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La invasión de robots de Sátrapa

El Gran Sátrapa explica que nunca quiso estar en Santiago de Compostela pero, oiga, la vida es como es y a veces toca tragar con lo que a uno le cae. En cualquier caso, Sátrapa dice que su mente «campa libremente por un universo de ficción y fantasía» por lo que el confinamiento geográfico nunca fue una traba a su creatividad.
Sátrapa hace robots. Él lo explica todo diciendo que lo suyo es «energía positiva en constante transformación y manifestada en forma de actuaciones artísticas llenas de fantasía y sátira». Es decir, que el mensaje es el que es pero que lo de los robots no siempre fue así. De hecho, todo el proyecto responde a un reciclaje personal «a una edad en la que la mayoría está pensando en la jubilación».

Su arte se estampó inicialmente en pinturas sobre contrachapados, a modo de cómics con una alta carga crítica. Se produjo un salto a la escultura y, «de manera casual» aparecieron los primeros androides. «Ocurrió sin más», quizás a causa de lo que el artista denomina «la multicrisis perfecta: crisis personal, crisis profesional y crisis global».
No quedó entonces más remedio que crear la Factoría de Androides, una pequeña empresa que dio cobijo a los primeros robots fabricados a base de «piezas procedentes del desguace de diversos aparatos y artilugios: relojes, televisores, radios, ordenadores, electrodomésticos, lámparas o maderas», dice.

Tras la fabricación de cada ente llega el storytelling. Sátrapa inventa una vida para cada uno de sus robots. «El androide es sometido a un duro y exigente reportaje fotográfico en el que se intentan acentuar sus peculiares rasgos personales con la finalidad de desarrollar su futura vida virtual en el universo Sátrapa», explica el gallego. «Muchos de estos traviesos e inquietos robots adquieren similitudes con personajes del mundo real a los que satirizan en fotobiografías que circulan por las redes sociales».
Sátrapa admite sin rubor lo que parece obivio en todo amante de los seres hechos de lata: que la ciencia ficción de los años 50 es su mayor influencia y un entretenimiento mejor que comer con las manos. El creador de los robots recuerda que, en aquellas películas «los androides alcanzaban incluso mayor protagonismo y popularidad que muchos de los personajes principales» con los que compartían reparto.

El proceso es el habitual en muchos de estos casos: poca pasta y un amplio campo de experimentación abierto para que la imaginación sea el mayor activo. «En numerosas ocasiones comienzo a trabajar en un androide con una idea preconcebida y en otras surge de forma espontánea a partir de la peculiaridad de algún objeto», cuenta Sátrapa.

La otra rama de la aventura del gallego se llama Artefactos y él la define como «fotografía de autor, pintura, diseños de objetos y
mobiliario de pequeño formato usando materiales reciclados».
Cuenta que todo echó a andar en febrero de este año que aprecia «brotes verdes en forma de una permanente invasión de androides, un proyecto de creación de un robot con movimiento junto a una empresa de robótica» y varias propuestas en las que su ejército de robots es la imagen de diversos eventos. Los robots han comenzado a dominar el mundo, al menos en el imaginario de Sátrapa.





 
 

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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