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La nalga personal e intransferible


FaceR es una aplicación gratuita para el iPhone y sus hermanos. El principio es sencillo y aparentemente inocente. Cuando el usuario hace una foto a alguien, la app busca en la red y sugiere las celebridades o famosetes que más se le parecen. Ideal para refrendar sentencias del tipo «eres clavadita a Sandra Bullock” o “tienes la nariz de Gary Oldman”.
En fin, hasta aquí la cosa tiene gracia. El reconocimiento por retina de la que presumían algunos filmes futuristas ha sido claramente superado por la realidad, y la antropometría es una ciencia aplicada cuyas acciones en bolsa cotizan al alza.
Existen muchos algoritmos, relativamente sencillos, que establecen una firma facial única para cada individuo, y que manejan parámetros como las distancias proporcionales entre los ojos, las comisuras de los labios, la nariz, etc.
Si imaginamos el resultado del algoritmo como un número de muchos decimales, cuantos más de estos decimales sean idénticos más cerca estaremos de un «match». Grande ha sido la polémica levantada por la falta de escrúpulos del buenazo de Mark Zuckerberg por introducir estas herramientas sin avisar en Facebook… Pero todo invento inocente tiene una cara B (como la dinamita del señor Nobel, por ejemplo).
La policía británica está experimentando con una app muy semejante, que sirve para hacer una foto a cualquier sospechoso con el iPhone y obtener casi de inmediato su posible identificación con alguien que previamente haya cometido algún delito… o no. El mismo software se puede implementar en todos los circuitos CCTV en aeropuertos, licorerías, armerías, lencerías, etc. Así, cuando una cara aparezca entre la multitud, y esa cara pertenezca a “uno de los malos”, se activarán todos los dispositivos de alerta. Ni siquiera Orwell se atrevió a imaginar algo así.
La identificación por el culo se basa en los mismos principios. El sujeto (o sujeta) debe dejar su trasero al aire para poder ser fotografiado con el iPad. Entonces la app busca en su base de datos hasta encontrar una identidad. Los parámetros que se manejan en este caso son: longitud de la raja (qué mal suena ¿verdad?), función trigonométrica de la curvatura de las nalgas, separadamente (ningún culo es perfectamente simétrico, he ahí la clave), grado de pilosidad y tipo de pelos (si los hubiera), función logarítmica de la precipitación de la carne en el abismo internalgas, coeficiente de grasa-músculo estimado para la llamada «caída de cachete» que también es unívoca, etc. Está prevista una versión premium, que es más intrusiva, y analiza parámetros relacionados con el esfínter, pero de momento no está disponible para el gran público.
Esta novedosa y revolucionaria aproximación plantea algunos problemas éticos, pero resuelve otros. Por ejemplo, si alguien publica en la red una foto de nuestro culo, pero no dice que es nuestro, aunque nosotros lo reconozcamos… nunca cometeríamos la torpeza de denunciarlo. Se suele identificar a la cara con el individuo, pero el culo es algo así como un accesorio. En un mundo distópico, la foto del DNI y del pasaporte ya no mostrarían un rostro, sino un par de nalgas.
Volviendo a FaceR, diremos que la base de datos está orientada al mundo anglosajón, por lo que parecerse a Paquirrín o a Enrique Bunbury no arrojará ningún resultado reseñable.
Que el lector/a deduzca si hablo en broma… o estoy aterrorizado.

Antonio Dyaz es director de cine

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