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La receta definitiva para salir de la crisis

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Dicen que el español medio tiene poca cultura financiera, lo que provoca una mala gestión del ahorro y patrimonio. Los fotógrafos, en nuestra calidad de autónomos, nos hemos ido convirtiendo por necesidad en especialistas en desgravaciones, en gestión de cobros, en estrategias trimestrales y todas esas cosas de las que creíamos huir cuando decidimos dedicarnos a este bendito oficio.

Ahora que todo el mundo se saca de la manga alguna receta milagrosa para salir de la crisis, y que Paul Krugman es casi tan popular como Paul McCartney, ahora que nos piden que loarreglemosentretodospuntoorg, me veo autorizado a proponer mi propia receta. Lo que voy a proponer es la elaboración de una Ley General de Diseño del Mundo que nos Rodea.

España es un país milmillonario en patrimonio histórico y cultural. Cientos de pueblos podrían figurar y de hecho figuran entre los más bellos del mundo. Los turistas, hastiados ya del sol y playa con salmonella a precios del Club del Gourmet, buscan en nuestro interior una nueva dimensión. Vienen a España buscando belleza e historia. Y ¿qué es lo que se encuentran? Pues una costra de máquinas de aire acondicionado no sólo en las viviendas y edificios de oficinas, sino en fachadas de iglesias, en edificios de valor histórico y hasta en los mismísimos ayuntamientos donde se elaboran las ordenanzas municipales que regulan su instalación.

Pero las víctimas no son sólo los turistas, no. Soy yo mismo, somos todos nosotros, los que convivimos con la plaga de marcos de aluminio multicolores. Somos todos nosotros los que sufrimos el castigo de la cartelería y rotulación salvaje de academias de inglés, locutorios, papelerías y tiendas de regalos.

En España nos dedicamos a disminuir el valor de nuestras propias casas a fuerza de cerrar las terrazas de nuestros edificios, cada cual con el color del aluminio que le gusta más. Devaluamos el suelo que pagamos a 30 años con firmas de aerosol de ínfima calidad. Y que venga el presidente de la comunidad a decir algo, que le soltamos a los perros.

Bueno, pues yo creo que si de una vez por todas se creara un Ministerio de la Calidad Visual, que gestionara la Ley General de Diseño del Mundo Que Nos Rodea, se crearía muchísimo empleo de manera inmediata y muchísima riqueza a largo plazo. He aquí la manera de hacer que nuestro país en su conjunto mejore su imagen, ayudarlo a salir de la crisis en un pispás y crear la base para un futuro prosperísimo y encantador.

Lo primero, desmantelar las instalaciones que estropean nuestras ciudades y pueblos. Miles de personas dedicadas a demoler, desinstalar y por supuesto procesar toneladas de materiales reciclables. Neones medio rotos, vinilos descoloridos, vallas en medio de trigales y carteles de rebajas diseñados por el encargado de la ferretería.

A continuación, cada ayuntamiento proveería a cada comunidad y comercio de una pequeña guía de estilo elaborada por los más prestigiosos diseñadores. En este manual habría también una lista de estudios de diseño, de arquitectura, agencias de publicidad, adscritos al Programa “Déjalo Niquelado”, iniciativa de nuestros súper bien intencionados gobernantes.

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Imaginad la cantidad de diseñadores y arquitectos que inmediatamente saldrían de las listas del paro. Todos ellos en plena ebullición haciendo proyectos para reemplazar los viejos trastos eliminados. Cuadrillas y más cuadrillas de albañiles, carpinteros, técnicos frigoristas y electricistas, súbitamente ocupados, contentos, optimistas y pagando impuestos.

Habría Funcionarios-Peritos-Visuales-y-de-lo-que-Mola, certificando la idoneidad de cada proyecto. El IED no daría abasto. Necesitarían cuadruplicar sus instalaciones para sacar más y más promociones de Técnicos Titulados en Que-Quede-Todo-Perfecto. El CdeC crearía una base de datos y una bolsa de trabajo con las que el paro juvenil, en el sector creativo, prácticamente desaparecería.

Las agencias de publicidad creando nuevas campañas de turismo, anunciándole al mundo que ahora España es más bonita que Venecia. Los fotógrafos sacando miles de fotos de todo aquello que antes no se podía ni mirar, las editoriales publicando nuevas guías de turismo. En Internet también habría que renovarlo todo, así que de nuevo, miles de programadores al rojo vivo, aumentando el optimismo general. Para que todo aquello funcionara, Telefónica debería, por ley, dar acceso universal a ADSL de 100 Mb. Por supuesto, a cargo del Estado, que a estas alturas, tendría un superávit del 25% y podría permitirse cosas así.

El ICO daría créditos blandísimos a las comunidades y comercios para que se pudiesen llevar a cabo las reformas. Todo esto sería desgravable y además rebajaría el tipo impositivo de los que lo hicieran en los primeros 6 meses desde la aprobación de la ley. Se crearían ONGs que resolverían los problemas de diseño a los que tienen las rentas más bajas.

La gente, al ver sus calles más limpias y ordenadas, saldrían en tropel a renovar sus vestuarios, para no ser menos que los objetos inanimados. Zara, El Corte Inglés, hasta Springfield aumentarían sus beneficios rápidamente, de manera que volverían a disponer de capital para aumentar sus inversiones. Otro espaldarazo a la economía.

Todo el mundo, estrenando ropa, saldría a tomarse unas cañas para celebrar que el mundo ya es definitivamente bonito, de manera que la industria de la hostelería viviría una nueva edad dorada, repartiendo cañas y patatas bravas a diestro y siniestro. Todos, con un par de cañitas entre pecho y espalda, nos volveríamos más parlanchines y compartiríamos nuestras ideas geniales con el que quisiera escucharlas. De esas conversaciones de barra saldría, a lo mejor, alguna idea genial, que revolucionaría algún sector industrial a nivel mundial, creando miles de puestos de trabajo, así como un reconocimiento generalizado de la capacidad española para la renovación.

El índice S&P nos pondría a la cabeza de sus valoraciones de confianza y todas las empresas españolas que cotizan en  bolsa subirían como la espuma. Vendrían nuevos inversores extranjeros, encantados de abandonar Londres para venir a Puertollano, donde todo sería precioso. En vez de fuga de cerebros, tendríamos una invasión de cerebros.

Los más prestigiosos profesores de universidad abandonarían Oxford para ocupar una cátedra en la Complu, donde los medios serían casi infinitos, gracias a las sustanciosas aportaciones del Estado y, cómo no, siguiendo el plan Bolonia, de numerosas empresas que finalmente habrán comprendido que invertir en investigación es la base de una economía saludable.

Como véis, algo tan sencillo como cambiar los carteles feos de nuestras calles nos puede llevar a la prosperidad total, al pleno empleo y al G3: USA, China y España.

Confío en que a raíz de este artículo, en menos de un par de semanas, alguien en el Gobierno se ponga manos a la obra y empiece con la creación de la Ley General de Diseño del Mundo Que Nos Rodea.

Para que digan luego que no se nos ocurren ideas o que no somos optimistas.

Carlos Spottorno es fotógrafo ganador de un World Press Photo en 2003

Fotos de: Carlos Spottorno

Este artículo fue publicado en el número de abril de la revista Yorokobu


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