En Donostia hay un museo que no tiene visitas guiadas ni cuadros, pero sí más de 3.400 piezas expuestas. No hay carteles explicativos, pero sí sabiduría servida en vaso bajo. No es un museo de arte ni de historia. Es un museo de estado de ánimo. Se llama Museo del Whisky y entrar en él es entrar en el mundo de Paul Bordonada, una especie de barman-faraón del buen rollo que heredó de su padre una colección monumental de whisky y un sentido del humor a la altura de cualquier reserva escocés.
Paul no solo sirve copas, también hace magia (literalmente), propone desde la barra «puñejuegos» (retos mentales o de habilidad para activar neuronas antes del siguiente trago) y organiza desde cursos de coctelería hasta concursos literarios en posavasos. Lo que empezó siendo una barra con alma familiar, hoy es un santuario del destilado y de la diversión en pleno corazón de la parte vieja de San Sebastián.