hombres de Harrelson…) La ciencia ficción estaba representada con propuestas realistas como El hombre de los seis millones de dólares y La mujer biónica. Entre tanto realismo, Wonder Woman es una rara avis (producida porque era un personaje popular).
LOS 80 Y 90 Y EL DECAIMIENTO DE LA FANTASÍA
Los 80 trajeron series de ciencia ficción realistas, comedias familiares (no era posible sacar más lágrimas a la madres) y policías. Quizá las serie más extravagante sea Alf, pero aquí no hay fantasía: el extraterrestre no es más diferente que el un extranjero o el primo del pueblo que llega a una «ciudad civilizada».
Los 90 trajeron más comedias de situación, más policías, más ciencia ficción realista, terror para adolescentes (vampiros) y héroes de la mitología griega. Sin embargo, el terror y personajes como Xena o Hércules se movieron por caminos realistas. La fantasía pop de los sesenta quedó muy atrás.
RESCATANDO HISTORIAS ANTIGUAS
Y llegó el siglo XXI que acabó por arrinconar la fantasía en la televisión. Hay una ausencia de propuestas originales. Se retoman historias que están en la memoria colectiva como los personajes de los cuentos de hadas o historias populares. Sin embargo, las tramas se conducen de manera realista haciendo un raro uso de elementos mágicos.
La serie Juego de tronos es un claro ejemplo de cómo la fantasía está fuertemente sujeta al realismo. Hay dragones, hay brujería y seres fantásticos. Pero los dragones son mascotas enormes; las criaturas fantásticas como los gigantes no son tan gigantes, y las brujas tienen poderes limitados y que requieren un notable esfuerzo físico. No podría ser de otra manera porque es una producción para adultos. Por lo general, los adultos huyen de la fantasía.
Las propuestas de fantasía que no parten de libros ni personajes del folclore común corren el riesgo de recibir el rechazo. El Ministerio del Tiempo ha conseguido el éxito gracias a un minucioso trabajo de guión, producción y realización, y sin embargo, cuenta con detractores a cuenta del realismo. Las críticas se dirigen principalmente en dos direcciones: las mismas puertas del tiempo y que los personajes entre distintas épocas hablen el mismo castellano. (Recordemos que en El túnel del tiempo todo el mundo habla el español de México). «Es imposible que unas puertas te hagan viajar por el tiempo», dicen algunos. Al respecto, hay artículos escritos por científicos que indican que teóricamente sería posible. Críticas como esta son habituales en las redes sociales.
Parece que la tecnología ha influido en la percepción que los espectadores tienen de las historias. Es posible que el espectador contemporáneo no aceptara de buen grado un planeta del Oeste, pero sí que una máquina recreara el Oeste.
LA FANTASÍA EN EL CINE
En el cine, el proceso de rechazo de la fantasía ha corrido un camino paralelo, aunque ha llegado tardíamente. Quizá en los 80 se produjeron las últimas películas de fantasía con argumentos originales y delirantes como peluches que no pueden comer después de medianoche o un camionero que lucha contra un mago chino de 2000 años de edad o personas que llevan miles de años luchando a espada. ¿Aceptarían sin reparos los espectadores adultos argumentos como estos?
Quizá el último reducto de la fantasía se encuentra en el cine de superhéroes, pero este también ha sido contaminado por la mirada tecnológica e inquisitiva del espectador moderno. Lo que aparece en los cómics parece que no funcionará en pantalla. Hablemos brevemente de Marvel y DC Comics y cómo retratan la fantasía.
MARVEL Y EL REALISMO
La casa Marvel que comenzó a publicar cómics en los años 40 y tuvo su auge en los 60 no es la casa Marvel que rompe las taquillas de los cines. La fantasía del cómic desaparece en las traslaciones cinematográficas recientes. Por ejemplo, Thor se considera a sí mismo como un dios, pero esto es cuestionado en todo momento por otros personajes. Recordemos también el momento en Los Vengadores en el que Hulk toma por una pierna a Loki (hermano de Thor y también un supuesto dios) y lo zarandea repetidas veces contra el suelo: «Dioses a mí». Aquí hay una clara imposición de lo técnico (Hulk es el resultado de un experimiento científico) sobre la fantasía. Loki no reacciona en ningún momento; los poderes que pudiera tener no sirven de nada.
Pero es quizá en Iron Man 3 donde queda patente que la modernidad ha relegado la fantasía. En los cómics, el Mandarín es el archivillano de Iron Man gracias a unos anillos con distintos poderes (uno de ellos descompone la materia). Quizá la propuesta es demasiado fantástica para el público contemporáneo y esto desapareció. Mandarín es un actor pagado por un villano tecnócrata como Iron man. Tan solo los seguidores de los cómics de Iron Man emitieron sus quejas en sus blogs.
DC Y EL REALISMO
Por otra parte, el arrinconamiento de la fantasía provoca que DC Comics —la casa rival de Marvel— tenga problemas con la creación del grupo la Liga de la Justicia que está formada por Superman, Batman, Wonder Woman y Aquaman. El hiperrealismo que Nolan llevó a Batman y que ha contagiado a todo DC está haciendo imposible la introducción en el cine de Wonder Woman. Cinco guionistas y dos directores han intentado hasta ahora hacer creíble que la reina de las amazonas con su lazo mágico (el lazo de la verdad) conviva en el mismo universo que un Batman y un Superman oscuros. Por otro lado, tres guionistas intentan que el rey de la Atlántida y su telepatía con las sardinas y los boquerones no chirríen a los espectadores contemporáneos.
Quizá Alan Moore —el mago— tenga razón al considerar que el cine de superhéroes es una catástrofe cultural: «Encuentro preocupante que el público de las películas de superhéroes esté ahora prácticamente compuesto por adultos, hombres y mujeres en sus 30, 40 o 50 que se apuntan ansiosamente a ver personajes expresamente creados hace medio siglo para entretener a chavales de doce a quince años».
Alan Moore considera que Marvel y DC aíslan del mundo. Esto que por sí mismo no es malo (necesitamos entretenimiento) sí conlleva un problema. La industria del entretenimiento ofrece pocas opciones a la creación de nuevos mitos, de nuevas fantasías. Parece que hay miedo a la fantasía de nueva creación. Como sucede con la televisión se recurre a la adaptación de los cuentos de hadas o de sagas literarias (¿cuántas adaptaciones de Cenicienta o la Bella Durmiente hemos conocido en los últimos cinco años?). Quizá vivimos en un bucle creativo que continuamente se retroalimenta y esto forme parte de nuestros males como sociedad. Como si las ideas fantásticas hubieran muerto después de que Alicia cayera al agujero. Quizá es hora de mirar a otro lado: apartarse del camino de las producciones industriales y elegir como espectadores, como artistas, otras fantasías, las propias fantasías.
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Imagen de portada: Strawberry Fields (memorial) con licencia CC.
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