Es posible que el ritmo de la ciudad, su feísmo utilitarista o el olvido involuntario de los ciudadanos sea el mayor obstáculo para tratar de rascar la belleza urbana que alberga. Por eso, a veces conviene detenerse y mirar alrededor. Para tomar conciencia de dónde está uno. Para apreciar los detalles que hacer que un los lugares sean diferentes.
La luz puede hacerlo. Las transformaciones de las ciudades no han de ser ni permanentes ni grandiosas. Los rincones que construyen barrio se transforman poco a poco, a base de detalles que pueden ser perfectamente efímeros, que pueden sutiles y oportunos.
A Lupercales, un colectivo formado por diseñadores de iluminación que se dedica a la investigación y la experimentación, le pareció que un simple añadido luminoso a un rincón de la Ciutat Vella barcelonesa sería suficiente para transmitir a los habitantes de aquel barrio valores como «la ciudadanía, el afecto y el cuidado por el entorno que habitan las personas», explican.
[pullquote]Queremos conseguir que los ciudadanos comiencen una reflexión sobre el espacio que habitan, sea cual sea su relación o reacción con la ubicación del elemento luminoso.[/pullquote]
Así fue como Lupercales diseño, fabricó y colocó su luminaria rosa, un reclamo azucarado que deletrea la palabra ‘bella’, sin más explicación ni mensaje, y que se situó en el antiguo dispensario antituberculosis obra de Sert y el GATEPAC. De ahí pasó a la fachada de Ca la Dona, un centro de recursos para mujeres en la calle Ripoll.
«Hemos querido plantear el recorrido de la luminaria por ciertos espacios de Ciutat Vella siguiendo una intuición, buscando situarla en contextos que pudieran nutrirla de una identidad de la que, en principio, debía carecer. De esta forma, despertaríamos la reflexión y la interpretación del ‘espectador’ sobre el entorno o el elemento», dicen los miembros de Lupercales. El recorrido continuará hasta una última localización que tendrá el formato de exposición abierta al público a partir del 14 de diciembre en el Convent de Sant Agustí, en el Borne.
Dicen los fotófilos de Lupercales que les quedan por delante algunas acciones de guerrilla que quieren llamar la atención sobre elementos del patrimonio social y urbanístico. A la vez, la propia transformación de los lugares aspira a suspender, aunque sea temporalmente, la gris rutina de los vecinos de Ciutat Vella. «De alguna manera esta alteración del paisaje urbano acaba por incidir en la cotidianeidad de las personas que habitan la ciudad y la interpretación de su sentido forma parte de su relación con la instalación». Ese debe ser el poder de la luz.
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