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La polilla más bella del mundo


Mariano de la Paz Graells fue un entomólogo que vivió en la corte de Madrid en el siglo 19. Descubrió en los pinares próximos a El Escorial una mariposa nocturna fascinante, única en su género, sin comparación posible con otras bellezas aladas crepusculares de Europa. Sus antenas en forma de pluma (sirven para detectar posibles parejas, sin ayuda de Facebook) sus largas colas y un delicado color verde pastel surcado de ramificaciones rojizas la convierten en un insecto extraordinario. Pueden avistarse en las noches de marzo a julio en los bosques de pinos de la sierra de Madrid.
Graells quiso obsequiar a la reina Isabel II de Borbón con su hallazgo, aunque se reservó la parte del león, y el nombre científico de la mariposa nocturna (técnicamente “polilla”) resultó así, en cursiva Graëllsia isabellae.
Los fastuosos alrededores del monasterio de El Escorial, sobre todo las laderas del monte Abantos, ofrecen una ocasión perfecta para admirar estos satúrnidos en noches sin luna llena (la luna despista a las polillas), con una sencilla trampa: una linterna enfocando una sábana blanca extendida de forma vertical entre las ramas de dos pinos. La trampa no las daña, pero nos permite verlas, acaso fugazmente. Su aleteo es vaporoso, y las largas colas curvas de las alas inferiores las asemejan a seres de otro mundo. La reina Isabel debió de sentirse muy orgullosa del regalo, y se dice que lució en su vestido, como un raro adorno, el primer ejemplar de la mariposa que le obsequió Graells, durante una recepción en palacio.
Frente al Museo del Prado, en el Real Jardín Botánico de Madrid (del que Graells fue director), hay unos magníficos invernaderos que recrean tres diferentes ecosistemas, regulados con dispares temperaturas y porcentajes de humedad. El mediterráneo, el desértico y el tropical, que disfruta de periódicas tormentas artificiales que empapan las ropas del visitante desprevenido… Bien, pues cuando salgan del invernadero por la parte tropical verán otra construcción mucho más humilde, que parece un lugar destinado a almacenar utensilios de jardinería. Hay una puerta verde metálica y un letrero que reza “Estufa Graells”…
Sean atrevidos, tomen el picaporte y empujen. Entrarán en el invernadero climatizado más antiguo y fascinante de España. Construido en 1857, y congelado en el tiempo, sus plantas han sobrevivido guerras, siglos y plagas, en una atmósfera romántica y misteriosa, aislada en el corazón de la ciudad.
El sistema de climatización que idearon entonces no puede ser más sencillo… ni más audaz. Bajo todo el invernadero hay un circuito de agua procedente de una estufa (de ahí el nombre del edificio). El agua se evapora a través de una rejilla rectangular sobre la que el visitante ha de caminar, y genera la humedad precisa para que puedan desarrollarse plantas como las daturas (sí, han leído bien) que podemos admirar al fondo del invernadero.
Si tras visitar la “Estufa de Graells” sentimos curiosidad por conocer a la vaporosa protagonista de este artículo, podemos subir el paseo de la Castellana hasta llegar al Museo de Ciencias Naturales, donde podremos admirar diversos ejemplares disecados de “mariposa isabelina”, como también es conocida. Pero les advierto que no es lo mismo ver sus alas evanescentes parpadear a la luz de la luna, porque un cadáver, aunque sea bello, no deja de ser un cadáver.

Antonio Dyaz es director de cine
Foto de Wikipedia reproducido bajo lic CC
Este artículo fue publicado en el número de enero de Ling Magazine

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