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La ¿merecida? mala fama del gerundio

En la mayoría de los cursos de expresión escrita o de los manuales de estilo de medios de comunicación se aconseja utilizar pocos gerundios. He sabido de profesores que, directamente, los prohíben (por aquello de no arriesgarse ante la duda).

¿Qué han hecho los pobres gerundios para estar tan mal valorados? No se trata solo de que el abuso de los mismos añada al texto una sonoridad que no resulta agradable, aún cuando su uso es correcto. El principal problema es que su uso incorrecto en algunos contextos se está extendiendo sobremanera, y las frases resultantes atentan contra la semántica: no significan lo que sus autores creen que significan.

El uso erróneo más frecuente es el del gerundio de posterioridad: «El tanque explotó, muriendo diez personas»*. La acción que describe un gerundio nunca puede ser posterior a la del verbo principal. Sí puede ser anterior o simultánea («Bajando la cuesta se dio cuenta de que se le habían olvidado las llaves» o «entrando a la casa, algo le golpeó la cabeza» sí serían correctas). Una técnica sencilla para ver si el uso de un gerundio es correcto es preguntarse si la acción del verbo principal ocurrió mientras tenía lugar la del gerundio. ¿Se dio cuenta del olvido mientras bajaba la cuesta? Sí. ¿Algo le golpeó la cabeza mientras entraba a la casa? Sí. Pero ¿el tanque explotó mientras morían las personas? No: las personas murieron después, como consecuencia de la explosión. Por eso no podemos utilizar el gerundio en esa frase.

Según la Nueva gramática de la lengua española, el gerundio sí se admite para indicar consecuencia cuando quien realiza su acción es el mismo sujeto que realizó la acción principal: «El tanque explotó, matando a diez personas» (ambas acciones, explotar y matar, las realiza el tanque), pero nunca cuando hay un cambio de sujeto como en el ejemplo del «tanque muriendo» que comentábamos más arriba.

Otro error común consiste en utilizar el gerundio en la segunda de dos frases coordinadas o en una subordinada, en lugar de conjugar el verbo como proceda. Por ejemplo, en «Fui empujado, siendo arrojado al suelo por el golpe»* en lugar de «Fui empujado y fui arrojado al suelo por el golpe».

Tampoco se puede utilizar un gerundio como adjetivo. Este uso está menos extendido, pero se da: «Pásame la caja conteniendo cachivaches»* o «enviaron un helicóptero llevando comida solidaria»* en lugar de decir «que contiene» o «que lleva».

¿Cuándo podemos utilizar el gerundio con propiedad y sin miedo? Como hemos dicho, cuando indique anterioridad o simultaneidad. Pero también cuando nos sirve para formar verbos compuestos (es decir, cuando se conjuga con el verbo estar u otros auxiliares): estoy trabajando, vinieron bailando… Nótese que en este caso siempre son acciones continuadas, que transcurren: es un error utilizarlo para acciones momentáneas (por ejemplo, «la empresa está cumpliendo un año desde su creación»*).

También lo podemos usar como adverbio que indica modo, condición y otras circunstancias: lo dijo gritando, vino corriendo. De hecho, en estos casos reemplazarlo queda forzado: su uso es más que conveniente.

Es cierto que abusar de los gerundios puede resultar cargante para la vista y para el oído. Pero tampoco es una opción acertada la de erradicarlos totalmente: son un recurso más de nuestra lengua. Ocurre algo parecido a las personas que cometen queísmo al tratar de evitar los dequeísmos. No huyas siempre de los gerundios: es mejor opción la de aprenderse las reglas y usarlos con propiedad, porque en muchas ocasiones los vamos a necesitar.

Por Isabel Garzo

Isabel Garzo es periodista, escritora y asesora de comunicación. Es autora de las novelas, 'La habitación de Dafne' (Demipage, 2022), 'Los seres infrecuentes' (Editorial Pie de Página, 2016) y 'Las reglas del olvido' (Editorial LoQueNoExiste, 2013) y del libro de relatos 'Cuenta hasta diez' (Incógnita Editores, 2010).
@IsabelGarzo

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