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La máxima expresión de la matemática artística

Que el arte son puras matemáticas es una afirmación de esas que frecuentemente escuchamos, pero que nunca llegamos a comprender del todo. La demostración empírica más brutal del asunto se llama Jonty Hurwitz.  Este artista sudafricano licenciado en ingeniería necesita realizar miles de cuentas en su calculadora para poder crear esculturas, solo perceptibles si todos los resultados dan exactos.
«Los algoritmos matemáticos subyacentes están influenciando nuestro comportamiento mucho más de lo que podamos imaginar», opina el creador. «El poder de las computadoras, por ejemplo, ya ha sobrepasado las capacidades del cerebro humano».
Lo que Hurwitz presenta sobre el expositor suele ser un elemento en relieve sin forma alguna; sin embargo, nada más lejos del arte abstracto que las cosas que hace este autor. Un cilindro de acero colocado en la posición exacta demuestra que todas las operaciones físicas que previamente ha realizado para crear ese objeto logran que su reflejo en el tubo sea la recreación de una obra de arte a todo lujo de detalle.
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«El fenómeno de la reflexión ocurre cuando una onda entra en contacto con otra superficie y el choque genera un efecto de rebote que la devuelve al punto inicial», explica Hurwitz desde su taller de Londres. A partir de esa base científica el ingeniero se pone a idear sus creaciones.
Su técnica consiste en utilizar la anamorfosis (falta de forma) de manera que un procedimiento matemático la transforme en algo realistamente sustancioso. Bajo el principio de deformar el plano de la figura, logra que las volubles formas de ese objeto, reflejándose en la superficie curva del tubo, adopten una silueta real de detalles y proporciones perfectas. «Es un desafío óptico», explica, «el cilindro recupera el plano cuadricular de la obra para que se pueda apreciar».
Este hombre obsesionado con el espacio, el volumen y la profundidad aplicados a la escultura opina que, en una época en la que abundan los objetos que existen a partir de formulas matemáticas infalibles, como todos los que observamos en nuestras computadoras, «había llegado la hora de darle su aplicación artística».
No ha escatimado esfuerzos para conseguirlo ni métodos para realizar trabajos. Según afirma, para algunas de sus creaciones ópticas, como Yoda and the Anamorph, en la que trataba de representar el camino budista hacía la búsqueda del yo, tuvo que realizar más de un millón de cálculos para dar con las formas correctas para hacer su figura. «Hubiera sido más fácil buscar la iluminación budista», bromea.
Pocos entienden qué algoritmos ha tenido que utilizar para que en su composición Dietro me di, expuesta en Italia en medio de un parque arbolado, exista un hombre a tamaño real que desaparece cuando le miras de perfil. «Es la forma en que un niño percibe el apoyo paterno, en ocasiones es una figura sólida e indudable, y en otras será ausente», le da sentido al todo.

Personas creadas en dos mitades, amor en tres dimensiones, rostros que parecían simples tiras de cuero, ranas que nunca podremos observar realmente o manos a primera vista imperceptibles que hablan de nuestro miedo a la vejez…
La física se vuelve mensaje. Las formas adoptan sentido cuando Hurwitz presiona el botón de resultado en la calculadora. «Si la fórmula matemática es exacta, las figuras también son infalibles», afirma el científico escultor.
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* Imágenes de Jonty Hurwitz

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